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He estado pensando… en José Gabriel Barrenechea y sus compañeros presos políticos
Nuestro querido Barrenechea ha pecado no sólo por protestar, sino también por ser periodista independiente

P. Alberto Reyes Pías
He estado pensando en José Gabriel Barrenechea y sus compañeros presos políticos.
No sé si sea por su apellido impronunciable, o por su imagen serenamente varonil, o por el horror de no poder acompañar a su madre en su muerte, o por el silencio inexcusable de la intelectualidad cubana… No sé si por una de estas razones o por la confluencia de todas ellas, pero lo cierto es que Barrenechea se nos ha hecho cercano, se nos ha colado en el alma, e incluso muchos que no lo conocimos hemos empezado a sentir por él la profunda simpatía que desarrolla un pueblo ante la digna postura de un hombre frente a la injusticia descarnada, al abuso vulgar y a la venganza política.
Encrucijada, 7 de noviembre de 2024: ¡más de 48 horas sin luz, más de dos días sin electricidad! Y lo único que la gente hizo fue golpear cacerolas y gritar: «¡Queremos luz!». En cualquier otro lugar del mundo, como mínimo habrían incendiado el edificio del gobierno.
Pero en Cuba las cosas son diferentes, en Cuba siempre se aplica el principio del 90 sobre 10, que dice que, cuando una reacción parece desproporcionada, el 10% corresponde a lo que realmente ocurrió, y el 90% corresponde a lo que hay debajo, lo que está oculto, lo que no se dice pero es en realidad lo que la gente siente, o lo que la gente piensa y entonces el gobierno trata esa protesta con una reacción desproporcionada.
Cuba es un país politizado, una dictadura donde todo responde a un único principio: el poder es incuestionable. El gran decreto no escrito que gobierna este país es la obligación de someterse, de callar, de aguantar, de aguantar. No importa si no hay electricidad, si tus hijos pasan hambre, si no tienes medicinas. No importa si, a pesar de ser tan cubano como cualquiera, no quieres vivir bajo este sistema. No importa si quieres elecciones libres, o multipartidismo, o simplemente la libertad de decir públicamente lo que piensas. No, no se te permite, porque eso sería cuestionar el poder, y eso, en términos «revolucionarios», es un grave pecado.
Por eso no importa que la protesta haya sido pacífica, no importa que haya sido apolítica, no importa que solo haya consistido en golpear cacerolas y pedir luz después de aguantar dos días sin tenerla… no importa, porque lo que no se puede hacer es protestar, y el mensaje que se le está mandando al pueblo es precisamente ese: “Ni se te ocurra alzar la voz”.
Y como esta prohibición es absurda en sí misma y contraviene la Declaración de Derechos Humanos que Cuba firmó y apoya oficialmente, entonces los crímenes deben ser inventados. Por eso, la acusación contra José Gabriel y sus compañeros no es «por haber protestado», sino por violencia, desorden público y agresión contra las autoridades del país.
Pero hay más, porque nuestro querido Barrenechea ha pecado no sólo por protestar, sino también por ser periodista independiente, y esto es imperdonable, porque la Verdad es la gran prisionera de los sistemas dictatoriales, y está prohibido no sólo liberarla, sino incluso abrirle la más mínima rendija.
Es asombroso cómo este gobierno sigue subestimando a este pueblo, cómo sigue creyendo que en algún momento nos someteremos y nos rendiremos, cómo sigue esperando que nos rindamos y dejemos de luchar.
Los jueces cubanos podrán condenar a Barrenechea, pero lo que nunca podrán impedir es que, de muchas maneras, nos levantemos y digamos: “Yo también soy José Gabriel”.-




