El poder de la poesía
Manuel Barreto Hernáiz:
«La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debió suceder». Aristóteles
En 1959, al momento de recoger el Premio Nobel, el polémico poeta italiano Salvatore Quasimodo exclamaba…»Larga es la noche que nunca encuentra el día. Estas son las palabras de Shakespeare en Macbeth, y que nos ayuda a definir la condición del poeta…Se hace imprescindible la luz de lo poético, la claridad indescifrable de la poesía. Y el poeta, en su soledad, en la noche, vislumbra el día. Y este diálogo del poeta con la noche se vuelve letal para los mediocres, tanto poetas como políticos, todos armados hasta los dientes de símbolos y místicas purezas llenas de ignorancia del ser humano, de su dolor y de su condición de ser a la intemperie….»
Con motivo de recibir el Doctorado «Honoris Causa» otorgado por la Universidad de Carabobo, tuvimos la grata oportunidad de escuchar al insigne poeta Rafael Cadenas, quien, dejando a un lado la métrica, la expresión lírica como tal, el verso y sus complejas derivaciones, en una condensada exposición, y tal vez recordando que Apollinaire anotó que la poesía obedecía a la circunstancia misma de la vida del poeta, hablando por todos, el poeta tomó la voz de los no escuchados, y en un recorrido, desde el bucólico tren que le llevaba a Caracas… y de allí al exilio, al oponerse al régimen perejimenista, como militante del PCV; hasta la ineludible realidad que hoy nos embarga, nos angustia y nos asfixia.
En un tiempo ávido de poesía y saturado de política, le escuchábamos decir…»La megalomanía de los presidentes es más costosa que la inflación…Nuestro país tiene una Constitución que no es buena, porque una persona se sitúa por encima de ella para hacer su voluntad, y una Constitución burlada, no es una Constitución»…
Definitivamente, política y poesía comparten su raíz con la expresión griega poiesis que significa básicamente crear. En su vehemente plaidoire de la Universidad presentó como una inseparable simbiosis a ésta con la Democracia….»Ambas van juntas. La Universidad es la ciudadela del pensamiento sin ataduras…»
La ciudadanía no se engaña, en estos aciagos momentos, a la hora de valorar la condición del poeta y de su entorno, particularmente cuando el antagonismo se encuentra tan a flor de piel, como diría un poeta: la poesía sustituye toda idea de subordinación. Este régimen quiere fractura social, estimula y aviva el resentimiento; los poetas quieren la concordia y la armonía para poder expresar la bondad de su prosa sin ataduras, angustias o temores. Este régimen se dice defensor de la cultura, y tan sólo se empeña en controlarla, pues sabe muy bien que en la historia siempre llega ese momento en el cual la fuerza de la cultura se une y enfrenta con coraje y decisión a la totalitaria imposición del hegemón; pues el noble canto del poeta siempre llega al corazón del desdichado, del desamparado y del olvidado, allí radica la fuerza de un poeta.
La poesía, aun siendo «irremediablemente subjetiva» – tal como sostenía Sartre – lleva consigo, en su significación última, una tremenda carga social; su esencia, su vitalidad y su sentido han de buscarse no tan sólo en el lenguaje convenido, sino en la sensibilidad y en la razón de cuanto defiende.
Así lo encontramos en las raíces de nuestra historia contemporánea, en la palabra inmortal de Andrés Eloy Blanco – «El poeta del pueblo» de quien encontramos la universalidad de su pensamiento cuando se dirige, en septiembre de 1948, no sólo al auditorio de las Naciones Unidas, sino a toda la Humanidad (recordemos que para esa época, se iniciaba la Guerra Fría) con esta sentencia:…»Hablo del miedo del mundo…No del temor de una nación a otra. Hablo de la inquietud de los hombres, las mujeres y los niños que ignoran qué noche no van a poder dormir o qué día no van a poder despertar, hablo del sobresalto de la Humanidad inocente de todas nuestras naciones…Hablo de esa clase de miedo íntimo y familiar que no permite al mundo su propia recuperación…».
Citando a Rimbaud, poco antes de morir, Octavio Paz – otro gran poeta desilusionado del comunismo – nos ilustraba acerca de la poesía de esta manera: «La poesía quiere cambiar la vida. No piensa embellecerla como piensan los estetas y los literatos, ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, mediante la expresión de su experiencia, procura hacer sagrado al mundo; con la palabra consagra la experiencia de los hombres y las relaciones entre el hombre y el mundo, entre el hombre y la mujer, entre el hombre y su propia conciencia…»
Cuentan que en Praga el día que se reunió la Asamblea Legislativa, después de haber pasado la «Revolución de Terciopelo» pensaron elegir al Presidente de la República checoslovaca. Se reunió la Asamblea para elegir a aquél que dirigiría la nación, a aquella persona encargada de coordinar el esfuerzo comunitario para logra una sociedad plena y llena de buenos resultados. Se preguntaban cuál era la virtud superior, el valor distintivo de aquella persona llamada a ejercer el gobierno.
Uno sostuvo que la inteligencia, otro argumentó que la iniciativa, se dijo que la capacidad de poder, se dijo de todo, pero un zapatero que pertenecía a la Asamblea dijo lo siguiente: «La única virtud real de un gobernante es su capacidad de decir la verdad». Eso causó desconcierto pero el zapatero lo sostenía con contundencia, ya que cuando se ha vivido en el totalitarismo, en un imperio de mentiras, lo único que va a hacer a la política creíble es la verdad.
El silencio cundió y el zapatero volvió a intervenir y dijo: «Señores, yo conozco a alguien que siempre dice la verdad». Se refería al poeta Václav Havel, quien en ese entonces purgaba su última pena de prisión por decir la verdad. Había escrito Havel un libro que se titulaba «El intento de vivir en la verdad», y por ello fue a dar con sus huesos a la prisión, de donde lo sacaron para ser presidente de Checoslovaquia.
Al posesionarse pronunció uno de los discursos más breves del mundo cuando dijo a su pueblo: «El único punto por el cual yo me comprometo ante Dios y ante ustedes es el de ejercer el poder diciendo la verdad». Václav Havel, el poeta- presidente checo propuso la verdad y la credibilidad como las dos columnas más importantes de la democracia.-
Publicado en «El Carabobeño) el 6 de enero de 2010