Esta es la homilía que el Cardenal Baltazar Porras debió pronunciar en Isnotú
Pero por el bloqueo a su llegada al lugar, no pudo ser escuchada. Pero acá puede ser leída...

HOMILÍA EN LA MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CANONIZACIÓN DEL DR. JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ CISNEROS, EN SU PUEBLO NATAL ISNOTÚ, A CARGO DEL CARDENAL BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO. Isnotú, domingo 26 de octubre 2025, fiesta litúrgica del nuevo santo.
Con la venia de Mons. José Trinidad Fernández, Obispo de Trujillo, en compañía de su clero, religiosos/as y agentes pastorales.
Cofradías y Hermandades presentes
Queridos devotos del médico de los pobres y peregrinos venidos de diversos lugares del país
Autoridades presentes
Apreciados comunicadores sociales
Hermanos todos
Como Simeón al ver al Niño Jesús en sus brazos, así estamos hoy, porque lo que fue durante tanto tiempo un anhelo profundo se hizo realidad el pasado domingo cuando el querido Papa León XIV en solemne ceremonia en la Plaza de San Pedro en el Vaticano declaró santos a siete beatos, entre ellos los dos primeros venezolanos que llegan a esa cima: santos de la Iglesia universal. “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Pero no para recrearnos en los laureles sino para tomar el camino de ayudar a construir el reino de Dios, con el mismo llamado del Señor a nuestra Madre María: “una espada traspasará tu corazón”. Es decir, la senda de Jesús, niño y adulto pasa por los avatares de la vida cotidiana, por los éxitos y fracasos, por la pasión y muerte, pero camino de resurrección y de vida. Nos unimos en el cántico de la Virgen: “derribó a los poderosos de sus tronos y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías”.
Un saludo fraterno a todos mis hermanos obispos de Venezuela que en cada una de sus circunscripciones están celebrando, dando gracias, por nuestros dos santos, y qué mejor hoy, en el día litúrgico asignado para la fiesta de José Gregorio.
Un recuerdo y agradecimiento en esta Eucaristía al Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, a Mons. Edgar Peña Parra, Sustituto de la Secretaría, a la Postuladora Dra. Silvia Correale, y con ellos al Padre Gerardino Barrachini, Vicepostulador de la Causa y al numeroso equipo de sacerdotes, peritos médicos forenses, consultores en derecho canónico y civil, y a los colaboradores en un trabajo de equipo en el que estuvo presente la alegría y la esperanza de estar contribuyendo a una causa noble: la santidad de nuestra gente.
Una memoria agradecida a quienes durante un siglo creyeron y pidieron la intercesión del médico trujillano. Pequeña prueba de ello es los miles de placas, testigos mudos de los favores recibidos. Como no tener presentes en esta oración a la fidelidad de Isnotú de convertir este aislado paraje en lugar de peregrinación y descansan en la paz del Señor. A Mons. Prudencio Baños y a quienes lo acompañaron en esta odisea. A los Obispos difuntos de la Iglesia que peregrina en Trujillo: Mons. Antonio Ignacio Camargo, Mons. José León Rojas Chaparro, Mons. Vicente Hernández Peña y Mons. Oswaldo Azuaje, y a los cientos de sacerdotes que trabajaron y promovieron su causa a lo largo de tantos años.
En el corazón de este pueblo, generaciones de creyentes desfilaron ante los predios por donde transcurrió parte de la vida del joven José Gregorio. A ellos los tendremos muy presentes en esta oración.
No me detendré a describir la vida y obra de San José Gregorio. Es conocida de todos ustedes. Como nos dice el Evangelio de Lucas: si sabemos interpretar el aspecto de la tierra y el cielo, ¿cómo no saber interpretar el tiempo presente? (Lc. 12, 54-59). Es decir, cómo no leer con los ojos de la fe y los pies sobre la tierra, cuál es el mensaje que nos entrega nuestro santo para continuar su senda.
Isnotú, como Belén, ni siquiera aparecía en el mapa. Pero de un lugar tan recóndito y desconocido ¿puede salir algo bueno? Así son los caminos del Señor. De un pueblo humilde y sencillo, sobresale la fuerza de su pobreza. El Papa León nos dice “la condición de los pobres representa un grito que, en la historia de la humanidad, interpela constantemente nuestra vida, nuestras sociedades, los sistemas políticos y económicos, y especialmente a la Iglesia” (Dilexi te, 9).
La diminuta población de Isnotú en la segunda parte del siglo XIX era un pequeño oasis de paz, de trabajo y de oración. Allí vino a la vida un niño a quien pusieron por nombre José Gregorio y tuvo en sus padres, en sus familiares, en el maestro del pueblo, en el cura párroco y en la población campesina y trabajadora, el espejo en el que forjó las mejores virtudes humanas y cristianas que le sirvieron de referente toda su vida.
Nunca tuvo la tentación de ocultar su pequeño terruño natal. Más aún, cuando se graduó de médico, quiso regresar para devolver con creces a su gente lo que había aprendido en la Universidad. Constatar la pobreza material y espiritual, lo llevó a regresar a la capital, consciente de que había que trabajar en la educación integral del pueblo, superar las carencias de todo tipo, para poder hablar de progreso y bienestar. A ello, lo movía como un resorte su profunda fe y referencia permanente a la Eucaristía y a las sencillas tradiciones de religiosidad popular de los pueblos andinos.
Isnotú pasa de ser un punto insignificante en la geografía patria a ser un lugar de referencia mundial, de peregrinaciones, de búsqueda de lo trascendente. La vocación de este pedazo de los Andes pasa a ser parte de quienes buscan ansiosos la salud, el bienestar, la paz, la solidaridad en el ejercicio de la fe cristiana.
El legado de San José Gregorio es inmenso. Bautizado, laico, médico, profesor universitario e investigador pionero de la medicina en Venezuela. La referencia de su quehacer trascendió las fronteras patrias, no tuvo empacho en trabajar codo a codo con personas que tenían otras ideologías, otras formas de pensar, con quienes debatían sin estridencias, defendiendo sus posiciones. ¿Qué los unía? La salud de la gente sin distingos. Por ello, esa generación de galenos merece un reconocimiento mayor, porque así deberíamos actuar todos, cada uno desde su profesión y oficio, sin las mezquindades que nacen de poner el poder, el interés personal o particular, la manipulación o la comodidad, por encima de la sagrada dignidad de la vida, la igualdad y equidad que rompe los esquemas de la aparente superioridad de los unos para con los otros. Más aún, José Gregorio tuvo miras universales. Desde la insignificancia de nuestro país en las primeras décadas del siglo XX, tuvo la valentía de ofrecer su vida para que cesara la terrible primera guerra mundial. A sí fue. Razón por la cual el Papa Francisco lo nombró copatrono de la cátedra de la paz de la Pontificia Universidad Lateranense, diciendo que José Gregorio no era un santo de ayer, sino un ejemplo vivo para el hoy del mundo sumido en guerras y conflictos de diversa índole.
Fue por otra parte, un hombre normal como cualquiera de nosotros. Nos puede engañar su vestimenta, pero era la moda de entonces y le gustaba aparecer vestido con elegancia. Su sentido familiar lo hizo ser cabeza de hermanos y sobrinos, con las contrariedades que conlleva estar pendiente de los suyos. Amante de la fiesta, la música y del baile. Todo ello sin estridencias. Austero consigo mismo, intentó ingresar a la vida contemplativa más austera que existe en la Iglesia. Se dirigió a la Cartuja de la Farneta en Lucca, en la Toscana italiana. Se conserva la celda, el apartamento, marcado con la letra U, donde hizo su pasantía que tuvo que abandonar por su precaria salud. Estuve como peregrino en días pasados y me conmovió entrar a lo que fue su aposento en el que está una imagen suya. Los monjes conservan viva la memoria de nuestro santo y me solicitaron una reliquia de primer grado que en estos días le será entregada por el diácono Jean Carlos González, merideño residente en Asís, porque quieren tener en un relicario hecho por ellos mismos, la intercesión del más reciente santo que ha pasado por la cartuja italiana.
Sírvanos de colofón la reflexión que el pasado lunes 20 de octubre nos dejara el Cardenal Parolin, quien emocionado recordaba las veces que estuvo en Isnotú, y en un discurso que pronunció en Roma cuando la beatificación, dijo que Venezuela tenía cuatro amores: Jesús de Nazaret, María Santísima, el Papa y José Gregorio, pues a todos los lugares que visitó durante su permanencia como nuncio apostólico entre nosotros, le sorprendió siempre la solicitud del pueblo de declarar santo al hijo de esta tierra trujillana. He aquí sus palabras:
Siendo fiel a la vocación cristiana de nuestro pueblo, “sólo así, querida Venezuela tu luz, -la de Jesús-, brillará en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. Si escuchas las palabras del Señor que te llama a abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos. Sólo así, querida Venezuela, podrás responder a tu vocación de paz si la construyes sobre los cimientos de la justicia, de la verdad, de la libertad y del amor del respeto a los derechos humanos, dejando espacios de convivencia democrática, haciendo prevalecer lo que une y no lo que divide, porque así la oscuridad se volverá mediodía”.
El desafío queda ahora en manos de ustedes, queridos fieles trujillanos. Estoy convencido de que tomarán el testigo en numerosas iniciativas que no son sino expresión de la vocación misionera, de estar en salida, a la búsqueda del hermano más necesitado. Varias de esas iniciativas sé que están en marcha. Isnotú es de ahora en adelante un santuario no solo regional o nacional, sino internacional, y no faltarán grupos de peregrinos que vengan de otras latitudes a abrevar en este oasis. La atención sanitaria y la educación integral son necesidades urgentes que forman parte de la doctrina social de la Iglesia. Nos dice el Papa León: “el aporte de la Doctrina social de la Iglesia tiene en sí una raíz popular que no se debe olvidar; sería inimaginable su relectura de la revelación cristiana en las modernas circunstancias sociales, laborales, económicas y culturales sin lo laicos cristianos lidiando con los desafíos de su tiempo” (Dilexi te, 82)… Hay que trabajar por un bien común que responda las necesidades reales. “El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto, de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional… ara afrontar las exigencias relacionadas con las necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales, provocadas por causas naturales o por la irresponsabilidad política nacional e internacional” (Dilexi te, 88).
Peregrinar a Isnotú donde nació, al Alto de Escuque donde fue bautizado, a Betijoque donde recibió la confirmación de manos del Obispo Juan Hilario Bosset, e ir en oración al monasterio carmelita en los predios cercanos, es una ocasión estupenda para ahondar la fe, convertirla en un camino como el de Santiago, e ir implementando subsidios catequéticos, proyectos artísticos, musicales, de promoción humana, servicios especiales en el campo sanitario, son algunas de las ideas que configurarán a Isnotú como un centro de peregrinación a la altura de los grandes santuarios del mundo. Es lo que ponemos bajo la protección de San José Gregorio y al entusiasmo de las diversas instituciones eclesiales y civiles dispuestas a ello.
Con el Papa Francisco invoquemos a María, madre del silencio, de la belleza, de la ternura:
“purifica los ojos de los Pastores con el colirio de la memoria: volveremos a la lozanía de los orígenes, por una Iglesia orante y penitente”.
“Madre de la belleza, que florece de la fidelidad al trabajo cotidiano, despiértanos del sopor de la pereza, de la mezquindad y del derrotismo”.
“Madre de la ternura, que envuelve de paciencia y de misericordia, ayúdanos a quemar tristezas, impaciencias y rigidez de quien no conoce pertenencia”.
“Intercede ante tu Hijo para que sean ágiles nuestras manos, nuestros pies y nuestro corazón: edificaremos la Iglesia con la verdad en la caridad. Madre, seremos el Pueblo de Dios, peregrino hacia el Reino. Amén” (Papa Francisco, Roma, 23 de mayo de 2013).-




