El conflicto entre Ucrania y Rusia y el papel de Juan XXIII en la ‘crisis de los misiles’
"Francisco también está intentando evitar una guerra que traería el dolor y la muerte en estos dos países"
El papa Juan era un artesano de la paz (como lo es el papa Francisco) y por eso sabía establecer contactos para favorecer un mundo más pacífico
El papa bueno, con su manera de hacer y de ser, evitó, ahora hace 60 años, un enfrentamiento bélico de consecuencias imprevisibles, ya que las dos superpotencias querían utilizar la razón de la fuerza, por encima de la fuerza de la razón
El actual enfrentamiento entre Ucrania y Rusia, que puede desencadenar una guerra de consecuencias imprevisibles, me recuerda la crisis de los misiles entre los Estados Unidos y Rusia, ahora hace 60 años.
Fue en octubre de 1962, cuando estallaba la crisis de los misiles de Cuba, con el enfrentamiento de la Unión Soviética y de los Estados Unidos, y que significó el episodio más grave de la Guerra Fría.
El origen de aquella tensión entre estas dos superpotencias nucleares, estuvo ocasionado por la instalación, por parte de la URSS, de unas plataformas de lanzamiento de misiles soviéticos en territorio cubano.
El papa Juan XXIII, que había inaugurado el Concilio unos días antes de que estallara este conflicto y que seguía los acontecimientos preocupado por los peligros de una tercera guerra mundial, supo aprovechar la crisis de los misiles cubanos, para intentar un diálogo entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Ya al inicio del su pontificado, Juan XXIII había tenido una gran preocupación por la paz y había abierto una relación epistolar cordial, con Kennedy y con Khrushchev. En septiembre de 1961, un mes después de la construcción del muro de Berlín, Juan XXIII ya hizo una llamada a la paz y al desarme y Khrushchev alabó públicamente las palabras del papa Roncalli, agradeciéndole su contribución a favor de la paz. También Kennedy, al inicio del Concilio, había enviado una carta al papa valorando positivamente el Vaticano II, por el hecho de que promovería “la causa de la paz y la comprensión internacional”.
Durante aquellos días de tensión, un grupo pacifista de periodistas y académicos soviéticos y americanos, se encontraban reunidos en Massachussett en unas jornadas de trabajo. El 22 de octubre escucharon el mensaje televisado de Kennedy, donde mostraba las fotografías de las bases cubanas y donde anunciaba el bloqueo a Cuba.
En este grupo estaba como observador el P. Fèlix Morlion, rector de la universidad romana Pro Deo, que propuso la conveniencia de la intervención del papa Roncalli para encontrar una salida a la crisis de los misiles. El mismo Morlion contactó con el Vaticano y así comenzó el papel decisivo de Juan XXIII, para solucionar este momento de tensión entre las dos superpotencias.
Kennedy, que valoraba mucho la mediación del papa en este conflicto, exigía a la URSS, no solo el desmantelamiento de las rampas de lanzamiento de misiles, sino también el cese del subministro militar soviético a Cuba. Por su parte Khrushchev hizo saber al Vaticano, que cesaría el envío de material bélico a Cuba, si los americanos ponían fin al bloqueo naval de la isla.
Los contactos de la Santa Sede fueron decisivos, por el hecho que el Vaticano no tenía relaciones diplomáticas ni con la URSS, ni con los EEUU. Confiado que su intervención no sería mal vista por los dos presidentes, el 25 de octubre de 1962, Juan XXIII dirigió un mensaje “a todos los hombres de buena voluntad”, texto que previamente había enviado a las embajadas soviética y americana en Roma y donde el papa pedía el inicio de las negociaciones para poner fin al conflicto. El día 26, Khrushchev envió una carta a Kennedy, donde proponía un debate sobre desarme y donde pedía que Cuba no fuese invadida por las tropas americanas. Kennedy por su parte, respondía prometiendo que cesaría el bloqueo a la isla, si la URSS sacaba las rampas de misiles soviéticos. Finalmente, el 28 de octubre, Khrushchev aceptaba la propuesta de Kennedy.
Según el P. Hilari Raguer, monje de Montserrat e historiador, “parece que la intervención del papa, influyó más en Khrushchev”. De hecho, el presidente soviético llegó a decir que “la intervención del papa fue un auténtico rayo de luz”. Por eso envió a Juan XXIII una felicitación de Navidad donde remarcaba el papel del papa, “para que pueda seguir esforzándose a favor de la paz”.
Y es que el papa Juan era un artesano de la paz (como lo es el papa Francisco) y por eso sabía establecer contactos para favorecer un mundo más pacífico. Si en marzo de 1962 el papa Roncalli había recibido a Jaqueline Kennedy, esposa del presidente americano, en abril de 1963 recibía Alexis Adjubei, yerno de Khrushchev (y corresponsal de periódico Izvestia en Italia) y a su esposa Rada.
Con alegría por su contribución en el diálogo entre la URSS y los EEUU, y pensando que podía hacer a favor de la paz en el mundo, Juan XXIII decidió escribir la encíclica Pacem in terris, que apareció en 1963.
El papa bueno, con su manera de hacer y de ser, evitó, ahora hace 60 años, un enfrentamiento bélico de consecuencias imprevisibles, ya que las dos superpotencias querían utilizar la razón de la fuerza, por encima de la fuerza de la razón.
En estos momentos cruciales de máxima tensión entre Ucrania y Rusia, seguro que el papa Francisco, mensajero de paz, también está intentando evitar una guerra que traería el dolor y la muerte en estos dos países. Una guerra declarada entre dos gobiernos que se odian sin conocerse y donde sus presidentes quedarían a salvo, quedarían vivos. Por el contrario, se enfrentarían soldados que sin odiarse, morirían. –