Cárcel, tortura, exilio: «Por qué el régimen de Daniel Ortega se ensaña con los sacerdotes como yo»
Bajo pseudónimo, Javier Ramírez describe la saña con que se persigue a la Iglesia en Nicaragua. También hay eclesiásticos que se han acomodado

Javier Ramírez es el pseudónimo utilizado por un sacerdote nicaragüense para describir la terrible realidad de la persecución a la Iglesia en su país. Ha publicado su testimonio en el número de diciembre de 2025 de Tempi:
Soy uno de los sacerdotes exiliados por el gobierno sandinista de Nicaragua, víctima de una injusta persecución por defender los derechos humanos y la libertad religiosa en mi país.
Me expulsaron de mi parroquia y luego me encarcelaron en una celda de máxima seguridad, en aislamiento total y sin poder ver ni a mi familia ni a un abogado defensor. En la cárcel sufrí torturas psicológicas, con una luz encendida todo el día y una cámara que grababa todos mis movimientos. Tenía un cubo de agua que se llenaba al amanecer y que me servía para beber, lavarme y como retrete. Durante el día me trasladaban a otra celda putrefacta durante interminables horas. Me concedían diez minutos de sol al día, escoltado por cuatro policías. Después de muchos días de detención, fui exiliado. Me dieron un pasaporte para expatriarme, pero en mi país perdí mis derechos civiles.
Durante mi ministerio sacerdotal critiqué duramente la actuación del gobierno de Daniel Ortega, que se ha dedicado sistemáticamente a violar los derechos humanos fundamentales, como la libertad de movimiento, prohibiendo las protestas e instaurando un sistema de espionaje de la población a través de las sedes sandinistas presentes en cada manzana y en todos los barrios, auténticas organizaciones dispuestas a actuar contra cualquier ciudadano que se atreva a manifestar su disconformidad con el régimen. Manifestarse significa arriesgarse a ser detenido y poner en peligro a la propia familia y al trabajo.
La religión como enemigo
En lo que respecta a la persecución religiosa, el régimen inició su proyecto comprando la conciencia de sacerdotes y líderes eclesiásticos con prebendas económicas y de cualquier otra índole, chantajeando a los sacerdotes en el plano moral, manipulando los símbolos católicos, instrumentalizando y prohibiendo las procesiones.
En la actualidad, se han confiscado muchas iniciativas sociales, dispensarios, numerosas escuelas y universidades católicas, residencias de ancianos y medios de comunicación. Tras la revuelta popular de abril de 2018, se ejerce un control absoluto sobre sacerdotes y religiosos, se vigilan sus movimientos y sus canales de comunicación, se graban sus homilías. La mayoría de los sacerdotes no se atreven a salir del país por miedo a que no les dejen volver a entrar, como ha ocurrido en muchos casos. Además, muchos laicos que colaboran con ellos son amenazados y obligados a denunciarlos.
El futuro de la Iglesia nicaragüense es incierto, ya que recientemente, hace un año, el Gobierno modificó la Constitución de la República imponiendo la participación del Estado en la fundación de grupos religiosos de cualquier confesión extranjera, situándose así como autoridad paralela o superior a ellos. En esto se ve claramente cuáles son las intenciones del gobierno con respecto al Vaticano, ya que antes de la introducción de esta enmienda, el nuncio apostólico fue expulsado del país, algo sin precedentes en la historia de nuestra nación. Lo mismo ocurre con la expulsión violenta de obispos y sacerdotes. Cabe destacar aquí que el régimen ha logrado, sin embargo, el apoyo de algunos eclesiásticos y líderes religiosos, que se han convertido en sus defensores y servidores declarados.
El silencio internacional
El gobierno quiere imponer un régimen similar al de países totalitarios como China, Cuba y otros, con una Iglesia nacional que obedezca a sus intereses. El pueblo nicaragüense se siente solo ante organismos internacionales incapaces de detener las injusticias que se cometen a diario. Las potencias y los países extranjeros presentes no solo han tomado el control de la economía de Nicaragua, sino que también tienen el objetivo de transformar la cultura y las costumbres tradicionalmente religiosas de la nación en otras prácticas ajenas a Nicaragua.
Esto explica el esfuerzo por cambiar los programas escolares según objetivos ideológicos, para imponer en la memoria popular a militantes sandinistas que, sin embargo, las nuevas generaciones ya han rechazado con las revueltas de abril de 2018.-
Pie de foto: Policías y bandas de matones sandinistas rodean una iglesia en Nicaragua: en estas condiciones se vive la fe bajo el régimen comunista de Daniel Ortega y Rosario Murillo





