Opinión

Luchadores del Bien

Julio Pernús:

La imagen gráfica que acompaña estas palabras nos ayuda a comprender a una madre que reza día y noche a Dios para que su hijo secuestrado llegue sano y salvo a su destino final, tras salir por Nicaragua. Los sueños de un migrante están hechos de aquello que no temió abandonar cuando apagó la realidad de su pasado en la salida, y que enciende cada día mientras camina al agotador empeño que da luz a su futuro.

Una joven filósofa que migró a Serbia decía con fina ironía: “los cubanos necesitamos un país.” Es imposible resumir la avalancha de jóvenes – varios católicos- que se han marchado por cualquiera de las vías posibles en los últimos meses; la frase popular es: «el último en salir que apague el morro». Pero, detrás de cada partida hay también un sentimiento hondo de impotencia en los que quedamos atrás, por no hacer lo suficiente para invitar al mañana a vivir aquí donde “la espantosa circunstancia” se lleva la prosperidad por todas partes.
Los migrantes son gente valiente que se aferran a la lucha por alcanzar la felicidad, aun sabiendo que reinician su vida en ambientes donde llegan en desventaja por ser los últimos en aparecer. Hoy deseo darles las gracias por ser, para sus familiares que permanecemos en el país, el vehículo conductor de una energía tan capaz de alegrarnos con cada pequeño logro en sus vidas. Su felicidad en tierras foráneas es como el tallo de una flor que con el tiempo no se marchita, y crece hasta el cielo en el corazón de quienes los quieren.

A pesar de los pesares y en contra de tantos obstáculos, estos jóvenes migrantes que van saliendo en masa, muchas veces parten siendo niños. Y es increíble la mujer y el hombre que se levanta del duro golpe del cambio cultural para convertirse en sostén de las esperanzas de los que quedan detrás. Son verdaderos luchadores además, esas personas capaces de preparar su mente para, después de 60 años esperando cambios tangibles en su calidad de vida, irse junto a sus hijos a tejer un nuevo horizonte familiar.

Como la oración es el equipaje más fiel que cualquier creyente lleva consigo al abandonar su país, desearía terminar este relato pidiendo junto a ustedes, nuestros lectores, por cada migrante cubano, para que Dios insufle su corazón de energía -luz para vencer la oscuridad de los obstáculos- y le permita escribir en su vida cotidiana versos llenos de amor y esperanza. Amén.-

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