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| La izquierda… |
| “Bienvenidos al policeno, ha sido un interesante viaje llegar aquí”, escribió esta semana Thomas Freidman en su columna en The New York Times. Así denominó a los tiempos actuales, tras una larga búsqueda por un término que resumiera lo que estamos viviendo. Es verdad, la idea no es suya, sino de Craig Mundie, exjefe de investigación y estrategia de Microsoft, pero vale igual. Es una época de policrisis, policéntrica y de sociedades polimórficas. Tiempos donde no sólo todo es posible, sino donde los hechos no son binarios, sino complejos. La reflexión escasea y abundan las sorpresas. Todo cambia aceleradamente. Basta mirar por estos lados lo que sucedía hace cinco años y lo que sucede hoy. La otra cara del espejo.
Por una parte, como apunta Michael Reid, de ganar Kast se rompería un tabú, al menos uno que persiste desde el retorno a la democracia, mientras que por otra, el resultado de Jeannette Jara es el peor de un candidato o candidata de izquierda en más de medio siglo. Una “debacle”, como la describió Max Colodro, “la epifanía de una tragedia histórica”. Porque, dice, “se tuvieron que dañar muchas cosas para que este resultado fuera posible”. “Sin el esfuerzo de Gabriel Boric y su séquito, sin la complicidad de la izquierda y la centroizquierda, ese Chile que derrotó a Pinochet con el 55% no podía terminar en un 26%”, dice. Ese es el “milagro” del oficialismo, “demoler todo lo construido desde el retorno a la democracia”.
Es la hora de la resignación, escribía Óscar Contardo en vísperas de la elección, para un sector que hace cuatro años “hacía pensar que lograría (…) cambiar la política local”. Nada de eso sucedió y hoy “Jeannette Jara tendrá una segunda vuelta cuesta arriba”. Es verdad que mucho responde a un fenómeno internacional, “pero las izquierdas tienen una responsabilidad propia en que esto ocurra, desde partidos que se han convertido en meros movilizadores electorales, discursos ciegos a las urgencias de los sectores populares en temas como la seguridad y la criminalidad, hasta desdeñar los cambios culturales y sociales que están provocando las transformaciones tecnológicas en curso”. ¿La derrota de la batalla cultural?
Como dice Friedman, en el policeno las cosas no son simples. Por eso, nada asegura que la nueva realidad sea permanente. Y la pregunta, como apunta Fernando Londoño, es ¿qué puede alterar por estos lados el péndulo de los bandazos, el ciclo de las frustraciones? Porque “sin reformas reales, profundas, todo indica que mientras mañana celebrarán los sectores que apoyan a Kast, pasado mañana lo harán los de la futura oposición”. O incluso un “outsider” de turno al que podría bastarle salir segundo en una primera vuelta fragmentada para luego cabalgar la ola de las frustraciones”. Para Londoño, la clase política tiene ahora “una nueva oportunidad” de avanzar, pero la gran la duda es “¿cuántas oportunidades quedan aún?”. |
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| Y la sorpresa de la elección |
| “Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo y podrás luchar cien batallas sin ser derrotado”, dicen que decía Sun Tzu, el autor del Arte de la Guerra. Y si bien la política no es una guerra, a veces se parece y la frase del estratega chino vale para estos tiempos, en especial cuando las sorpresas -que ya no lo son tanto- no dejan de aparecer. Tal vez, todo es culpa de que los candidatos no conocen bien a sus rivales, o para ser precisos, a los votantes de sus rivales. Eso sucede con Franco Parisi, que como escribe Natalia Piergentili, otra vez fue “el candidato que nadie vio”. Y cuando las sorpresas se repiten dejan de ser sorpresas, se vuelven tendencia. Por eso, la pregunta no es “por qué crece Parisi”, sino “por qué nosotros no volvemos a anticiparlo”.
Más que una anomalía, apunta Piergentili, el candidato del Partido de la Gente es un síntoma. Pero ¿síntoma de qué? Quizá, dice, especialmente en el norte, “de un electorado que siente que la agenda política habla de ellos, pero nunca con ellos”. Es el voto de los excluidos, sugiere Cristóbal Osorio, que ve en Parisi, y también en Johannes Kaiser, “autenticidad y representación”. Un campo, agrega, “que pertenecía a una vieja izquierda que ahora se percibe como elitizada e intelectualizada”. Votantes que, como apunta Paula Walker, los políticos de uno y otro lado “no los ven”, y si lo hacen, “no les saben hablar”. Muchos, además, a quienes el voto obligado los hizo aparecer y que ahora dejaron ser “solo del norte”, están en “la zona central y en el sur”.
Como sugiere Pablo Ortúzar, hay algo que la política no está viendo y que se remite de nuevo al 18 de octubre de 2019. “Entender a Parisi”, dice, “exige entender el estallido social” o incluso más allá. “Hay que entender muy bien al adversario para poder enfrentarlo”, afirma, y eso falta. El 18/O, apunta, es más que un “estallido criminal”. “Parisi, en buena medida, es el estallido, y el estallido es, en buena medida, Parisi”, dice, y “hay que mirarlo de cerca”. Sólo así se podrá “escuchar entre todo el ruido, la voz de un país de clase media y valores democráticos que por muchas razones aplaudió primero el fuego” y “luego se quemó y lo temió”. Como decía Diógenes: “oyendo es como se aprende a hablar”.-
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