¿Qué es la comunión de los Santos?
Estamos empezando a celebrar la festividad de todos los santos y luego el día de los difuntos, momentos importantes para reflexionar y estudiar más en profundidad la comunión de los santos

Por comunión de los santos entendemos la comunicación o unión intima entre los fieles de la tierra, los del purgatorio y los del cielo. Todos forman una santa comunión, siempre que el pecado mortal no lo impida, están unidos con Cristo su cabeza, y todos entre si forman una comunión de vida sobrenatural, santificados por el Espíritu Santo (1 Cor 12,13).
Esta comunión se da entre la iglesia peregrina, la de los fieles en la tierra, la iglesia purgante, las almas que están en el purgatorio y la iglesia triunfante, las almas del cielo, de forma que todos son parte del cuerpo místico de Cristo, donde Cristo es la Cabeza. Esta comunión consiste en que los unos tenemos parte en las buenas obras de los otros, esto es, las oraciones y sacrificios de unos, ayudan a otros miembros del cuerpo místico.
Los miembros de esta comunión se llaman santos aun cuando vivan en la Tierra, al estar santificados por el bautismo (1 Cor 6,11) y estar llamados todos a la Santidad (1 Tes 4,3).
¿Qué dice la Escritura de la comunión de los Santos?
Según la Biblia los que vivimos en la Tierra podemos ayudarnos unos a otros mediante la oración y las buenas obras:
-En el At vemos el caso de Abraham (Gen 18,23s) Moisés (Ex 32,11) Samuel (1Sam 7,5, 12,19 s) y Jeremías (Jer 18,20) presentan oraciones por el pueblo de Israel o bien las hacen intercediendo por alguna persona.
–Cristo invita a los discípulos a orar por los que los persiguen (Mt 5,44).
–San Pablo ora por sus comunidades (Rom 1,9 s) y pide le ayuden con sus oraciones (Rom 15,30).
–Santiago enseña lo mismo que San Pablo “orad unos por otro” y añade además “la oración del justo es poderosa” (Sant 5,16).
Pero no solamente la Biblia enseña que podemos ayudar al prójimo con las oraciones, también con otras buenas obras, como ayunos y limosnas:
Moises se ofrece a Dios como sacrificio en favor del pueblo (Ex 32,32)
Job ofrecio un holocausto para expiar los pecados de sus hijos ( Job 1,5)
Isaias vaticina la pasión expiatoria del Mesias por nuestros pecados (Is 53)
En Ester 4,16 se ayuna por otras personas para ayudarlas mientras vivian.
San Pablo ofrece sus sufrimientos en favor de la Iglesia (Col 1,24) y se sacrifica por el bien de las almas (2Cor 12,5).
Todo esto nos muestra como los miembros de la Iglesia peregrina podemos ayudarnos unos a otros, pero la cuestión ahora sería, ¿Pueden los santos del cielo ayudarnos a los de la Iglesia peregrina? Es decir, ¿Pueden los santos del cielo orar por nosotros o interceder por nosotros? La respuesta es si.
El Concilio de Trento declara: “Es bueno y provechoso implorar la ayuda de los Santos” (Dz 984). La expresión práctica de esta fe de la Iglesia es la celebración de las festividades de los santos.
La legitimidad del culto a los santos se deduce del culto tributado a los ángeles, del que hallamos claros testimonios en la Sagrada Escritura: Jos 5, 14; Dan 8, 17; Tob 12, 16. La razón para venerar a los ángeles es su excelencia sobrenatural, que radica en la contemplación inmediata de Dios de que ellos disfrutan (Mt 18, 10). Y como también los santos contemplan a Dios cara a cara (1 Cor 13, 12; 1 Ioh 3, 2), son por lo mismo dignos de veneración.
En 2 Mac 15, 11-16, se da testimonio de la fe del pueblo judío en la intercesión de los santos : Judas Macabeo contempla en un sueño «digno de toda fe» cómo dos justos que ya habían muerto, el sumo sacerdote Onías y el profeta Jeremías, intercedían ante Dios por el pueblo judío y la ciudad santa . Encontramos otros testimonios similares en Jer 15, 1, Ezequiel 14,14.
Según Tob 12, 12, Apoc 5, 8, y 8, 3, los ángeles y santos del cielo presentan a Dios las oraciones de los santos de la tierra, es decir, las apoyan con su intercesión, como era de esperar de la perseverancia de la caridad (1 Cor 13, 8). Es precisamente por esto “ la caridad o el amor nunca muere” que podemos afirmar, los santos del cielo siguen amando a los santos de la tierra. “Cristo prometió a sus apóstoles rogar por ellos (Jn 14,16, 1Jn 2,1), el infeliz epulón se preocupaba en el infierno de la suerte de sus cinco hermanos (Lc 16,19) son pruebas de que la caridad no termina con la muerte, la doctrina bíblica de que la caridad nunca muere conlleva la licitud de invocar a los santos.
La invocación a los santos la hallamos testimoniada por primera vez en SAN HIPÓLITO de Roma, que se dirige a los tres compañeros de Daniel con la siguiente súplica: «Os suplico que os acordéis de mí, para que también yo consiga con vosotros la suerte del martirio» (In Dan. II 30).
¿Es licito orar por los difuntos o hacer ayunos limosnas o sufragios por las almas del purgatorio?
Si es licito que los fieles vivos ayuden a las almas del purgatorio por medio de sus intercesiones (sufragios).
Por sufragio no sólo se entiende la oración en favor de alguien, sino también las indulgencias, las limosnas y otras obras de piedad, sobre todo la santa misa.
El II concilio universal de Lyón (1274) y el concilio de Florencia ( 1439) definieron, con las mismas palabras: «Para mitigar semejantes penas, les son de provecho [a las almas del purgatorio] los sufragios de los fieles vivos, a saber : las misas, las oraciones y limosnas y otras obras de piedad que suelen hacer los fieles en favor de otros fieles según las disposiciones de la Iglesia» ; Dz 464, 693.
Según 2 Mac 12, 42-46, existía entre los judíos de aquella época la convicción de que podía ayudarse con oraciones y sacrificios a las almas de los que murieron en pecado. A la oración y al sacrificio se les atribuye valor purificativo del pecado.
El cristianismo naciente recogió del judaísmo esa fe en la eficacia de los sufragios en favor de los difuntos. San Pablo desea la misericordia de Dios en el día del juicio para su fiel auxiliar Onesíforo, que, según todas las apariencias, ya no se contaba entre los vivos al tiempo de redactarse la segunda carta a Timoteo : «El Señor le dé hallar misericordia en aquel día cerca del Señor» (2 Tim 1, 18).
Tras la muerte de Saul ayunaron los Jabes Gallad siete días, otro tanto hicieron David y los suyos a la muerte del mismo Saul, Jonatan y sus cortesanos (1Sam 31,13, 2Samuel 1,12). El motivo de estos ayunos era para socorrer las almas de los difuntos, sino ¿ de que serviría el ayuno de siete días?
La tradición es rica en testimonios:
Entre los monumentos literarios de la antigüedad, hallamos primeramente las actas apócrifas de Pablo y de Tecla (de fines del siglo 1I), las cuales testimonian la costumbre cristiana de orar por los difuntos: Tecla ora de esta manera: «Dios del cielo, Hijo del Altísimo, concédele a ella [a Trifena, madre de la difunta], según lo desea, que su hija Falconilla viva en la eternidad» (Acta Pauli et Theclae 28 s). TERTULIANO, además de la oración por los difuntos, da también testimonio del sacrificio eucarístico que se ofrecía por ellos en el aniversario de su óbito (De monogamia 10; De cor. mil. 3; De exhort. cast. 11)
Las inscripciones sepulcrales paleocristianas de los siglos II y III contienen a menudo la súplica de que se haga una oración por los difuntos o el deseo de que obtengan la paz, el refrigerio, la vida en Dios o en Cristo; un ejemplo es el epitafio de Abercio de Hierópolis (anterior al 216) : «Quien se entere de esto y sea compañero de la fe, que rece una oración por Abercio»
Por todo ello la costumbre de orar por los difuntos se remonta a los tiempos apostólicos.-




