Peregrino de Esperanza: 1985-2025
Me pareció que debíamos hacer en RCL un especial de varias entregas para desempolvar, en este momento del país, esos recuerdos que debemos compartir con los jóvenes de ayer y de hoy

Beatríz Briceño Picón:
Hace 40 años, un 26 de enero, recibimos en Venezuela la primera visita del Papa Juan Pablo II. Tres días históricos que renovaron la fe de los católicos. Once años más tarde, del 9 al 11 de febrero de 1996, volvió, a nuestra tierra de gracia, como Peregrino de la Esperanza y único pontífice romano que ha estado en nuestro país, dejando un legado que jamás se podrá olvidar. El primero en recordar esta fecha, ha sido el Cardenal Baltazar Porras, arzobispo emérito de Caracas, de corazón merideño, a quien le correspondió coordinar las dos visitas por la Conferencia Episcopal de nuestro país.
Detrás de bambalinas, me tocó la suerte de estar en la oficina de prensa de la Coordinación de ambos viajes. Habría también material para escribir un librito desde esa atalaya, pero hoy solo recordaré aquí la labor del Padre Amador Merino sdb, también periodista y asesor en la Nunciatura, que estuvo al frente de lo comunicacional en el viaje de 1985. Desde la eternidad, donde disfruta hoy, con la cercanía de San Juan Bosco y San Juan Pablo II sonreirá de las peripecias que vivimos para atender a todos los periodistas extranjeros y nacionales presentes en el Parque Central, como centro de operaciones de la primera visita papal.
Por tantas circunstancias me pareció que debíamos hacer en RCL un especial de varias entregas para desempolvar, en este momento del país, esos recuerdos que debemos compartir con los jóvenes de ayer y de hoy. Aunque no es fácil transmitir el fuego y el ardor que brotaba del corazón del Papa, que recogió de su amor de Dios y de la teología posterior al Concilio, la filosofía, el arte, el teatro, la literatura y la antropología del amor. El Papa Amigo, cuando llegó a Venezuela acababa de concluir, en Roma, esas primeras catequesis de los miércoles que se conocen como Teología del cuerpo, a las cuales dedicó los cinco primeros años como sucesor de Pedro. Según uno de sus biógrafos, toda esa riqueza, tesoros para una visión plena del ser humano y su destino, era como una bomba de relojería que explotaría en cualquier momento del siglo XXI. Y no se equivocó, porque estamos viendo como por todas partes van surgiendo estudiosos y divulgadores de esos principios básicos para entender mejor la persona, la familia, la sociedad y el mundo contemporáneo.
En este pórtico de la visita de 1985 (Caracas, Maracaibo, Mérida y Ciudad Guayana), que iremos recordando durante el inicio del año jubilar de la Encarnación, lo lógico sería cerrar hoy con las palabras del Papa a su llegada el 26 de enero de 1985, pero he preferido recoger algunas de las que dijo en su despedida, en Maiquetía, el 11 de febrero de 1996, a las 7 de la noche, cuando concluía su segunda y última visita:
“Ha llegado el momento de deciros adiós, después de haber pasado tres días en medio de vosotros como peregrino de esperanza. Han sido momentos de alegría espiritual y de encuentros llenos de afecto mutuo, que me han llenado de gozo y de confianza en el futuro de la Iglesia en Venezuela y de la vida de esta comunidad nacional. (…) Aunque en esta ocasión mi estancia se ha limitado a Guanare y Caracas, sin embargo he tenido presente a todos los hijos de esta nación. Desde mi primer encuentro con los recluidos en el Retén de Catia hasta el que he tenido hace pocos momentos con los jóvenes, he sentido vuestra sincera acogida (…) En Guanare he comprobado la honda devoción mariana, expresada en el amor a la Virgen de Coromoto, tan arraigada en la vida de los venezolanos. En Caracas os he visto comprometidos de forma seria en la evangelización, que, siendo siempre necesaria, lo es más ante los actuales y apremiantes desafíos. En los encuentros con los responsables de los diversos sectores de la vida nacional y con los jóvenes, he podido constatar el inmenso potencial humano de la nación. (…) Por todo ello, me voy con la esperanza de que Venezuela, con la ayuda de Dios y con el esfuerzo incansable de sus hijos, tiene por delante un futuro mejor. Y ya para concluir sus palabras en el aeropuerto de Maiquetía nos dijo: Os aliento a un renovado empeño en la vivencia y testimonio de vuestra fe, haciendo de los valores cristianos y éticos, que han configurado vuestro ser como nación, un factor de cohesión social, de progreso y de paz.
Seguiremos, semanalmente, trayendo a la memoria de quienes hoy tienen 50 o más años, las vibrantes palabras del Santo Padre Juan Pablo II en Venezuela hace 40 años. Muchos, de menos de 50, es posible que sea la primera vez que conozcan trozos de sus mensajes cargados de esperanza. Todos estamos claros que es una bendición y una gracia extraordinaria recibir esas luces para ahondar en nuestra filiación divina en Jesucristo y su Madre, la importancia del bautismo, la misión trascendente de la familia, el valor de cada vida humana y su dignidad, la renovación del matrimonio, la Nueva Evangelización, la importancia de la formación en la fe, el valor del hogar, la catequesis en su más amplia comprensión y la formación para hacer cultura verdadera. También el valor del trabajo como vocación de servicio y desarrollo personal y comunitario. Y otras puntualizaciones importantes relacionadas con la vocación y misión de todos los laicos en medio del mundo y los múltiples carismas que enriquecen la Iglesia.-
Beatriz Briceño Picón
Humanista y periodista