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Rescatando tradiciones
Sor Nadieska Almeida, HC, desde Cuba:
Hace un año que vivo en un pueblo al que quiero mucho. No es la primera vez que estoy en él, y siempre me he sentido parte de su gente. He encontrado espacio, acogida, cercanía. Me gusta su sencillez y su modo de expresar sus tradiciones; es un pueblo culto y hace esfuerzos por mantener su identidad bejucaleña.
Cuando se acerca diciembre comienza todo un movimiento de música, congas, bailes, en las escuelas se preparan actividades donde los niños son los protagonistas, y así van pasando de una generación a otra lo que los identifica.
He aprendido a gustar escuchando la historia que hay detrás de esas tradiciones cuando los mayores me cuentan los preparativos, el buen ambiente, la fraternidad y el secreto entre bandos para que fuera sorpresa todo lo que preparaban. No dejo de admirar el modo que tienen de conservar el valor que le dan a sus charangas.
Hablando de todo esto, también traen a las conversaciones las muchísimas dificultades por las que pasan, la incertidumbre de poder tener listas las carrozas y la escasez creciente de recursos.
Al mismo tiempo que escuchaba pros y contras de estas preparaciones me preguntaba cómo pueden poner tanto empeño y esfuerzo en medio de la gran ausencia de recursos, y me lo preguntaba sin juzgar, no me atrevo a hacerlo. Simplemente pensaba y me preguntaba que si además de rescatar esas tradiciones lindas en sí mismas, también optásemos por recuperar las tradiciones en las que nuestros niños y ancianos desayunen bien. Si también pusiésemos empeño en buscar nuestra libertad, porque es tradición desde la creación del mundo en que nos fue regalada por nuestro Creador.
Y continuaron surgiendo otras preguntas en mí.
¿Y si pedimos con valor y respeto tener luz todos nuestros días y dejar de sufrir por la leña y el carbón y todas sus consecuencias para nuestra salud?
¿Y si en lugar de pelearnos entre nosotros por los precios tan caros, pensamos en quién es el verdadero responsable de tantas penurias en la que nos vemos, casi como si fuera una tradición tanta miseria?
¿Y si nos tomamos en serio que la dignidad es lo nuestro y que por ella tenemos derechos que no pueden seguir siendo irrespetados?
Muchas otras preguntas se quedan en el alma y las dejo también en las manos de Dios, porque Él sabe que este pueblo está sufriendo, porque Él camina con nosotros acompañando nuestro dolor.
Celebrar, rescatar las tradiciones, es bueno, es valioso, ayudan a mantener viva la memoria de un pueblo. Pero en nuestro contexto también contiene un posible riesgo: alienarnos, olvidarnos por un rato de ese largo y cruel dolor para el que aún no tenemos la valentía de darle respuesta porque es difícil, porque es latente el miedo a la represión, a la cárcel, a los golpes, a los abusos, a las amenazas, y que bien sabemos lo que pasan todos aquellos que ya se han convertido hasta en mártires por la búsqueda sincera de una Cuba diferente.
Ojalá podamos en este tiempo de celebración, tanto civil como religiosa, volver la mirada a todo aquello que nos libera, que nos dignifica, y recuperemos la confianza en Dios que es el sumo y eterno Bien. Vivo convencida de que Él espera el regreso de cada hijo, es en Él donde encontraremos la fuerza para hacer vida nuestros sueños.-
13 de diciembre de 2024