Opinión

Revolución de Santidad

Pueblo-Amor-Trabajo-Voluntariado

Beatriz Briceño Picón:

Estamos en guerra entre hermanos, entre familias y entre pueblos. Al mismo tiempo hablamos de amor, de trabajo, fraternidad y voluntariado. Los cristianos volvemos a encaminarnos a la Pascua y reafirmamos el sentido trascendente de nuestra vida y de la historia. Este año exaltamos especialmente el valor de una teología del pueblo, del amor y del servicio. Y concretamente en Venezuela se nos pide ahondar en la importancia del voluntariado como actitud que nace en el corazón. Me atrevo a decir que junto a los múltiples gritos y quejidos que encontramos por tantas partes surge un llamado a una revolución de santidad.

Y en este tiempo donde la mundanidad ha hecho su agosto  ¿acaso es posible hablar de revolución de amor a Dios? Por supuesto, porque santidad es felicidad, es plenitud. Y ese anhelo está en el corazón de todos. No hay una sola persona que no quiera ser feliz, de lo que se deduce que no hay nadie que no quiera ser santo. Claro que al pensar que los santos son gente fuera de  lo común, difíciles de alcanzar  y en muchos casos demasiado lejanos, es lógico que a algunos les interese poco ese proyecto.

Sin embargo, muchos sabemos que la llamada universal a ser santos, presente en las Escrituras y en las enseñanzas de Jesús, fue proclamada con fuerza en el Vaticano II. Allí, el fiel corriente, el laico, alcanzó su estatura jurídica aunque es en este siglo cuando las cosas vuelven a recobrar su nivel.

En el libro de Rocco Buttiglione Caminos para una teología del pueblo, con Prólogo del Papa Francisco, presentado en Chile el mes pasado, se iluminan las calzadas   que concluyen  en el lugar de trabajo y  servicio de  hombres y  mujeres, testigos de la teología que está rescatando los espacios, de todas las personas llamadas a la santidad en medio del mundo.

Estos días de meditación, reflexión orante y solidaridad, son fantásticos  para ahondar no solo en nuestra vocación bautismal sino en nuestra misión como hijos de Dios en Jesucristo. Los sacerdotes especialmente deben acompañarnos en este crecimiento interior. Su mejor regalo para los laicos son las enseñanzas  que nos llevan a vivir los sacramentos con plenitud y provecho y los consejos que nos guían hacia una unión con Jesucristo, más plena, en todas las actividades humanas.  En línea con la secularidad que es término apenas profundizado.

Dios espera que le manifestemos nuestro amor en la familia, en nuestros compromisos ciudadanos, en el trabajo diario, en el mundo de la cultura, de la economía y de la política. El espíritu de servicio nos lleva a las periferias donde están los pobres de amor y de lo elemental o donde están  algunos ricos  sin formación  y sin fe.  Tenemos que ir allí donde el pecado ha roto la fraternidad y ha hecho olvidar que somos creaturas e hijos de Dios.

Tomemos pues el impulso necesario para recargar nuestro espíritu en estos tiempos de guerra. El 26 de junio debe encontrarnos con las alforjas repletas de amor por la familia propia y en todo el mundo. Se concluirá este tiempo en el cual el Papa Francisco nos ha llevado a pensar y trabajar de modo especial por esa institución natural tan desprotegida en tantos países y tan golpeada en otros.

Y entremos a la Pascua de la mano de la Esperanza. Realmente este Jesús misericordioso nos lleva de la Cruz a la Luz. Y en ese milagro de Amor, en esa revolución verdadera, se potencia nuestra confianza  en un futuro mejor para todos.

 

Beatriz Briceño Picón

Periodista UCV-CNP

Fundación Mario Briceño Iragorry

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