Opinión

Nostra Aetate

El 28 de octubre de 1965, durante el Concilio Vaticano II, se promulga Nostra Aetate. Un hito en lo relativo a las relaciones de la Iglesia con otras religiones, muy particularmente en la relación judeo- cristiana

Elías Farache:

 

El 28 de octubre de 1965, durante el Concilio Vaticano II, se promulga Nostra Aetate. Un hito en lo relativo a las relaciones de la Iglesia con otras religiones, muy particularmente en la relación judeo- cristiana.

 

Se reconocen las raíces comunes. Esas que hoy citamos tan a menudo como una necesidad imperante, en un mundo azotado por prácticas que atentan a la esencia misma de nuestra concepción común acerca de Di-s y la conducta humana. Vivimos un mundo difícil, con valores decadentes y mucho descaro. Esto requiere mucha acción de aquellos que tienen y se atribuyen la misión de Di-s en la tierra.

 

Nostra Aeate es la base para un diálogo respetuoso entre católicos y judíos. Sentó los principios de la reconciliación necesaria entre los monoteístas originales. Respeto mutuo, colaboración. Rechazo al antisemitismo, algo tan necesario en nuestros días. También allanó el camino para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Vaticano e Israel en 1993. Bueno, 28 años después. Es que las cosas del Palacio van despacio. Y en el Palacio del Rey del Mundo, este planeta nuestro, sus funcionarios se adhieren con demasiado afán a este dramático principio. Para los judíos, decenas de años no son mucho porque como dijo otro correligionario nuestro: todo es relativo.

 

Uno de los acontecimientos más significativos relacionados con Nostra Aetate, fue la visita de Juan Pablo II a la Sinagoga de Roma en 1986. Primera visita de un Papa a una sinagoga. Un hito histórico y muy importante. En la intención, en el hecho y en la forma.

 

Juan Pablo II en su visita a la sinagoga de Roma dijo algo que ha resultado una reivindicación, un reconocimiento, un halago, una disculpa… una frase elocuente, acertada y que los judíos agradecen. El Papa llamó al judaísmo el hermano mayor del cristianismo.

 

Este reconocimiento de las raíces comunes, que remplaza a la teología del supersesionismo, ha promovido una relación de respeto y continuidad. Es una reparación histórica, necesaria y bienvenida. Reconocer al judaísmo como “hermano mayor” implica dignidad, respeto, cercanía y un vínculo familiar que había sido negado por siglos.

 

La frase no es solo una metáfora, una cortesía diplomática que busca sanar heridas, reconocer la historia compartida y construir un futuro de respeto mutuo. Es uno de los gestos más emblemáticos del acercamiento entre cristianos y judíos en la era moderna.

 

En nuestros días, los que vivimos ahora, el espíritu de Nostra Aetate cobra una importancia renovada y vital. En un mundo signado por el descaro, como se mencionase antes, donde impera la falta de valores y los medios de comunicación masivos y hasta descontrolados alienan a adultos, jóvenes y niños, en momentos en los cuales los valores tradicionales de familia, sociedad y buenas costumbres se ven amenazados por conductas que atentan precisamente contra la moral y las buenas costumbres, es necesario la unión de esfuerzos de todas las iglesias. Porque ninguna grey está exenta ni inmune a este ambiente. La modernidad, los avances de la ciencia, la tecnología, la inmediatez de la información son grandes logros de la humanidad, de cumplir el mandato del Genésis de dominar la Tierra. Pero también llevan consigo el espíritu de la Torre de Babel, de retar al Todopoderoso en su esencia. La Iglesia y la Sinagoga, el cura, el pastor y el rabino tienen ante ellos una ardua y difícil tarea. Una a la cual no se puede renunciar.

 

Otro aspecto que nos atañe como judíos del siglo XXI es muy importante en nuestros días. Nostra Aetate, repetimos, allanó el camino para que El Vaticano reconociese al Estado de Israel y estableciese relaciones diplomáticas en 1993.

 

Este hecho es por demás trascendente en un entorno de eventos en el cual muchos han perdido la vergüenza y niegan el derecho de los judíos a un estado judío, en los linderos de la Tierra Prometida a Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y los profetas. Reconocer que los judíos son algo más complejo que una religión, que son una nación con derecho a la autodeterminación sin que ello signifique la opresión de nadie, es algo que necesita refirmarse en estos convulsionados tiempos de guerras y enfrentamientos, de mentiras esparcidas y verdades desconocidas. De presiones indebidas y foros internacionales corruptos. De azotes de antisemitismo, algunos a plena luz y otros cobijados bajo excusas y disfraces por demás vulnerables.

 

El derecho de los judíos a la Tierra de Israel es una manifestación bíblica. Desconocerlo es desligar la historia de la Divinidad. Algo que muchos hacen sin ninguna vergüenza, y otros no rechazan con la contundencia necesaria. Es la hora de los hombres de fe para elevar su voz, para reafirmar la presencia y los derechos del Hermano Mayor…el primogénito. El silencio complaciente o cobarde respecto a este tema es muy peligroso. Porque mina a los judíos y sus derechos, pero sigue por minar y disminuir a su familia cercana, a su hermano menor.

 

Esto somos los judíos. Esto el judaísmo. Un hermano mayor con una carga de responsabilidades y sometidos a la gracia del Señor y también a su mano estricta. Es el Di-s de la misericordia y es el Di-s de la justicia. No nos está dado comprender los designios del Señor, sí nos está dado profesar una fe indestructible y la confianza en una Eternidad garantizada, esa que Jacob se garantizó y Esaú rechazó…

 

Es al mismo y único Di-s a quien le pedimos que haga justicia con misericordia. Al pueblo judío, a todos en este mundo que tanto necesitan de justicia y misericordia.

 

A fin de cuentas… es cosa nuestra.-

 

Elías Farache S.

26 de octubre de 2025

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