Opinión

Venezuela y Ucrania en las garras del oso ruso

Surge una pregunta: Si Rusia invade a Ucrania por razones de seguridad geopolítica, y casi el mundo entero los rechaza, ¿por qué en el caso venezolano -y por las mismas razones geopolíticas- esa misma Rusia apoya a un régimen que ha destruido a su país?

Egildo Luján Nava:

En pleno Siglo XXI, muchos no lo entienden. Otros, por su parte, se lo atribuyen a motivos históricos. Pero lo cierto es que, para la gran mayoría de los ciudadanos que desearían encontrar una respuesta sensata, es increíble que un país de avanzada, como Rusia, y en contraposición con casi todos los países del planeta, se haya atrevido a invadir a un país vecino y de hacerlo apelando a causas no necesariamente comprensibles ni aceptables.

 

Lo ha hecho, como lo expone el liderazgo ucraniano aprovechando su manifiesta superioridad bélica y humana; también, sin contemplación alguna, mientras masacra a la población civil con ventaja y alevosía, además de manifiesta demostración  de hacerlo destruyendo ciudades, ignorando daños y muertos en escuelas, hospitales, iglesias, refugios, viviendas. Asimismo, propiciando escenas de horror, angustia, lágrimas; dispersando familias que, tal vez, nunca más se vuelvan a ver, y teniendo que huir y dejando votados sus hogares, bienes y pertenencias.

 

Se estiman en miles los muertos y los  heridos. De igual manera,  en más de 3 millones de ciudadanos los Ucranianos refugiados precariamente en otros países, sin futuro previsible.

 

En honor a quien honor lo merece, día a día,  fuera del ámbito territorial agredido, reconocen que el pueblo de Ucrania ha sorprendido al mundo. Y lo ha hecho demostrando valentía, capacidad, ferocidad guerrera y patriotismo, además de evidenciar su coraje en una dura pelea con la que se planta ante la superioridad rusa,  mientras le hace sentir que no están dispuestos a permitirles que se apoderen de su país,  y resisten causándoles enormes bajas en sus filas.

 

En el concierto multinacional de los países  organizados, un alto número de ellos ha expresado abiertamente su voluntad de estar dispuestos a dispensar ayuda a Ucrania en su tragedia; algunos con precaución y el inevitable temor de tener que aceptar  represalias del gigante inclemente.

 

Es la manifiesta expresión de un oso militar armado hasta los dientes, y que actúa  obedeciendo la orden férrea de un indiscutible tirano, que, en su locura, ha amenazado con estar dispuesto-porque podría hacerlo-  a provocar un holocausto atómico y una III Guerra Mundial. Pero, además, de hacerlo  en una abierta demostración de estar dispuesto a  propiciar la destrucción del planeta, sin que eso le reste fuerzas en sus deseos de dormir.

 

Es inconcebible que el noble pueblo ruso, junto a sus autoridades y fuerzas armadas,  no haya reaccionado y detenido la locura que avanza aceleradamente. Pero, además, que atenta contra su propia ciudadanía, la cual ya está sufriendo terribles consecuencias de inflación, devaluación de su moneda (Rublo), escasez de alimentos, arrestos, pérdidas materiales, económicas y vidas humanas.

 

Mientras tanto, a la vez que hombres y mujeres mueren por miles en el frente de batalla como consecuencia del brutal e inclementes bombardeos, además de que se destruyen pueblos y ciudades sin ninguna razón, la locura esquizofrénica del ególatra se proyecta desde los laboratorios de la propaganda oficial, en cuyo seno se resisten a admitir la gravedad de un error y a desestimar lo peor: Putín se empeña en proyectar una victoria improbable e imposible.

 

Rusia, mientras tanto, insiste en perseverar en el uso de sus armas para atacar al pueblo democrático ucraniano por el sólo hecho de negarse a ser sometido. A la vez que, actuando como un hermano mayor, en Venezuela ese mismo país se manifiesta como protector de un régimen, que, obedeciendo al mismo patrón, poco le importa desestimar la necesidad de cambios, porque lo importante es mantener activa la destrucción que inició hace casi 5 lustros, con base en el argumento de que Occidente no cuenta ni debe contar.

 

Venezuela, ciertamente, es lo que su condición y situación refleja: la caricatura de un país otrora democrático, próspero, y al que se le insiste en someter a la voluntad de quienes pregonan miseria como ejemplo de una falsa igualdad, para justificar un bienestar convertido en trofeo político de una minoría. De la misma minoría que subestima la verdad y gravedad de la diáspora venezolana, la misma que hoy duplica en número a la ucraniana, y que se resiste a regresar, porque opta por procurar lo que estima no poder encontrar en el espacio productivo de su Patria. No en vano ya ha sido catalogada como la más numerosa en la historia del continente americano.

 

De esta situación, surge una pregunta: Si Rusia invade a Ucrania por razones de seguridad geopolítica, y casi el mundo entero los rechaza, ¿por qué en el caso venezolano -y por las mismas razones geopolíticas- esa misma Rusia apoya a un régimen que ha destruido a su país, y que insiste en poner a su población en estampida, además de someterla durante ya casi 23 años a toda clase de calamidades, hambre, miseria y ruina?.

 

Venezuela no recibe el mismo apoyo del que se considera su hermano mayor. Mejor dicho, del que, se supones, es su alias, su » Imperio» o su metrópoli, ni tampoco del concierto de naciones aliadas. Sólo se limita a recibir un saludo a la  bandera de parte de unos 60 países, como de unas sanciones de limitada eficacia.

 

La verdad describe que Venezuela, actualmente, es la gran olvidada de haber sido receptora de cientos de miles de personas; un país  bondadoso y amigo de pueblos, de muchos sin documentación o identificación, y abundante de limitaciones, como de todas las nacionalidades. Así sucedió durante el desarrollo de la misma y al término de la II Guerra Mundial, a la vez que pasó a ser el seguro y mayor surtidor de combustible para los países aliados, a riesgo de ser atacada por la implacable Alemania.

 

Cada venezolano que trata de encontrarle una respuesta a estas diferentes situaciones, y hasta justificación ante  esta incomprendida situación, como de falta de respaldo efectivo para Venezuela, tiene sus propios argumentos. Y los relaciona con lo imposible que traduce el hecho de no comentar y cuestionar la inesperada, absurda y reciente visita a Venezuela de una delegación oficial Norteamericana  autorizada por orden del Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. Fue una visita  para  entrevistarse con el «NO RECONOCIDO» régimen venezolano, y a espaldas y con desconocimiento del «SI RECONOCIDO» Presidente encargado venezolano, Ing. Juan Guaidó.

 

A propósito de dicha visita, y en las condiciones como se dio, hay quienes consideran que el Señor Guaidó debería formular un reclamo formal ante el hecho. Estiman, además, que se trató de una polémica e inconsulta  visita, que fue protestada en el propio Estados Unidos, como por integrantes del Congreso americano, al igual que por la mayoritaria oposición venezolana. ¿Lo hará?. ¿Hará el reclamo que se espera?. ¿Lo hizo?.

 

Lo que es innegable, entre tantas inquietudes, reflexiones e interpretaciones, es que en la defensa del honor, como de los valores y de la libertad, las palabras y realidades que se acuerdan, no admiten medias tintas. Que Dios salve a Venezuela y permita refundarla y rescatar el país.

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba