Venezuela

La ideologización marcó el inicio de la crisis de las ciencias en Venezuela

“Desde esa época hasta el presente, esto es lo que está pasando. El país está perdiendo las tasas de 400 y 600 científicos al año. Eso es un descalabro monumental”, alertó Jaime Requena

Venezuela enfrenta una crisis científica marcada por la fuga de cerebros, el control estatal, ideologización y la destrucción institucional. Esta situación condena al país a un rezago profundo en la generación de conocimiento, afectando directamente su desarrollo y capacidad de respuesta ante problemas cruciales de salud pública.

Este problema se abordó durante el Foro Analítica: El deterioro de la ciencia en Venezuela, realizado el 30 de octubre, el cual reunió a destacados investigadores para discutir las causas y plantear soluciones.

Para analizar a fondo esta situación, participaron la licenciada en Biología y jefa del Laboratorio de Biología Molecular del IVIC, Flor Pujol; el químico y exrector universitario Benjamín Scharifker; y el biólogo con doctorados de Cambridge, Jaime Requena. Sus intervenciones revelaron no sólo la magnitud del colapso, sino el factor político e ideológico que aceleró el declive.

El descalabro cuantitativo de la diáspora

El deterioro de la ciencia en Venezuela es una realidad ineludible que se constata en las estadísticas. Benjamín Scharifker destacó que la actividad científica del país gozó de un crecimiento sostenido desde mediados del siglo XX hasta 2008. Sin embargo, a partir de ese año, comenzó un decrecimiento continuado de la producción científica.

Scharifker señaló que hacia finales del siglo XX, Venezuela producía cerca del 5% del conocimiento de América Latina, lo que significaba que “uno de cada 20 artículos provenía de Venezuela”, dijo. El especialista alertó que hoy en día, esa cifra es “menos del 0,5%, o sea, uno de cada 200”. Este descenso representa una caída superior a un orden de magnitud, dejando a Venezuela por detrás de países como Perú, Ecuador y Colombia.

Por su parte, Jaime Requena, quien ha dedicado tiempo al estudio de la diáspora, ofreció un panorama actualizado de la cifra de investigadores emigrados. Si bien al inicio del foro se mencionó que 2.200 investigadores habían salido del país, Requena afirmó que la cifra actual que puede confirmar asciende a 3.400.

Requena mostró que hasta 2006-2008, el país tenía un flujo positivo, aumentando sus capacidades científicas a una tasa de aproximadamente 100 a 200 científicos incorporados al año. “Desde esa época hasta el presente, esto es lo que está pasando. El país está perdiendo las tasas de 400 y 600 científicos al año. Eso es un descalabro monumental”, alertó.

Aunque Flor Pujol mencionó que los bonos de corresponsabilidad en institutos adscritos al Ministerio de Ciencia y Tecnología ayudarían un poco a evitar esa diáspora, estos siguen siendo insuficientes. Requena no observa evidencia de que esta tendencia haya disminuido e insistió en que se  “sigue perdiendo científicos a unas velocidades muy preocupantes”.

Ideologización de la ciencia como punto de quiebre

Más allá de los factores económicos, como la precariedad salarial y la falta de financiamiento, un elemento central en la destrucción del aparato científico venezolano fue el control político e ideológico ejercido por el Estado. Benjamín Scharifker hizo un recuento de cómo esta estrategia se implementó deliberadamente.

El químico explicó que, en 1999, la sustitución del Conicit (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas) por un Ministerio de Ciencia y Tecnología “politiza completamente la ciencia” y controla la producción de conocimiento.

Posteriormente detalló una cronología de ataques a la autonomía académica, como la toma del rectorado de la UCV en 2001 y la “destrucción” del Intevep en 2003, acompañada de despidos masivos en Pdvsa. Intevep era reconocida “no solamente como una industria de extracción, sino como una industria de transformación”.

El golpe más duro a la libertad científica, según Scharifker, llegó en 2005 con la “Misión Ciencia”, pues la misma “dio punto final a la ciencia en Venezuela, porque significó su ideologización”. Además recordó que se introdujeron conceptos, por ejemplo, sustituyendo el investigador por el “cultor de la ciencia”, lo que diluyó “la diferencia entre los conocimientos tradicionales y el conocimiento científico”.

Esta “revolución cultural”, añadió el químico, intentó suplantar el papel fundamental de las universidades y debilitó sus posibilidades de generar conocimiento. Eventos posteriores, como la Ley Orgánica de Educación de 2009 y la creación del Arco Minero en 2016, reforzaron la dependencia de la explotación de recursos naturales en lugar de la producción de conocimiento y la anulación de iniciativas que no provengan del Estado.

Mientras tanto, Jaime Requena, aunque coincidió en el punto de que la ideología es el problema, matizó la responsabilidad del Estado. Puntualizó que, históricamente, la investigación en Venezuela fue financiada estrictamente por el Estado pues el sector privado fue “muy poco generoso con la ciencia en el país”.

“Con eso, lo que quiero decir que el problema no es que el Estado sea quien fiscalice la ciencia, sino que el problema se presenta cuando la  ideología se mete en el asunto de la ciencia, y es lo que nos ha pasado con la llegada del chavismo”, acotó.

Esta ideologización ha tenido consecuencias directas en áreas críticas. Requena mostró que en el campo de la agrociencia -investigaciones en ganadería, forraje, frutales, hortalizas- las publicaciones científicas se desplomaron. En 2008, el país llegó a tener 300 publicaciones en esta área, vital para la alimentación del pueblo; hoy en día, esa cifra se ha reducido a unas 40. “El país llegó a tener una altísima capacidad de ejecución, que es muy necesaria, porque todo lo que tenga que ver con el campo está muy regionalizado”, agregó Requena.

La ciencia venezolana intenta superarse

Flor Pujol se mostró cautelosamente optimista. Cree que el fuerte “arraigo” familiar podría garantizar el retorno de 10% a 20% del personal calificado. Su propuesta se centró en atender la “urgencia salarial”, acompañada de una “mejor inversión en ciencia” y la búsqueda de financiamiento privado y cooperación internacional.

Benjamín Scharifker planteó que la sociedad debe asumir el protagonismo del desarrollo, dejando atrás la dependencia del Estado como único financiador. El futuro desarrollo debe basarse en el “desarrollo de las capacidades humanas” y la innovación, no en la explotación de recursos naturales. La clave es la “vinculación” entre el sector académico y el sector productor de bienes y servicios, tanto nacional como internacional. Insistió en la necesidad de garantizar la libertad, para que la “curiosidad humana” impulse la investigación, incluso en áreas que nunca serán prioritarias para las políticas de Estado.

Finalmente, Jaime Requena alertó sobre la pérdida de la “masa crítica”, tras destacar que solo quedan unos mil investigadores activos en el país, un número insuficiente para abordar la recomposición. Ante este panorama, el biólogo presentó tres propuestas:

 Financiamiento: Reactivación de créditos internacionales (mencionando los gestionados previamente con el Banco Interamericano de Desarrollo).

 Cooperación internacional: Fomentar la ayuda extranjera para atraer talento, recordando que históricamente más del 10% de la ciencia venezolana tuvo un componente de colaboración extranjera entre 1940 y 1970.

 Recomposición institucional: Es vital “reunir en sitios estratégicos, para programas estratégicos, los pocos científicos que tenga Venezuela”. Esta concentración, afirmó, buscaría generar un “efecto vitrina” que entusiasme a las nuevas generaciones a estudiar carreras científicas, revirtiendo así, a largo plazo, la catastrófica fuga de cerebros científicos.-

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