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He estado pensando XIII

… en la diferencia entre votar y elegir.

Padre Alberto Reyes Pías, sacerdote cubano:

He estado pensando… en la diferencia entre votar y elegir.

En una sociedad sana, es imprescindible el contacto entre los que gobiernan y esa realidad que definimos como “el pueblo llano”. Teniendo en cuenta que el sentido del poder es el servicio a ese “pueblo llano”, es importante que los gobiernos conozcan la voluntad de aquellos a los que están llamados a servir.

Esta es la razón de las consultas populares y de las elecciones.

Hay momentos en los que se pide a la población su opinión sobre algún aspecto concreto: una nueva ley, un nuevo código, etc. Más allá de si los gobiernos deciden manipular o tergiversar los resultados, es importante la participación ciudadana, porque es el modo de dejar claro el criterio y el deseo del pueblo.

Otra cosa es el proceso definido como “elecciones”. En los países que respetan la democracia, cada cierto tiempo se convoca a elecciones, para que la población exprese su deseo acerca de aquellos en cuyas manos quiere dejar el gobierno de la sociedad.

En este segundo caso, se supone que se trata de una invitación a escoger, a decidir entre posturas y orientaciones diversas, dando al individuo la posibilidad de optar por el tipo de sistema social que prefiere. Por lo tanto, para que existan elecciones, la primera condición es que existan opciones diversas.

Si no existen opciones diversas, no son elecciones sino votaciones, es decir, el ciudadano no elige, simplemente vota por aquellos que darán continuidad a la única opción reconocida, al único camino propuesto.

Si no hay diversidad, “elegir” es sólo una palabra vacía, una representación teatral en la cual los actores en cuestión ponen en marcha su obra: Se sube el telón y se abren los colegios electorales, con amabilísimos funcionarios, urnas bien situadas e incluso algún que otro personal de apoyo a la actuación de los “electores”. Poco a poco desfilan por los colegios personas que van cumplimentando el ritual del votante, que termina con una “equis” que no define nada y con la colocación en las urnas de una boleta castrada que no originará absolutamente ningún cambio en la vida del ciudadano.

Luego, como al final de una obra de teatro, cada actor volverá a su casa y todo seguirá absolutamente igual, porque por mucho que cambien los candidatos, ellos no son otra cosa que parte de la obra, sin poder ninguno para cambiar el guión.

¿Tiene sentido pues tomarse la molestia de emplear parte del domingo en ir a votar, que no elegir?

Bueno, depende. Si el interés de la persona es que el país siga como va, tiene todo el sentido del mundo ir a ofrecer su marca afirmativa en la boleta. Si se es amante de hacer teatro, las votaciones son un día de suerte. Pero si no se tiene la vocación teatral y, además, se es partidario de un cambio real, entonces el domingo es un día demasiado hermoso para andar por ahí haciendo tonterías.-

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