Los médicos, la fisiatría, los ejercicios
Son maravillosos profesionales de la salud, a nuestro servicio. Cumplen con la norma de San Ignacio: “En todo amar y servir”

Gloria Cuenca:
Para los hombres y mujeres dedicados a nobles y trascendentales profesiones.
No es un secreto, lo he contado de muchas maneras; va a hacer un año, me caí por las escaleras de mi casa. Me fracturé dos huesos: el tobillo y el peroné. Se me desplazó la fractura. Me resistí a operarme. Tuve miedo que se me desatara el alemán, es decir, Alzheimer. (Ya sufrí una terrible experiencia, cuando Adolfo Herrera, QEPD, se operó.) Dos brillantes médicos un traumatólogo y un anestesiólogo, los Drs. Daniel Escalona C. y Adolfo Ochoa P. me operaron con lo que se conoce como raqui anestesia. La operación fue un éxito. Mi cabeza, con los olvidos naturales de la edad, está bien y lúcida, gracias a Dios y a esos maravillosos galenos.
No obstante el excelente resultado de la operación, la recuperación plena ha sido a “paso de morrocoy”. Es decir, tengo casi un año en este proceso: primero sin poder caminar, luego la fisiatra, la especialista en laser, la incorporación de un aceite ozonizado, con el médico traumatólogo, pendiente y ayudando. Ocurrió que hice un rechazo a los puntos de sutura en una parte del tobillo. No quiero contar, pero se me hizo un hueco, que no sanaba. Finalmente, cicatrizó, logré empezar a caminar y ahora, hasta manejo, a pesar de mi edad. Dedico este artículo, con profundo agradecimiento, desde lo más hondo de mi corazón a esos jóvenes, de las diferentes profesiones de la salud, que me han ayudado en esta etapa de sanación definitiva. Hago un reconocimiento, especial al Dr. Daniel Escalona C. tuvo que lidiar, además de con todas mis preocupaciones y temores, con el otro problema. Pasaron meses antes de terminar de curarme, y sentir que estaba bien. ¿Qué les parece?
Saber que hay gente buena, que se dedica a estas profesiones, con altruismo y generosidad, nos reconforta en los momentos complejos del país y del planeta. Necesito expresar y comunicar mi agradecimiento cuando, por fin, me siento saludable y dispuesta a seguir con mis actividades.
Les cuento, que esta etapa ha sido muy difícil. No estoy acostumbrada a que me hagan las cosas personales, aseo y demás. Me parecía terrible estar en cama, casi sin moverme.
Después de meses, un día de repente, me di cuenta: no sabía caminar. ¿Volver a aprender a caminar a los 85 años? ¿Yo, que aprendí a caminar de 9 meses? Pues si, la angustia fue grande, ¿qué hacer? Bajo la Dirección del traumatólogo, Dr. Escalona, llegaron los fisiatras. Primero, una encantadora joven que venía a mi casa, Frangely. Me sacó de la cama, empecé a dar pasitos, adolorida, asustada y con miedo. Fue decisivo y con su experticia logró sacarme adelante. Por supuesto puse toda mi voluntad en eso.
Luego, pasé al grupo que tiene el Instituto de Previsión del Profesor de la Universidad Central de Venezuela. En el sector de fisiatría, encontré a extraordinarios profesionales de la medicina y la fisiatría. Son, en conjunto con mi esfuerzo. los responsables de que haya recuperado la normalidad progresivamente. Han sido profesionales de primera: sinceros, preparados y siempre en búsqueda de alternativas para lograr mejorías. Con excelente humor, la cara sonriente para nosotros pacientes mayores, adoloridos y de alguna manera tristes y con poca esperanzas. Ellos, alegres, transmiten confianza, nos ayudan con sus gestos y palabras. Comienzo por dar las gracias a la Dra. Yuldrica Sierra, fisiatra y también al grupo de Verónica, César, Hylo y Galia. Hay otros cuyo nombre no recuerdo. Han hecho una labor fantástica con nosotros todos, profesores, algunos jubilados, como yo, otros todavía activos. Descompuestos y atormentados por eventos desagradables, caídas y demás sucesos que en todo caso lograron mejorar con eficiencia y un trabajo realizado impecablemente. Agradecida a todos. Los recomiendo a todos los que necesiten rehabilitación. En efecto se trata de profesionales de primera.
Cuestión aparte, los ejercicios. Tener la voluntad para hacerlos, y bien, cumplir la meta que se ha propuesto es otro problema. Se requiere de voluntad y decisión por lograr el objetivo, sentirse bien y seguir adelante.
Aceptar que vivirán rodeados de la enfermedad, y de la muerte. De la recuperación y la esperanza también, requiere de una manera de ser especialmente humana y caritativa. Capaz de curar a los demás, es el ejercicio del mandamiento de la Ley de Dios: “Amar a los otros, como así mismo”. Estos profesionales demuestran con su acción que van más allá. Eso quedó demostrado durante la reciente pandemia. No se les ha rendido el necesario y merecido homenaje; tanto a los médicos que lograron salvar a muchas personas, como aquellos otros, que dejaron su vida en ese momento, sirviendo al prójimo.
Me preocupa que cada vez que algo sale mal, de inmediato se busca informar sobre lo mal hecho; sin embargo, cuando el proceso es el correcto y los resultados son los esperados y deseados, no se dice nada. Recordar, son maravillosos profesionales de la salud, a nuestro servicio. Cumplen con la norma de San Ignacio: “En todo amar y servir”. No olvidarlo.-




