Lecturas recomendadas

El Poder

El deseo de poder, de disponer de lo creado a voluntad propia y vivir como se quiere, sin depender ni temer a nada ni a nadie, ni dar cuenta a nadie – ni al Creador - es un gusano que roe las entrañas de la condición humana

Nelson Martínez Rust:

 

Hay algo que compite con el dinero, que es tan poderoso o mucho más poderoso que él, que fascina, embriaga y enloquece, que todo el mundo anhela: es “El Poder”. Se le encuentra en todas partes, circunstancias, lugares y edades. Pareciera que es inherente a la condición humana. Francamente: ¡es delirante! Se le añora hasta dar la vida por él, y, sin embargo, lleva en sí el germen de la destrucción.

¡En efecto, “El Poder” porta consigo la amenaza de la infelicidad y…la muerte! Es el engendro de “La Nada”.

El deseo de poder, de disponer de lo creado a voluntad propia y vivir como se quiere, sin depender ni temer a nada ni a nadie, ni dar cuenta a nadie – ni al Creador – es un gusano que roe las entrañas de la condición humana. Muchas veces se le confunde con la libertad.  No obstante, la gran mayoría de las personas solo perciben de él la ilusión de poseerlo, porque no lo poseen; por el contrario, son poseídos. En algún momento de su existencia se dan cuenta de que son otros los que lo detectan, lo ejercen y lo disfrutan. Es todo lo contrario, el “poder” sale al encuentro de las masas, las posee en el anonimato, las domina, se sirve de ellas y, cuando ya no sirven, termina vomitándolas como desecho. Los verdaderos poseedores del “poder” son inaprensibles, no se les conoce y actúan tras bastidores: son corporaciones, empresas, bancos, partidos políticos, religión(es), ideologías, movimientos, seudo demócratas de derecha y de izquierda, dictadores y también personas constituidas en poder. Un “poder”, de esta manera concebido, se muestra como amenaza, vértigo, destrucción, opresión, ansiedad y, finalmente, muerte. En ningún momento como fuente de la “Esperanza” cristiana para el ser humano.

El “Poder” se enseñoreó de la sociedad occidental y, de manera inconsciente – ya lo señalé – produce zozobra, ansiedad y miedo: se tiene miedo a su ejercicio anónimo, ya que no se le puede controlar. Se tiene miedo a la amenaza ecológica que nace de la dinámica inclemente de la técnica – el hombre creó la técnica para dominar lo creado y ahora, la técnica se convierte en poder destructor del propio hombre -. Es un poder que, mediante la técnica, se le ha escapado de sus manos, y que domina al hombre mucho más de lo que le permite dominar. Se teme a las armas, cada vez más y más sofisticadas, portadoras de desolación. Se teme al mismo automatismo de los artefactos y utensilios más cercanos construidos por el hombre, a sus disparos automáticos. Se le teme al poder del sistema industrial y al económico, ambas creaturas del hombre, que amenazan con convertir al ser humano en un mero engranaje o eslabón de una anónima función empresarial manejada por un grupo de gerentes en donde todos son responsables y nadie es responsable; y en donde ellos mismos, algún día, caerán en desgracia. El hombre occidental busca a Dios y su gran tragedia es que no lo consigue ni tiene quien se lo proporcione honestamente. Lo busca a tientas. ¡El occidente es un mundo totalmente deshumanizado, y, por consiguiente, carente de Dios!

¿Dónde quedó Dios en estas formas de poder que agobian a la humanidad? ¿Acaso, Dios tiene algún poder en este mundo? En la actualidad, ¿se puede creer en un ser divino que sea “esperanza” frente a estos poderes o, por el contrario, Dios se ha convertido en una mera impotencia?

Es bueno recordar que hubo un tiempo en el cual la sola idea de Dios y su poder infundían a los humanos miedo y terror semejante al que siente el hombre del presente siglo. A la divinidad se la pretendía dominar mediante el culto, el sacrificio o la magia. La técnica convirtió este miedo en racionalización al explicar la trama funcional de lo creado y así, el hombre ha podido disponer de la creación con mucha más soltura. Este proceso estuvo precedido por la desmitización, que libró al hombre de la idea de unas fuerzas divinas misteriosas y le enseñó que vivía en un mundo creado por Dios sujeto a unas leyes racionales: Él – Dios – le confió el mundo al hombre para que lo conozca, lo administre, lo ordene y configure todo lo creado, completando, de esta manera, lo que Dios todavía no había terminado. Pero, el hombre ha conocido lo objetivo sin acudir a la presencia de Dios o a su imagen. En estas circunstancias su idea – la idea de Dios – se ha ido opacando y solo permanece en una nebulosa subjetividad. De esta manera Dios pasó a ser un sentimiento vago, carente de estructura creíble. Sin embargo, es tan profundo el sentimiento de Dios que el hombre continúa sin poder liberarse por completo de la idea de Dios, y, de esta manera, lo considera el último bastión o “estorbo” para el pleno desarrollo de su personalidad. Por consiguiente, este “estorbo” hay que eliminarlo (Cf.: “Le diable et le bon Dieu” de Jean Paul Sartre). Nace, de manera mucho más sutil, la necesidad de protegerse de ese Dios que, no obstante, la ciencia y la tecnología, no deja tranquilo al hombre, hay que desenmascararlo para combatirlo y vencerlo. El psicoanálisis y la psiquiatría se han convertido en la magia del mundo moderno y posmoderno para el ámbito interior con el fin de liberarse de la amenaza que representa Dios. Pero el alma escrutable no puede ser libre, y el poder adquirido contra Dios se convierte, paradójicamente, en poder del hombre contra el hombre.

El hombre ha pretendido deshacerse de Dios. ¿Lo ha alcanzado? ¿Dios continúa siendo esperanza para el hombre de hoy? La contraparte de todo este proceso muy brevemente relatado permite comprobar que aún al hombre de fe practicante le resulta cada vez más difícil ver a Dios como esperanza de su vida y de la historia. Por lo tanto, se hace urgente plantearse la pregunta y necesario buscar una respuesta: ¿Dios continúa a tener poder en el mundo y, de tenerlo, qué clase de poder? ¿Dónde, cuándo y cómo se muestra ese poder? ¿Cómo se le alcanza? ¿Qué significa o significado tiene para el hombre de hoy Dios? En lo referente a la Iglesia ¿cómo presentar a Dios para que sea creíble y de verdad esperanza del mundo?

En la búsqueda de una respuesta utilizare’ tres textos de la Sagrada Escritura.

1º.-  El primer texto lo tomo del relato de la tercera tentación (Mt 4,8-10)

Satanás se presenta como el verdadero soberano del mundo que tiene poder y puede repartir todos los bienes. Muestra a Jesús la “gloria del mundo”. Esta expresión significa la capacidad de hacer lo que se quiere, de disponer de todo sin ningún miramiento – aun de las personas -, de ocupar los primeros puestos. Ningún goce es negado, todo es posible e, inclusive, si lo hace, el mundo se arrodillará ante él. Se podrá hacer lo que se quiera y se tendrá la posibilidad para ello. Satanás ofrece el poder, pero pagando un precio: es un precio fundamentado en el terror, el miedo, la codicia, la violencia y en el endiosamiento del “yo”. El que quiere dominar necesita oprimir, necesita servirse de la amenaza de la violencia y tiene que ejercerla, no puede dejarla de lado. De lo contrario, se volverá en su contra.

Los poderosos de este mundo siempre han pretendido ofrecerle a la Iglesia “el poder”, y junto con “el poder” han intentado imponer las reglas de “su poder”. Por ningún motivo se debe olvidar que la finalidad de la Iglesia, su vocación, no es levantar un reino mesiánico terrenal para luego terminar rindiéndole culto al Baal humano – “poder” – revestido de las ideologías de derecha o izquierda, haciéndolas pasar como poder de Dios o queridas por Él. “El poder” de la prevalencia política o del imperio de la técnica no debe ni puede ser una forma de poder ejercido por la Iglesia – ¿se dialoga con el demonio? -. Tampoco estoy de acuerdo en que la Iglesia aparezca como una institución que busca acomodarse a las circunstancias de tiempo, espacio y cultura. La Iglesia tiene una “Verdad” dada por Jesucristo que debe respetar y trasmitir. Con respecto a esta “Verdad” la diplomacia debe ser clara y firme, no ambigua. Con esta posición no estoy condenando el poder estatal (Rm 13,1-7), pero sí condeno y me separo de la identificación del poder eclesial con el poder estatal, del poder de Dios con el poder del Estado, y de la absolutización consiguiente del poder humano, sea cual sea, como si esta clase de poder pudiera traer la redención plena y total del hombre. Lo rechazable es una determinada idea de redención en donde se crea una falsa imagen del hombre y de Dios para convertir a Dios en una simple caricatura de trasfondo – monigote – y al hombre en una pompa de poder, y, por tanto, en mera apariencia.

2º.-  El segundo texto lo tomo de Mt 28,1-20

En este texto, Mateo sitúa a Jesús en la montaña y reaparece el tema de “El poder”. Cristo resucitado lleva a los suyos a la montaña con el doble fin de confiarles una misión y hacerles una promesa que llegará hasta la Iglesia de hoy: la presencia de Cristo en ella. Si se comparan ambos textos, su presencia ahora no se debe a una invitación satánica sino al poder de Dios. No solo ve los reinos de este mundo con toda su “gloria”, sino que ahora puede decir con toda certeza: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Este “poder” es universal e infinito, abarca toda la tierra, todo lo creado y el cielo; y no tiene límites, por eso Jesús resucitado lo llama “todo poder”. Ahora bien, lo que Jesús había rechazado tomar del diablo, lo posee ahora de otro modo totalmente distinto por ser de otra fuente – Dios Padre -. Y así se ha convertido en “El Señor” del cielo y de la tierra, ante Él, se doblar’a toda rodilla, con todo el significado que dicha expresión encierra. Es este “Señor el que ahora envía a los discípulos como mensajeros suyos y poseedores de “su poder”: los discípulos reciben y comparten “el poder” de Cristo en vista de la realidad del “Reino de los cielos”. Ellos están revestidos del “poder” de quien ha vencido la muerte. Cristo ya no está llamado por el maligno a recibir “poder”, sino que Él, de sí mismo y por su propio poder, brinda “poder”, y un “poder” divino, no diabólico, nacido de la resurrección – Misterio Pascual -.

Dicho con otras palabras, esta presencia en la montaña es continuación de otra presencia o experiencia que enlaza la experiencia ya estudiada de las tentaciones con la subida de Jesús al monte de la crucifixión. El demonio lo ha llevado al pináculo del templo y a la cima del monte; ahora, después de la resurrección, Cristo está realmente en todo lo “alto”, “elevado”, y esta “altura” es totalmente contraria a las alturas que satanás ofrecía. Las alturas de e’ste son alturas de poder egoísta, de mando arbitrario del que todo lo posee y todo le está permitido, pero que se convierte en contrasentido y mentira vital, porque el “todo” del tener y del gozar es siempre un algo insignificante, una nada. Mediante la Cruz, la Resurrección y Ascensión, Cristo alcanzó la plena y total unión con Dios-Padre donde todo es real, no hay despotismo, sino la “Verdad” y el “Amor” eternos.

3º.-  El tercer texto lo entresaco de la carta de Pablo a los Filipenses 2,1-11

Parto de una pregunta: A todas esta, ¿cuál es la esencia del poder? El Nuevo Testamento emplea la palabra “exousia” (Cf.: “Poder” en “Diccionario de teología bíblica” de J. B. Bauer, Col. 831-835), que en griego designa el derecho a hacer algo, derecho fundamentado en la estructura jurídica de un Estado.  De esta forma, el término designa la posibilidad operativa que posee una persona en virtud de la estructura jurídica que se traduce en potestad, derecho, licencia o libertad. Se trata de un poder dado proveniente de un todo jurídico, de una figura de la justicia. De esta forma las Sagradas Escrituras eligen una palabra que expresa, que el poder de Jesús nace de su condición de ser Dios e Hijo de Dios, nace de la obediencia que presta a Dios-Padre con su muerte en cruz y, por lo tanto, demuestra una relación que es responsabilidad, respuesta al ser, a la verdad y al bien que es la esencia de la Trinidad. El “poder de Cristo” nace de la realidad trinitaria, del misterio de la Trinidad. Es un poder humilde, como lo describe muy bien, el himno cristológico de la carta a los Filipenses. Es por esta razón que Cristo está en capacidad de enviar al Espíritu Santo. Pudiera extenderme mucho más en la exégesis y riqueza de este pasaje, pero lo permitido apremia y no gozo del espacio.

De lo visto en estas tres o cuatro semanas se desprende: 1º. El problema no está en la elaboración de una eclesiología sino en la cristología. 2º. Toda reforma llevada a cabo en la Iglesia, debe partir de la figura de Cristo en su triple dimensión: Cristo ayer (lo que dice la Escritura-Tradición), Cristo hoy (el aporte de la historia en el “hoy”) y Cristo mañana (el hacia dónde se dirige la historia: “Escatología”).  3º. Toda pastoral debe abarcar lo tripartita de “El tiempo” de lo contrario será una pastoral incongruente y 4º. Una verdadera reforma no separa sino une de manera estrecha y seria la reflexión filosófica-teológica y la dimensión pastoral.-

Valencia. Octubre 13; 2023

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