Las crisis humanitarias olvidadas en 2024, de Sudán a Myanmar
El riesgo del apagón mediático es caer en el olvido para la comunidad internacional, responsable de repartir las ayudas
Una cuarta parte de la población de Sudán ha tenido que dejar el país. Son unos 13 millones de personas y, como recuerdan desde World Vision, esta es la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo. Un conflicto al que se ha sumado luego una hambruna ha creado una crisis humanitaria tremenda, pero una que casi no tiene eco en los medios del Norte global. «Mejor ejemplo que Sudán hay pocos», apunta Eloisa Molina, directora de Comunicación de World Vision, cuando se le pregunta por las crisis humanitarias de las que nos hemos olvidado durante 2024.
La crisis de Sudán ocurre, además, en «un contexto muy complicado». «Las comunidades receptoras eran ya comunidades muy frágiles», señala Molina, en las que había hambruna e inseguridad. Las personas refugiadas llegan a países en situaciones límite. Es el caso de Etiopía, donde World Vision llegó a cerrar operaciones unos meses por la inseguridad extrema, o Chad, que ha acogido a unas 700.000 personas, de las que un 90% son mujeres y niños, muchos de ellos no acompañados. Son cifras tan impresionantes que hacen aún más sorprendente que no hayan entrado en el radar de la información.
«Los conflictos olvidados suelen ser aquellos que, a pesar de su gravedad y duración, no reciben la atención mediática o política suficientes», explica Lorena Cobas, encargada de Programas Internacionales en UNICEF España. Las razones por las que esto ocurre son múltiples. Cobas habla de «la lejanía geográfica, la falta de interés político o económico o simplemente la fatiga de los medios de comunicación y del público ante situaciones prolongadas de crisis».
«Cuando un conflicto se prolonga durante mucho tiempo, puede haber una tendencia a olvidarlo o a considerarlo como una situación ‘normal’», apunta la experta. Esto hace que baje la atención que genera y la ayuda. Lo paradójico es que la realidad está más conectada a situaciones largas que a breves. «La tendencia en los últimos años es a que la duración media de los conflictos aumente. De hecho, tenemos tristes ejemplos de conflictos que superan la década de duración como Siria, República Centro Africana o Nigeria», explica Cobas.
A todo esto, se suma que los conflictos en África son ya de entrada más invisibles y tienen menos oportunidades de ser noticia. «Las posibilidades son mínimas. El continente africano en general es olvidado», apunta Molina. El por qué esto ocurre está muy conectado con los prejuicios sobre África. La experta señala que asumimos que son algo endémico al continente. La violencia sexual que se vive ahora mismo en Sudán, apunta, abriría telediarios si pasase en otros lugares.
«La tendencia en los últimos años es a que la duración media de los conflictos aumente y superen la década, como el de Siria»
Lorena Cobas
Programas Internacionales UNICEF
El panorama de conflictos olvidados incluye, prácticamente, a todos los continentes. Hay crisis de refugiados en Venezuela o en Myanmar, donde los rohinyás están atrapados sin tener ningún lugar al que ir, como recuerda Molina. La experta de Worl Vision también recupera el caso de Yemen, del que no se habla desde hace mucho tiempo pero donde sigue habiendo una guerra, o Siria, cuya crisis se remonta ya a una década.
También viven una crisis brutal Malí o Haití, este último un conflicto «completamente olvidado». Ambos países están viendo como los organismos internacionales están reduciendo presencia (o saliendo directamente de la zona), lo que da cuenta de la gravedad de la situación. «Es un círculo vicioso», señala Molina, porque no hay donaciones y no hay dinero para trabajar en esos lugares, pero tampoco hay nadie allí contando lo que están pasando. Es como un bucle de invisibilización.
Es, justamente, lo que pasó con Afganistán, que está ahora mismo olvidadísimo, como indica Molina, a pesar de que las mujeres afganas siguen necesitando a la comunidad internacional. Cuando los talibanes llegaron al poder, la comunidad internacional salió del país y cerraron las ayudas para no colaborar con el nuevo régimen. «Pero no podemos irnos de Afganistán», insiste la experta, porque la situación sigue siendo grave para esas mujeres.
Incluso, haber sido muy mediático y haber despertado un interés muy elevado en la opinión pública no blinda ante la desaparición futura de la agenda colectiva. Molina suma ya, de hecho, a Ucrania a la lista de los olvidados. «Ya lo dejamos de escuchar», explica. Cuando un conflicto se alarga, «empieza a convertirse en una crisis olvidada». Esto hace que se estén ya recortando fondos, aunque siguen estando en una situación de extrema necesidad.
Desde UNICEF también hablan de Ucrania, Siria, Afganistán o Sudán en la lista de conflictos menos mediáticos en los que han trabajado este año, y suman la Franja de Gaza o la República Democrática del Congo (RDC). «En estas zonas, los niños y niñas están sufriendo las consecuencias de la violencia, la falta de acceso a servicios básicos como la salud, la nutrición, la educación y la protección, así como la interrupción de su vida cotidiana», indica Cobas.
«Mejor ejemplo que el de Sudán, con la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo, hay pocos»
Que un conflicto se convierta en olvidado no es banal. «Las crisis con más déficit de financiación en 2024 coinciden con crisis tan olvidadas que en la sociedad ni siquiera hay conciencia de que se viven, como los casos de Burkina Faso, Líbano, Uganda y RDC», señala Cobas. Cuando una crisis no entra en el radar, tampoco lo hace en el reparto de fondos.
No salir en las noticias no solo implica que las personas de a pie no se enteren sino también el olvido entre la comunidad internacional, como recuerda Molina. Una financiación desigual, añade Cobas, pone a prueba la capacidad que tienen las organizaciones humanitarias para responder a las crisis.
Desde UNICEF aportan un dato: solo el 9% de la financiación que reciben es flexible. La mayoría está asignada a crisis concretas y «un puñado de emergencias». Demasiados niños y niñas quedan fuera de las cuentas, aunque necesitan urgentemente ayuda.
«No deberíamos estar jugando a mover fondos de una crisis a otra», asegura Molina, que añade que si se cumplieran los objetivos habría dinero suficiente para abordar todas estas crisis en marcha.-