Lecturas recomendadas

Soportaos unos a otros

En este último sentido, no se trata de aguantar con fastidio, ni mucho menos de aceptar violaciones a la dignidad humana por el maltrato de otros. Por el contrario, se trata de hablar la verdad con humildad y mansedumbre, guiando al otro a rendir su carácter al Señor

Rosalía Moros de Borregales:

 

“Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.”

Efesios 4:2.

La vida cristiana va mucho más allá de una práctica religiosa; Jesucristo vino a enseñarnos a vivir de acuerdo a los principios del Reino de los cielos. Tal como también nos mostró la manera de pedirlo en oración: “Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la Tierra, así como la haces en el Cielo”. Cada una de las instrucciones sobre las actitudes y comportamientos que nos debemos los unos a los otros representan un principio de ese reino que se traduce en una vida de armonía, amor y paz. En este quinto episodio de la serie Unos a otros, nos corresponde profundizar en el mandato del versículo de Efesios 4:2 acerca de soportarnos con paciencia los unos a los otros.

 

El verbo soportar proviene del latín supportare formado por el prefijo sub que significa debajo o desde abajo y el verbo portare que denota llevar y cargar; por consiguiente, el significado de soportar significa sostener un peso, cargarlo desde abajo y llevarlo. En el sentido clásico soportar es sostener una estructura pesada para evitar que se derrumbe. A lo largo de la historia este concepto referente al mundo físico o material comenzó a usarse de forma metafórica para expresar una situación emocional o en el sentido más amplio psicológica y/o espiritual, como sostener una situación difícil, dar soporte al estado de ánimo de una persona en circunstancias adversas y, aún más, tolerar, llevar con longanimidad sus diferentes estados anímicos.

Soportar con paciencia los defectos de los demás, como Job en la Biblia |  El pan de los pobres

En este último sentido, no se trata de aguantar con fastidio, ni mucho menos de aceptar violaciones a la dignidad humana por el maltrato de otros. Por el contrario, se trata de hablar la verdad con humildad y mansedumbre, guiando al otro a rendir su carácter al Señor. El verbo griego anechómai significa permanecer al lado del otro para ayudarlo a seguir adelante cuando su carga se vuelve muy pesada. Porque soportarse en amor no se trata de resignarse a aguantar sino de abrazar la vida del otro con paciencia, mientras lo acompañamos en el proceso de atravesar esa tormenta que todos en algún momento experimentamos. Tampoco se trata de aprobar el error del otro, si fuere el caso, sino de exhortarlo con mansedumbre. Ni exige callar la verdad sino revelarla con humildad y acompañarlo en medio de su fragilidad.

 

Este versículo de la pluma del apóstol Pablo tiene una belleza espiritual muy profunda y significativa. Pablo revela las virtudes que hacen posible este proceso de soportarnos los unos a los otros. En primer lugar, nombra a la Humildad, un llamado a tener siempre la consciencia espiritual de nuestra condición de pecadores. Nunca pensando que somos mejor que nadie, siempre recordando que de la misma manera, en algún momento, podemos ser cada uno de nosotros los que necesiten ser soportados. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:5-8.

 

En segundo lugar, Pablo nombra a la Mansedumbre, descrita en Gálatas 5 como un fruto del Espíritu Santo; es decir, un fruto que sólo puede ser producido mediante la intervención del Espíritu Santo en una vida de comunión con Dios. Jesús le dijo a sus discípulos que aprendieran de Él que es manso y humilde de corazón (Mateo 11:29); así pues, seguir los pasos de Jesús inexorablemente nos enseñará la mansedumbre. La mansedumbre es la fuerza del alma gobernada por Dios. En otras palabras, es la disposición del alma, que bajo la soberanía de Dios, renuncia al uso del poder propio para someter su carácter, palabras y acciones a la voluntad divina. Análogamente, se trata de vestirnos de estas virtudes, de llevarlas puestas como parte de nuestra indumentaria espiritual: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” Colosenses 2:12-13.

En tercer lugar, Pablo añade otro ingrediente a esta receta de cómo soportarnos unos a otros, la Paciencia. La paciencia es esa virtud que nos permite sostener el espíritu sin ceder a la ira, al desaliento o la desesperanza. Una de la maneras de mostrar paciencia ante Dios es esperar en Su tiempo para responder nuestras oraciones, sin rebelarse contra su voluntad. Y, al mismo tiempo, una de las maneras más nobles de mostrar paciencia al otro es aceptar que él o ella están en un proceso de restauración bajo la mano de Dios. La paciencia de Dios para con el ser humano suspende el juicio inmediato que Él podría ejercer sobre cada uno. También abre espacio para que todos se arrepientan y vengan al conocimiento de la verdad. Además, la paciencia de Dios revela su amor y nos corrige. “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.” Hebreos 10:35-36.

 

Finalmente, el apóstol cierra este verso con broche de oro instándonos a hacerlo en Amor. El amor de Dios que no es permisivo ni ciego sino que camina con la verdad. Porque la verdad nos hace libres; por esa razón, una de las primeras obras del Espíritu Santo cuando nos acercamos a Dios es mostrarnos nuestros errores, poner en nosotros esa tristeza, según Dios, que nos conduce al arrepentimiento, porque solo cuando estamos desnudos delante de Dios y podemos vernos desde su perspectiva, nos damos cuenta de nuestra pobreza espiritual y de la inmensa necesidad que tenemos de ser restaurados por su Amor.

 

De tal manera que soportar a otros, implica hacerlo de la manera que Cristo nos soportó, nos ha soportado y nos sigue soportando a nosotros cada día. Jesús no esperó a que los suyos estuvieran a su estatura espiritual para amarlos; los amó desde su verdad, con sus debilidades y flaquezas, para levantarlos. Jesús no endureció su corazón, tampoco lo cerró sino que se entregó a sí mismo en la Cruz, no por quienes somos sino por las posibilidades que Su Amor lograría en nosotros.

 

Hoy este llamado nos interpela profundamente: ¿A quién estoy llamado a acompañar en este tiempo? ¿Estoy huyendo del peso del otro o sosteniéndolo con amor? ¿Reflejo la humildad de Cristo en mi familia, en mi comunidad, en mis relaciones más cercanas? Soportarse en amor se expresa con gestos que podrían parecer sencillos, no obstante, son poderosos, como escuchar sin juzgar, permanecer cuando otros se marchan, hacer de la oración el combustible del amor, convertir las palabras en ungüento, perseverar en la comunión. Como cristianos estamos llamados a ser refugio, un lugar seguro donde el otro pueda descansar sin miedo a ser rechazado.

 

Soportarnos los unos a los otros es decidir amar como Cristo nos amó, es ser luz y esperanza en la vida del otro; caminando hombro con hombro, sosteniendo cargas, perdonando con generosidad y reflejando el amor con el cual hemos sido amados.-

 

Rosalía Moros de Borregales

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