Trabajos especiales

«Nuremberg»: película judicial, un mal que fascina… y una escena absurda con el Papa

Análisis de la película sobre los juicios de Núremberg, su escena ficticia con Pío XII y su exploración de la maldad

La película norteamericana Nuremberg está ya en los cines españoles, colocándose la tercera en taquilla tras Zootrópolis 2 y Wicked 2.

Se inspira en el libro El nazi y el psiquiatra, del periodista Jack El-Hai, quien participa en la película como productor ejecutivo. Jack El-Hai tuvo acceso a cajas y cajas de material del psicólogo norteamericano Douglas Kelley, el psicólogo que interrogó a los criminales nazis en los juicios de Núremberg y peculiarmente fascinado por Hermann Göring, el mayor jerarca nazi tras el suicidio de Hitler.

Kelley buscaba en los jefes nazis algún tipo de anomalía psíquica para entender la maldad que generaron. Lo que descubrió es que (exceptuando a Robert Ley, al que consideraba delirante) eran tipos bastante normales, quizá un poco más inteligentes que la media, que asumieron una ideología y machacaron a quien hiciera falta, centrándose en los judíos, y convenciendo y arrastrando a masas enteras de alemanes con ellos.

El psicólogo escribió un libro (22 cells in Nurembergseñalando que eso podía pasar en cualquier sociedad, también en Estados Unidos, que una tiranía cruel podía llegar en cualquier momento. Eran los años 50, tiempos de Guerra Fría y racismo institucional en varios estados norteamericanos, y nadie en EEUU quiso dar publicidad al libro del psicólogo, que vendió poco.

La película no tiene escenas de sexo, alusiones sexuales de ningún tipo, torturas, elementos raciales absurdos ni se regodea en lo violento… pero hay ejecuciones en la horca (se oye el crujir, no se muestra en detalle) y escenas reales de los campos de concentración. Por su temática compleja, puede ser educativa a partir de los 16 años.

Russell Crowe interpreta a Hermann Goering en la película Nuremberg; juzgan a 22 nazis, sólo 4 hablan en el filme

Russell Crowe interpreta a Hermann Goering en la película Nuremberg; juzgan a 22 nazis, sólo 4 hablan en el filmewalden media

«Nuremberg» es una película de juicios, pero especial…

Es una película de juicios de dos horas y media, pero con un juicio muy especial: se juzga a unos criminales nazis por unos crímenes recién creados específicamente para ese juicio. Y es una historia con abundante documentación, donde es posible comparar las películas del juicio real con las escenas equivalentes del filme. Las celdas del filme, por ejemplo, son recreaciones prácticamente exactas de las reales. La película incluye imágenes reales de películas históricas de los campos de concentración nazis, que muestran maquinaria retirando montones de cadáveres, y hombres desnutridos, como esqueletos andantes.

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A nivel de película, por un lado, el interés está en la estrategia procesal, la psicología de los implicados, e intentar entender la época, que buscaba implantar cierta racionalidad y bases jurídicas en un mundo que salía de la II Guerra Mundial y la mera ley del más fuerte.

Por otro lado, se trata de un duelo interpretativo de personalidades que se tantean, la del psiquiatra Douglas Kelley (interpretada con rasgos inquietantes por Rami Malek) y el nazi Hermann Göring, interpretado por Russell Crowe (Gladiator), que tiene que ser a la vez empático, y hasta simpático, que busca presentarse como un padre de familia y un militar patriota (como los del otro bando) y echa las culpas de los campos y sus matanzas al ya suicidado Himmler. ¿Hay algo más terrible debajo, oculto? Kelley también choca con el jefe de la prisión, con una guapa civil norteamericana, con los fiscales… pero con todos ellos trata de aportar algo.

La gente y los nazis

El personaje que interpreta Leo Woodall, militar ayudante a ratos del psicólogo, vio de cerca lo que pasó en la Alemania nazi. «La gente permitió que pasara», dice. Pero no detalla mucho el cómo. Al menos dos personajes (un jefe inglés y un jefe alemán) lo atribuyen, sobre todo, al resentimiento alemán tras las condiciones humillantes del Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial. Nadie alude a una mentalidad especial de los alemanes, nadie sospecha que un rasgo propio de ellos sea el obedecer órdenes o actuar en bloque.

Un contraste interesante se da entre Hermann Göring, que debe caernos peligrosamente simpático, y los otros nazis lamentables que le acompañan en el banquillo. Rudolf Hess es un enigma psicológico (pero se las arregló para vivir hasta 1987, aunque siempre preso). Robert Ley se muestra agresivo, inestable y se suicida de manera elaborada. Julius Streicher es un saco de odio racial, antisemita furibundo, gimotea y lloriquea en la horca. Es abyecto. Ya que Göring parece mostrar cierta dignidad, los cineastas han de dejar claro que el nazi medio sería como Streicher, que no eran superhombres nietzschianos. La horca no funciona bien con él, le oímos asfixiarse, vemos sus orines. Ninguna valkiria le recoge. Sabemos que históricamente varios de los ejecutados sufrieron de un ahorcamiento chapucero.

Casi ningún otro nazi tiene líneas de texto, excepto uno que señala el terrible nivel de destrucción de los bombardeos aliados sobre la ciudad de Núremberg. La película deja caer de vez en cuando algunos de los abusos de los Aliados en la guerra contra civiles, incluyendo la bomba atómica.

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El filme, como el juicio real, recoge que las acusaciones de tipo militar (agresión a un país no implicado) no iban a funcionar muy bien, porque los ingleses también ocupaban países de manera preventiva o lo intentaban. Así que el juicio real, y el de la película, se centra en el exterminio de judíos, el racismo y la planificación para exterminar en campos de la muerte. Vale la pena señalar que aunque se menciona que los soviéticos participaron en el juicio y se ve su bandera, no se nos muestran en ninguna escena ni se oye ninguno de sus argumentos (en la vida real acabaron quitando valor al juicio y criticando todas las sentencias que no fueran pena de muerte).

Acercar la época a la gente de hoy

La mente detrás de esta película es la de su guionista, director y productor, James Vanderbilt, quien repite a la prensa que sus abuelos lucharon en la Segunda Guerra Mundial, que él creció escuchando sus historias, como algo cercano… y que ahora sus hijos, nuestros jóvenes, lo oyen como un pasado muy lejano. «Es importante no olvidar el pasado y tenemos que ser capaces de mirar hacia atrás para poder avanzar», explica.

En cierto sentido, el protagonista es el fiscal que intenta sentenciar a los nazis y mostrar al mundo que su maldad fue más allá de los desastres esperables de una guerra. Se trata de Robert H. Jackson, quien llegaría a ser juez del Tribunal Supremo de EEUU (cargo vitalicio del máximo rango).

Lo interpreta Michael Shannon, quien en declaraciones a la prensa asegura que admira «profundamente» a Jackson, y lo admiró más y más al conocerlo y estudiarlo. «Más allá del simple bien y el mal, lo que más me fascinaba era el carrusel de la hipocresía«, declaró Shannon a OSV News sobre la película. Señaló «la capacidad de Göring para echarnos en cara nuestras propias acciones; no es que sean equivalentes a lo que hicieron los nazis, todos sabemos que no es así».

Una escena absurda que nunca sucedió: la visita al Papa

La película muestra al fiscal Jackson visitando al Papa Pío XII para pedirle que apoye el juicio de Núremberg y acusándole de haber sido demasiado cercano al nazismo. Es una escena que nunca se dio en el mundo real: ni Jackson se reunió nunca con el Papa ni le presionó.

¿Por qué existe entonces esa escena?

Lo analizan con detalle en Scraps From The Loft, una revista digital que desde 2016 destaca por transcribir diálogos y escenas de cine y analizarlas. No ven tanto un anticatolicismo activo y declarado, como una serie de vicios o topicazos del cine norteamericano.

El Jackson de la película sería una especie de brillante humanista lleno de sinceridad y justicia y fe en algo verdadero («creo en el hombre, en nuestra capacidad de salvarnos a nosotros mismos»), frente al apocado, ineficaz, pactista, cobarde y nada espiritual Pontífice. En el mundo real, la claridad moral escasea. En la película, para mostrar que Jackson tiene un alto nivel moral, buscan un contrincante mediocre y lamentable, casi hipócrita… y es el Papa, con una única escena.

Una escena absurda de la película Nuremberg que nunca sucedió, Robert Jackson no visitó al Papa, ni éste se opuso a los juicios de Núremberg

Una escena absurda de la película Nuremberg que nunca sucedió, Robert Jackson no visitó al Papa, ni éste se opuso a los juicios de Núremberg deaplaneta

«Es el héroe estadounidense secular diciendo la verdad al poder del Viejo Mundo», apuntan en Scraps. El cine, explican, «anhela adversarios externos. Un protagonista preocupado por los precedentes legales no es dinámico; un protagonista que reprende al Papa es electrizante». La película muestra a la Iglesia (en parte, símbolo de la Vieja Europa) como «una institución cínica y arcaica que prioriza el ojo por ojo o la neutralidad diplomática sobre la justicia».

Además, en las películas americanas siempre debe haber un «extranjero» valiente y justo, que llega de fuera, y se atreve a decir la verdad a «los de dentro», atrapados en sus autoengaños. Es un topicazo norteamericano, «el abogado honesto y franco que rompe con la sofisticación de la decadencia europea».

El Pío XII de la película parece encarnar una fantasía: que «el principal obstáculo para los juicios de Núremberg fue una objeción filosófica o religiosa al juicio». Este Papa apocado «sitúa a Jackson en una posición moral superior, con la mirada puesta en él». Este Jackson (que, como muchos espectadores, se declara «no especialmente religioso», pero cree en la justicia) es «el gran hombre forastero» que viene a impartir justicia, sin dogmas, con sentido común.

«Esta es una ficción seductora. Sugiere que los juicios de Núremberg fueron el triunfo inevitable del legalismo secular estadounidense sobre el pactismo religioso europeo. Pero, en la vida real, los juicios fueron un intento desordenado, comprometido e imperfecto de mantener unida a la civilización con cinta adhesiva y retórica altiva», detallan en Scraps from the Loft.

Luego añaden que en el mundo real «los obstáculos eran mucho más pragmáticos. Los británicos querían simplemente ejecutar a los líderes nazis sin juicio; los rusos querían un juicio-farsa donde se presumiera la culpabilidad. La lucha de Jackson era establecer un estado de derecho en un vacío de venganza».

Como advierten en esta revista, «para millones de espectadores, Robert Jackson será para siempre el hombre que plantó cara al Papa, no el hombre que luchó por definir legalmente la «agresión» para que su propio país no fuera tildado un día de estado criminal». Así, «oscurece la pregunta más difícil que Jackson [el real] planteó al mundo: ¿Se convertirán los vencedores en los villanos?» Así, borra «el verdadero horror de Núremberg, que no fue solo el relato de los crímenes nazis, sino la aterradora constatación de que el poder de juzgar es tan peligroso como el poder de matar».

En declaraciones a OSV News, el historiador Richard F. Crane, del Benedictine College de Atchison (Kansas, EEUU) explica que en el mundo real «el Papa Pío XII no condenó los veredictos ni las sentencias del juicio de Núremberg, ni desaconsejó activamente la celebración de esos juicios por crímenes de guerra. Sí expresó su profunda preocupación por la posibilidad de que el pueblo alemán sufriera un castigo colectivo por las atrocidades nazis». También pidió conmutar las penas de muerte de algunos de los peores criminales de guerra. Pone el ejemplo de Hans Frank, exgobernador de Polonia, que según parece recuperó sinceramente la fe católica de su infancia mientras estaba en prisión (tras dos intentos de suicidio), pero aún así fue ahorcado en 1946. Además, ya en 1950, con bastantes criminales ya ejecutados, el Papa pedía generosas amnistías para los  que llevaban ya 5 años encarcelados, incluso para nazis nada arrepentidos, siempre con la idea de «pasar página». (Pero eso es años después de la época que recoge la película).

  • [Pío XII fue Papa casi 20 años, de 1939 a 1958, durante la Segunda Guerra Mundial, la postguerra y la Guerra Fría. Se pueden leer muchos hallazgos sobre él y su pontificado en ReL, en la sección Pío XII].

¿Un análisis girardiano? Fascinación mimética

Es tentador aplicar la teoría mimética de René Girard a esta película, y al libro El nazi y el psiquiatra, del periodista Jack El-Hai.

Girard habla de personas (y culturas) que se miran y envidian unas a otras. Envidian al vecino, al similar, no al tremendamente ajeno. Esa envidia lleva a destruir al otro, que es competidor, y también a sustituirlo, ocupar su lugar, y a veces, sintiéndose culpable, elevarlo, deificarlo.

Russell Crowe interpreta a Hermann Goering, el mayor jerarca nazi en los juicios de Núremberg

Russell Crowe interpreta a Hermann Goering, el mayor jerarca nazi en los juicios de Núrembergdeaplaneta

Todo se cumple en la película. El psiquiatra Douglas Kelley empieza estudiando a Göring. Llegan a tener una relación que puede rozar o parecer la amistad, aunque no es realmente desinteresada. Quieren entenderse… y eso puede llevar a imitarse. En la vida real, Göring propuso al psicólogo norteamericano ser tutor de su hija Edda si él moría, pero la madre se opuso. Göring critica (con mucha razón) los crímenes de guerra de los Aliados, y el psiquiatra va asumiendo eso.

Douglas Kelley sólo vivió doce años más que Göring. Murió exactamente igual, por el mismo método, que el nazi que le había fascinado. Para entonces tenía problemas de alcoholismo. La psiquiatría no servía para entender la maldad de los criminales. Buscaba en otras ramas de la criminalística sin éxito. Como la mirada de la serpiente, el mal puede fascinar para luego destruirnos. Kelley, quizá por una depresión, quizá por faltarle los recursos cristianos de fe y esperanza, sucumbió a ese mal.

Frutos de Núremberg

De Núremberg salió una estructura jurídica y ética (incluso bioética, si lo ligamos a la Declaración de Helsinki de 1964, heredera de los juicios a los médicos nazis), que intentó fomentar la paz y estándares éticos elevados. Pero no se construyó sobre el mero positivismo jurídico. Bebía de la conciencia de que el bien y el mal existen, y son anteriores a los poderes políticos, al Reich Nazi o a la URSS, por mencionar entidades poderosísimas, y asesinas, que ya no existen.

La película, más allá de su absurda escena con el Papa, hace bien en invitar a una mayor exigencia ética, también internacional, y a buscar que se apoye en cimientos fuertes. También hará pensar a las generaciones jóvenes, que no suelen pensar en estas cosas.-

Imagen referencial: Pío XII y el fiscal Robert Jackson, en un encuentro de la película Nuremberg… que nunca se dio en el mundo real 

Pablo J. Ginés

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