Opinión

José Gregorio Hernández, santo y científico

Gehard Cartay Ramírez:

Pocas veces se reúnen en un ser humano tan diversas facetas como en el caso del doctor José Gregorio Hernández, canonizado este martes 25 de febrero por la Iglesia Católica, luego de setenta y cinco largos años de haber sido abierto aquel proceso de santificación.

Por esos valiosos méritos que lo caracterizaron puede ser catalogado como un venezolano excepcional: médico, filósofo, científico, académico y profesor universitario, todo eso fue este hijo de Trujillo, nacido en Isnotú, y hombre de indiscutible avanzada en medio de aquella Venezuela a caballo entre dos siglos, sumida en el atraso, las guerras internas, el caudillismo y el militarismo.

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La suya fue una personalidad portentosa, desde luego, capaz de encumbrarse por sobre todas estas limitantes que hacían de aquel pobre país el domicilio de las peores circunstancias políticas y económicas. Debió ser muy cuesta arriba, por tanto, su superación personal en condiciones tan adversas, comenzando por su rudimentaria educación inicial en el pueblo donde nació y luego, en Caracas, la prosecución de sus estudios medios hasta graduarse como doctor en Medicina en la UCV en 1888. Más difícil aún debió ser su regreso inmediato a Trujillo, con el firme propósito de ejercer la profesión en el poblado natal, en medio de todas las carencias al efecto, lo que sólo podía justificar su entrega por los más necesitados.

 

 

Al año siguiente optaría por una beca para proseguir en París estudios de especialización en Microscopia, Embriología, Histología y Fisiología. Al regresar a Caracas, ingresa como catedrático en la UCV e inicia así los estudios de Bacteriología en el país, por lo que ha sido catalogado como uno de los pioneros de la moderna medicina venezolana, aparte de ser considerado como el introductor del microscopio, instrumento que trajo de Francia. Publicó también su libro “Elementos de Bacteriología”, junto a otros escritos científicos, así como “Elementos de Filosofía”.

Pero, al mismo tiempo, José Gregorio fue un devoto católico, con una acendrada vocación religiosa que lo llevó a iniciar los estudios sacerdotales en Roma, en 1913. Cinco años antes había ingresado como monje en la Cartuja de Lucca, también en Italia. Pero tuvo que abandonar tales estudios por razones de salud, luego de lo cual regresó definitivamente a Venezuela a ejercer su profesión médica y docente, y asistir a la gente más humilde, sin descuidar sus deberes como católico ferviente. Murió, como bien se sabe, atropellado por un vehículo en 1919.

Para el doctor Hernández nunca existió la dicotomía entre la religión y la ciencia, ciertamente, pues en su caso personal lo resolvió de manera brillante. Tal vez por eso, luego de su muerte, la mayoría de los venezolanos son devotos suyos, creándose un auténtico culto de fe popular alrededor de su persona, al punto que muchos sostienen que ha obrado milagrosamente en diversos casos, todo lo cual lo ha elevado a los altares de la Iglesia Católica.

Pero, al propio tiempo, se le reconoce como un eminente científico que inició en el país diversos estudios experimentales sobre enfermedades entonces crónicas como la tuberculosis, la bilharziosis y la nefritis amarílica, entre otras, tal como lo reconocieron sus contemporáneos y los estudiantes que orientó y enseñó.

Respecto su condición de religioso y científico, cito la opinión de Rafael Caldera en junio de 1949, en su discurso en el Paraninfo de la UCV con motivo del treinta aniversario de la muerte del ahora santo: “Lo significativo de Hernández era que esa fe se acendraba, en ambiente impropicio, en época en que parecía imposible realizar estudios biológicos conservando la convicción del espiritualismo (…) En aquellos momentos, la posición de Hernández parece incomprensible. ¡Un fanático del microscopio y del escalpelo, cómo podía ser fanático -perdónese el vocablo- de la Providencia y la religión! (…)

Por cierto que Caldera señalaba en aquel discurso que José Gregorio Hernández, al defender la teoría creacionista del cristianismo, opinaba que ni esa ni la teoría evolucionista debían ser adoptadas como doctrina por la Academia Nacional de Medicina, de la cual fue miembro, por cuanto “lejos de favorecer, dificulta notablemente el adelantamiento de la ciencia”. (Datos tomados del libro “Tres discursos sobre José Gregorio Hernández”, Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, 1996)

Con motivo de sus exequias, un joven Rómulo Gallegos escribió su emocionado testimonio por aquel venezolano singular: “Cada cual había concurrido con lo mejor de sí mismo; con su dolor los que lo amaron, con su gratitud los que recibieron de él dones o enseñanzas, con su justicia los que lo admiraron (…) No era un muerto a quien se llevaba a enterrar; era un ideal humano que pasaba en triunfo, electrizándonos los corazones…” (Artículo publicado en “Atenas”, el 15 de julio de 1919, citado por Caldera en el mencionado discurso en la UCV).

El doctor José Gregorio Hernández fue, pues, un venezolano singular, multifacético y poliédrico, si se me permite el término, que cumplió con generosidad su responsabilidad como religioso y científico. Un venezolano del cual todos nos sentirnos orgullosos y a quien sus compatriotas debemos solicitar su intercesión para que nos ayude a salir de la terrible pesadilla que sufrimos desde hace tiempo.-

Fuente:

Gehard Cartay Ramírez: José Gregorio Hernández, santo y científico

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