Cómo se desmanteló y por qué hay que restaurar la sociedad civil en Cuba
El progreso, el bien común y la paz son imposibles en Cuba sin la restauración de la sociedad civil independiente.
Dimas Castellanos:
La sociedad civil —una red de organizaciones mediante las cuales los ciudadanos interactúan, debaten y participan en los procesos políticos, económicos, sociales y culturales de su interés— tiene por característica esencial la independencia respecto al Estado y constituye una necesidad para el desarrollo personal y social.
Como necesidad de la modernidad, la función de la sociedad civil corresponde con el antiguo proverbio chino «enseñar a pescar», que significa ofrecer las herramientas para que los individuos y la sociedad puedan satisfacer sus necesidades sin depender del Estado.
Su primera manifestación en Cuba data del siglo XVII, cuando la oligarquía criolla habanera impugnó el lugar que ocupaba respecto a los peninsulares en la sociedad colonial. Un reclamo contenido en Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales. La Habana descripta: Noticias de su fundación aumentos y estados, de José Martín Félix de Arrate, publicado en 1761.
Ese germen de sociedad civil recibió un fuerte impulso en 1821 con la fundación por el padre Félix Varela de la Cátedra de Constitución en el Seminario San Carlos; con la Revista Bimestre Cubana, desde la cual José Antonio Saco encabezó un debate forjador de conciencia cívica; con las tertulias acerca de la literatura y de los problemas de la época bajo la dirección de Domingo Delmonte; con la formación cívica como premisa de los cambios sociales, a la que José de la Luz y Caballero consagró su vida; y con la institucionalización de esa sociedad civil a partir del Pacto del Zanjón en 1878.
En el siglo XX la Constitución de 1901 refrendó las libertades de expresión, reunión, asociación, movimiento y hábeas corpus, y la Constitución de 1940 amplió esas libertades con el derecho a desfilar y formar organizaciones políticas contrarias al régimen, la autonomía universitaria, la declaración de punible a todo acto de limitación del ciudadano a participar en la vida política, la legitimidad de oponer resistencia para la protección de los derechos individuales y la legitimidad de la propiedad privada en su más amplio concepto de función social. Ambas constituciones dotaron a la sociedad de una base jurídica sin la cual no hubiera siso posible el desarrollo alcanzado hasta 1958.
La revolución que tomó el poder en 1959 rompió de forma definitiva con la historia constitucional precedente. Junto a un paquete de medidas de beneficio popular remplazó la Constitución de 1940 —esta vez de forma definitiva— por la Ley Fundamental del Estado Cubano, desde la cual procedió al desmantelamiento de la sociedad civil existente.
Entre 1959 y 1962 la Confederación de Trabajadores de Cuba fue intervenida y sustituida por la Central de Trabajadores de Cuba Revolucionaria (CTC). Algunas asociaciones femeninas fueron disueltas y otras convertidas en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Las organizaciones de empleadores fueron eliminadas y las asociaciones campesinas sustituidas por la Asociación Nacional de Colonos, la que luego pasó a denominarse Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). El amplio movimiento juvenil se redujo a la Asociación de Jóvenes Rebeldes, convertida luego en Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Como complemento se crearon los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) para la vigilancia revolucionaria, así como la Unión de Pioneros de Cuba y la Unión de Estudiantes Secundarios. Mientras la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) perdió su autonomía con la Ley de Reforma Universitaria de 1962.
Los partidos políticos tradicionales fueron sustituidos por las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), las que en 1963 se convirtieron en el Partido Unido de la Revolución Socialista y en 1965 en el Partido Comunista de Cuba (PCC).
De forma paralela la enorme red de cines quedó bajo control del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). La prensa escrita, salvo Noticias de Hoy, Revolución, La Calle y El Mundo, fueron ocupadas por el Gobierno. Las emisoras de radio, las agencias cablegráficas y las plantas de televisión fueron confiscadas. Se creó la Imprenta Nacional. Se fundó el Instituto Cubano de Radiodifusión (ICRT) y se creó la Editora Nacional de Cuba.
La sociedad civil independiente fue sustituida por una sociedad civil corporativa en la que sus dirigentes fueron y son designados y subordinados al Partido-Estado-Gobierno, con lo cual su función como fuentes de cambio social y contrapeso del poder del Estado quedaron neutralizadas al perder su autonomía.
La mejor prueba del retroceso generado por el desmantelamiento de la sociedad civil cubana está en las palabras de Fidel Castro pronunciadas en su alegato de defensa en el juicio seguido por los atacantes al cuartel Moncada en octubre de 1953, donde expresó: «Os voy a referir una historia. Había una vez una República. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades; presidente, Congreso, tribunales; todo el mundo podía reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El Gobierno no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo… Existía una opinión pública respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos…»
La subordinación de las personas y la sociedad a una ideología o a un partido, como ha ocurrido en Cuba, no podía sino provocar el retroceso y la profunda crisis en que estamos inmersos. Los intentos por oxigenar ese organismo enfermo han fracasado y todo intento por conservar esa subordinación fracasará.
En abril de 2008, en el VI Pleno del PCC, Raúl Castro planteó la necesidad de «afianzar el papel del Partido como vanguardia organizada de la nación cubana»; un propósito fallido como ha demostrado el tiempo transcurrido hasta hoy. Tal propósito, de ser factible, tendría que comenzar por instituir el añejo derecho de asociación, y entonces, en presencia de varios partidos, el PCC demostrar su disposición y capacidad para en competencia convertirse en el más democrático.
La nación cubana está enferma. El modelo totalitario de partido único y sociedad civil corporativa está entre las principales causas. El progreso, el bien común y la paz —como se ha demostrado en 62 años y se ha confirmado con las protestas masivas del 11J y la respuesta represiva del Partido Estado-Gobierno— son imposibles sin la restauración de la sociedad civil independiente.
La moraleja es que, por racional y capacitada que sea una elite política —que no es el caso de Cuba—, con una organización monopólica y el pueblo sometido a la condición de súbdito, tenía que ser rebasada y lo está siendo por la complejidad social. Cualquier salida tiene que incluir la restauración de la sociedad civil, la cual se alza como exigencia de la historia universal, de la historia cubana y de la modernidad.-