Entrevistas

Fernando Savater, admirador de Chesterton: «Hay valores universales… verdad, generosidad, coraje»

Luego de nuestras entrevistas con grandes exponentes del pensamiento contemporáneo, tengo el honor de presentarles hoy nuestra conversación con Fernando Savater.

Hablar de Fernando Savater es hablar de uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, un filósofo que ha estado presente en las discusiones fundamentales durante las últimas décadas. Su voz ha sido constante en el debate de las ideas, no desde la distancia académica ni el dogmatismo ideológico, sino desde la cercanía y la claridad. Savater siempre ha defendido que la filosofía no es solo para los especialistas, sino un ejercicio vital, de allí el título sugerente de sus programas y libro: La aventura de pensar.

Desde Ética para Amador, un libro que ha marcado a generaciones, hasta El contenido de la felicidad o El valor de educar, su obra ha demostrado que la reflexión es una tarea que nos pertenece a cada uno de nosotros.

Savater no es solo un intelectual brillante, sino un hombre honesto, franco y culto, que ha sabido estar a la vanguardia sin encadenarse a posiciones extremistas ni sectarias. Es, por encima de todo, un pensador libre, alguien que ha usado la filosofía para iluminar el presente sin renunciar a la profundidad de la tradición. En Los diez mandamientos en el siglo XXICarne Gobernada y La peor parte, su testimonio personal y filosófico nos ha permitido ver a un hombre que no solo aborda la ética, la política y la educación, sino que también se enfrenta a los dilemas humanos con la misma lucidez con la que aborda las grandes cuestiones intelectuales. Su capacidad de dialogar con distintas generaciones, de hablar con sencillez sobre lo esencial y de provocar la reflexión sin condescendencia lo han convertido en una figura imprescindible.

Hace pocos meses, coincidí con él en un seminario sobre Chesterton organizado por el Club Chesterton y el gran amigo Enrique García-Máiquez. Fue en ese espacio de conversación y encuentro donde le recordé de sus tiempos en Caracas y las salas de conferencia reventaban de la cantidad de personas que íbamos a sus charlas. También le pedí la posibilidad de tener esta conversación.

Su aproximación a Chesterton en aquella conferencia y lo que este autor ha significado en su vida ya nos dice mucho sobre la clase de ser humano que es Fernando Savater: un hombre que ha sabido conjugar la pasión por la inteligencia con el sentido del humor, la ironía con la profundidad y, sobre todo, la filosofía con la vida misma.

-Profesor, le agradezco enormemente su tiempo, es un honor poder conversar con usted hoy. Me gustaría que esta charla estuviera dirigida a un lector con inquietudes intelectuales, más que a un público especializado en filosofía. Usted siempre ha sabido conectar con el gran público de manera clara y directa. Mi primera pregunta es sobre su trayectoria. A lo largo de su carrera ha abordado una gran variedad de temas. Si pudiera retroceder en el tiempo y volver al inicio de su vida como filósofo, ¿cree que hay algún tema que le hubiera gustado tratar desde el principio y que, por alguna razón, dejó fuera de su reflexión?

-Siempre hay temas que van surgiendo. La filosofía es una reflexión sobre la vida, sobre el devenir del tiempo y sobre lo que hacemos con él los seres humanos. Por eso, constantemente aparecen cuestiones nuevas, aunque muchas de ellas sean variaciones de preocupaciones eternas que ya plantearon los griegos.

»Mi trabajo ha estado guiado por lo que me ha tocado vivir. No tendría mucho sentido decir ahora que me habría gustado hablar de otras cosas, porque en su momento me centré en lo que tenía más cerca, en lo que estaba más vivo.

»Quizá me hubiera gustado prestar más atención a la ciencia, un ámbito que prácticamente no he abordado porque no tengo formación científica. Hoy, viendo cómo hemos llegado a una tecnocracia cada vez más dominante, creo que me habría sido útil haber reflexionado más sobre el papel de la ciencia en la sociedad. Pero bueno, ya no me da tiempo.

-Sobre la ciencia y la tecnología, precisamente, quisiera tener su visión. En su libro «El contenido de la felicidad» habla sobre el concepto de libertad. Pensando en lo que mencionaba sobre la ciencia, en este momento en que la tecnología tiene un peso tan grande en nuestras vidas, ¿cómo cree que la llamada «cultura del algoritmo» y el dominio de las redes sociales afectan la esencia de la libertad? ¿Diría usted que la amplían o, por el contrario, la restringen?

-La tecnología no atenta contra la libertad, es un producto de la libertad. Toda la ciencia, la tecnología y lo que ahora llamamos inteligencia artificial son creaciones humanas nacidas de nuestra capacidad de decidir y transformar el mundo. Algunos las ven como amenazas, pero en realidad son el resultado de nuestra libertad.

»Lo que a veces nos inquieta no es que nos vayan a quitar la libertad, sino el uso que hacemos de ella y las consecuencias que eso trae.

-Pero ¿no le parece que la tecnología de hoy tiene una dimensión inédita, en el sentido de que ya no es solo un instrumento que utilizamos, sino algo que interactúa con nosotros, que nos perfila, nos analiza y nos ofrece lo que «creemos» que queremos? ¿No es eso una novedad significativa?

-Eso siempre ha ocurrido con la tecnología. Nos asombramos ahora con la inteligencia artificial, pero hace un siglo la gente estaba convencida de que el teléfono acabaría con las relaciones humanas.

»Se hicieron incluso obras de teatro, como La voz humana de Jean Cocteau, que hablaban de los peligros de esa nueva comunicación. Hoy, el teléfono nos parece lo menos amenazante del mundo comparado con otros avances.

»El miedo ante los propios descubrimientos humanos es algo eterno. Estoy seguro de que cuando se inventó la rueda también hubo quien dijo que el mundo ya no volvería a ser el mismo.

-Toquemos ahora el tema de la ética. ¿Cree usted que los seres humanos estamos más condicionados por nuestra cultura y contexto histórico, o hay una base universal, una naturaleza humana que trasciende esas diferencias?

-Lo que más nos condiciona es nuestra biología. Somos seres biológicos y eso nos iguala. Si un chino, un europeo y un americano llegan a una isla desierta, sus necesidades básicas serán exactamente las mismas: comida, refugio, protección.

»La cultura, en cambio, modula esas necesidades y les da formas diferentes, lo que crea diversidad. Pero nuestras diferencias humanas son más superficiales de lo que a veces creemos.

»De hecho, viajar mucho nos ayuda a darnos cuenta de la universalidad humana. Al principio, uno se impresiona con las diferencias culturales, pero cuanto más se viaja, más se descubren los elementos comunes que compartimos.

-Profesor, ¿diría entonces que las semejanzas entre los seres humanos son más biológicas que culturales?

-Sí, aunque también hay valores universales. En todas las sociedades se valora la verdad sobre la mentira, la generosidad sobre la avaricia y el coraje sobre la cobardía. Estos valores no dependen de la cultura, sino de que representan fuerza y vitalidad, mientras que sus opuestos reflejan debilidad.

-Hablemos ahora de democracia. Usted ha sido un crítico del populismo y ha reflexionado sobre la crisis democrática. ¿Cómo ve la situación actual? ¿Cree que la democracia enfrenta hoy una crisis más profunda que en otros momentos, o esta discusión es simplemente parte de su naturaleza?

-La democracia siempre ha estado en crisis. Desde los griegos, los debates sobre sus problemas han sido constantes. En La RepúblicaPlatón ya la criticaba, y los propios atenienses discutían si querían democracia o no, lo que es el colmo del espíritu democrático.

»Montesquieu decía que, si uno acerca el oído a un país y no oye nada, es porque es una dictadura. En cambio, si escucha ruido e indignación, es una democracia. La democracia es polémica por naturaleza.

»La crisis actual es diferente a otras, pero la democracia siempre genera discusión y conflicto.

  • Fernando Savater intervino en diciembre de 2024 en el encuentro ‘150 años de Chesterton: su legado en el mundo hispánico’ con la conferencia ‘La pasión por Chesterton’. Fue presentado por Rafael Sánchez Saus, director general de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria.

-Ya para finalizar, quisiera hacerle tres preguntas muy personales.

-Adelante

-Usted es un gran amante de la literatura. Si pudiera recomendar un solo libro, uno que ayudara a comprender los desafíos de la vida, ¿cuál sería?

-No hay un libro obligatorio en literatura, porque la literatura es un campo de libertad. Es como una farmacia: cada uno debe buscar la obra que le ayude según su propia necesidad.

»Lo lógico es empezar con los clásicos, porque son los que más han resonado a lo largo del tiempo. Leer a ShakespeareDante Cervantes es un buen comienzo, a partir de allí cada uno debe encontrar su propio camino.

-Por otra parte, «Ética para Amador» y «Política para Amador» han marcado a muchas generaciones. Si hoy reescribiera «Ética para Amador», ¿qué cambiaría?

-Cuando escribí Ética para Amador lo hice en un IBM primitivo, en una época sin internet ni redes sociales. Con el tiempo, publiqué Ética de urgencia, donde respondí a preguntas de jóvenes. Si reescribiera Ética para Amador, su esencia sería la misma, porque la ética no cambia, pero incluiría temas como el impacto de las redes sociales. Aunque, afortunadamente, ya no tendré que hacerlo

-Por último, En su obra «La peor parte» habló sobre la pérdida de su esposa. ¿Cómo ha influido su experiencia del sufrimiento en su visión sobre el sentido de la vida y la trascendencia?

-El amor es lo más importante en la vida. Si uno conserva a sus seres queridos, la vida es dichosa o al menos soportable. Pero cuando se pierde al ser más amado, la vida se vuelve mucho más difícil.

»Mi vida tiene dos etapas: antes y después de la ausencia de mi mujer. Antes era más alegre y despreocupado, después todo cambió. Nuestra biografía está hecha de dolores, pero también de pequeñas alegrías.-

Julio Borges/ReL

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