La persona humana está por encima de todo
Estos dilemas no se darían si viviéramos en un país normal. En libertad y democracia serían otros dilemas. En este sistema que sufrimos es de suma importancia no culpar a la víctima, ni olvidar que la causa de todos estos males es una sola: el régimen que provoca esta situación límite

Dagoberto Valdés Hernández, desde Cuba:
Una carta reciente de mi hermano José Daniel Ferrer, hombre de fe y patriota cabal, y los comentarios que le han seguido, me han suscitado la presente reflexión que, quizás, pudiera aportarnos algunos criterios para un discernimiento ético frente a decisiones y realidades que nos interpelan a cada uno de nosotros e interesan al bienestar de la Patria.
Criterios para un discernimiento
La vida humana, la integridad de la persona, su salud corporal, psicológica y espiritual, son un valor primordial que deberíamos salvaguardar, promover o, por lo menos, respetar en toda circunstancia y lugar.
En efecto, en la cultura occidental, en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, en los fundamentos de la ley natural y en los cimientos de la conciencia universal, ha sido aceptado moral, cívica y religiosamente, que la persona de cada ser humano, su dignidad, su vida, su integridad y todos sus derechos, son sagrados. Esto equivale a decir que deben ser colocados en lo más alto de nuestra escala de valores, con la máxima prioridad, ante la cual deben subordinarse todas las demás realidades individuales, sociales e internacionales.
Basado en este principio fundamental podemos deducir otro que es también de suma importancia pero, de segundo orden: los proyectos de vida personales también deben ir encaminados a la búsqueda del bien común. Esto evitaría el individualismo, el egoísmo y el aislamiento. Sin embargo, el bien común jamás puede ir contra la libertad, la dignidad, los derechos y la primacía de cada persona humana. Si fuera así, no es verdaderamente bien común porque iría contra la misma definición de este concepto que es la creación de condiciones económicas, sociales, políticas y espirituales que contribuyan al pleno desarrollo de la persona y de la entera sociedad.
Por tanto, debía ser normativo preguntarse, ante cada caso, si la decisión, la medida, la ley o las circunstancias, van a favor o en detrimento de la libertad, la dignidad y los derechos de la persona o las personas implicadas.
La economía no puede estar por encima de la persona humana sino a su servicio. La sociedad civil, ni ninguno de sus grupos o proyectos, pueden estar por encima de la persona humana sino a su servicio. La política, tanto desde el poder como desde la oposición, no puede estar por encima de la dignidad, la integridad y la vida de una persona humana. Incluso, la entrega a un proyecto, sea cual fuere, no puede ir contra la persona que lo promueve u organiza. Esta es la aplicación práctica para discernir acerca de una escala de valores personales y sociales.
Otra cosa es estar dispuesto a entregar la vida martirialmente en el caso extremo de que un sistema, un régimen, o incluso en nombre de otra religión, lo priven a uno de su propia existencia. Eso no depende ya de una opción personal, sino de la imposición de una circunstancia que va contra la vida humana del bueno, del justo, del íntegro. Es el caso de Jesucristo que mientras dependió de él (porque no había llegado su hora) escapó de las garras de sus enemigos.
Es muy sano establecer la diferencia entre estas dos situaciones:
Entregar la vida voluntaria y generosamente como última consecuencia de nuestro proyecto de vida cuando los contrarios te la quitan, vilmente, sin escapatoria. Es el caso del martirio, civil o cruento, en que lo que se busca no es la muerte sino un proyecto de vida y libertad. El martirio viene, no se le busca. Se acepta libremente, pero no se le provoca.
Ser imprudente o no previsor y provocar la precipitación de la muerte incluso antes de que llegue, ineludiblemente, el martirio infligido por otros. La vida hay que cuidarla y defenderla mientras sea posible. Dejar de cuidarla y defenderla es un modo de suicidio.
Basado en esta visión acerca de la primacía de la vida humana, del carácter sagrado de su integridad corporal, moral y espiritual, es que respeto, apoyo y promuevo toda decisión que vaya en defensa de la vida, propia y de los demás, sin que ello exija renunciar a creencias religiosas, principios políticos o derechos humanos en general.
Reconozco que toda persona tiene derecho, e incluso el deber, de escoger, mantener o cambiar, aquellos métodos pacíficos de lucha que, según su conciencia, sean los mas idóneos, en cada momento, para alcanzar la primacía de la vida, la libertad, la justicia, la paz y todos sus ideales. Teniendo siempre presente que ningún fin, por muy loable que fuere, justifica los medios para lograrlo si estos medios fueren contra la persona, su vida, su integridad personal, su dignidad de hijo de Dios, creado a su Imagen y Semejanza.
Que no nos confundan. Estos dilemas no se darían si viviéramos en un país normal. En libertad y democracia serían otros dilemas. En este sistema que sufrimos es de suma importancia no culpar a la víctima, ni olvidar que la causa de todos estos males es una sola: el régimen que provoca esta situación límite. Ubicarnos bien en esta distinción nos evitará confundirnos y nos ayudará a identificar correctamente a los que verdaderamente infligen el mal.
Dicho esto, acompaño, rezo y respeto, a José Daniel Ferrer y a todas las demás personas de buena voluntad que, siguiendo estos principios, aman a Cuba, trabajan por su libertad, por su prosperidad y felicidad.-
6 octubre 2025
Lunes de Dagoberto