Entrevistas

Luis Marín de San Martín: «León XIV es la persona justa para guiar a la Iglesia en nuestro tiempo»

«El Papa León XIV tiene una gran sensibilidad para la justicia social, pero no teórica, sino 'a pie de obra'», relata a ABC este agustino español

El agustino español Luis Marín de San Martín (Madrid, 1961) es uno de los hombres de confianza del Papa. Vive en Roma desde 2008 porque se lo pidió Robert Prevost, entonces prior general de los agustinos. Llegó para ocuparse del archivo de la Orden y participar en varias comisiones; luego se convirtió en asistente general y en presidente del Instituto de Espiritualidad Agustiniana. Francisco lo fichó como subsecretario del Sínodo y lo hizo obispo. Hasta el pasado 7 de mayo, el ahora Papa León XIV iba todos los días a su casa. Pocos como él pueden describir cómo trabaja y cómo descansa, e intuir cómo será su pontificado.

—¿Se ha recuperado del ‘shock’?

—Siento aún la conmoción. Hemos vivido en la misma comunidad varios años. Y en últimos tiempos, aunque él residía fuera, compartíamos la Eucaristía, los momentos de oración, la mesa, la charla informal… Es agustino como yo. Por eso, podemos decir que es de mi familia, un hermano ahora convertido en padre de toda la Iglesia. Siento mucha alegría, una honda emoción y la responsabilidad de apoyarle, de rezar por él.

—¿Ha hablado con él?

—Lo he encontrado fugazmente, en un momento de mucha emoción. El tiempo solo de abrazarle y transmitirle el cariño de tanta gente buena. No he querido llamar, ni mandar mensajes, por no añadir presión en estos momentos, cuando tiene una agenda sobrecargada y muchos líos. Tampoco se trata de correr y abrirse paso a codazos para encontrar al Papa. Ya habrá tiempo para el diálogo tranquilo sobre varios temas. Además el Papa es presidente del Sínodo y, por tanto, mi jefe directo.

—¿Cuándo fue la última vez que lo vio?

 

—La última vez fue en San Pedro, durante la misa ‘Pro eligendo Pontifice’, que concelebraron los cardenales. Lo vi al pasar en la procesión y luego de lejos. Pensé: «Es hacerle una faena, pero ojalá sea el próximo Papa». Personalmente lo encontré el día antes, al finalizar la comida. Fue cuando le dije: «Roberto, no sabemos lo que va a pasar…». «Estamos en las manos del Espíritu Santo», me respondió. Esta ha sido su actitud durante toda su vida. Le di un fuerte abrazo diciendo: «Pase lo que pase, nunca estarás solo» Y él se despidió: «Gracias. Lo sé y te lo agradezco».

—¿Él era consciente de que podía convertirse en Papa?

—Como tantos cardenales, era consciente de que se hablaba mucho de él, de que podía ser elegido. Y aplicaba lo que ha sido norma durante toda su vida: «Si el Señor me llama, yo respondo». Disponibilidad total. Pero de ninguna manera entraba en murmuraciones, chismes, conspiraciones, luchas de poder. No es su estilo. Es un hombre muy tranquilo, tiene gran serenidad. Y posee un profundo sentido religioso, una vida espiritual intensa. Creo que era consciente de que la posibilidad real de ser elegido existía. Además siempre ha sido un hombre muy respetado en la Curia Romana. Y muy valorado por los que le conocen. Lo hemos comprobado en lo rápida que ha sido la elección: cuatro votaciones y una mayoría amplísima.

—Su vida ha dado muchas vueltas.

—Ha dado vuelcos tremendos: sus primeros años en Chicago; después, fue misionero en Chulucanas (Perú); luego, prior provincial en Chicago; posteriormente, lo eligieron prior general de la Orden durante doce años; después, volvió a Estados Unidos. Al año siguiente, el Papa lo nombró obispo de Chiclayo, en Perú, y cuando ya estaba encarrilado, como él contó, el Papa le pidió ser prefecto del Dicasterio para los Obispos. Verdaderamente es un hombre totalmente disponible a lo que el Señor le pida y con un enorme amor a la Iglesia

—En estos días desde que fue elegido Papa está emergiendo una personalidad muy rica.

—Me alegra mucho que lo estén percibiendo. Es un hombre de Dios, sereno, reflexivo, profundo. Gran trabajador y poco dado a la improvisación. Ya vieron que llevaba preparado su primer discurso: lo que quería decir y cómo lo quería decir. Sencillo en el trato y afable. Tiene sentido del humor, pero sin grandes estridencias. Aunque no es dado a expresar sentimientos ni a grandes explosiones, tiene un gran corazón y evidente sensibilidad. En el balcón de San Pedro se le vio muy conmovido. También es hombre de unidad. Busca la comunión, dialogar, tender puentes, integrar.

—Imagino que le va a costar vivir solo.

—Recuerdo que Pablo VI mencionaba, de forma muy sentida, la profunda soledad del Pontífice. Para nosotros, los agustinos, la vida en comunidad es esencial, es parte de nuestra identidad. Pero el Papa León sabe, primero, que el Señor lo acompaña; segundo, que lo sostiene la Iglesia, tantos cristianos que rezan por él. Como decía Francisco, está «en el pueblo de Dios», en ese sentido hermoso de unidad vivida y realidad practicada. Y, por último, lo asisten buenos colaboradores. Ojalá se sienta siempre muy acompañado, muy respaldado, nunca solo, sino con los demás, en los demás.

—¿Cómo gobernó los agustinos durante esos doce años? Lo digo para intentar hacer un paralelismo con cómo gobernará la Iglesia.

—Los paralelismos son difíciles porque una cosa es gobernar frailes y otra la Iglesia universal. Yo creo que a veces puede resultar más complicado gobernar frailes (Ríe). No cabe duda de que el Papa posee una gran capacidad de liderazgo y de gestión. Es un excelente hombre de gobierno. Muy templado y decidido.

Así es León XIV

«Es un gran trabajador y poco dado a la improvisación; busca la comunión, dialogar, tender puentes, integrar»

—¿Cómo era su estilo de gobierno?

—Se hizo muy presente en la Orden, no fue un prior general «separado» con su propio grupo y «encerrado» en su despacho para gobernar desde las alturas. Fue muy cercano. Visitó varias veces las comunidades en los cinco continentes, habló con todos los hermanos, se encontró con la gente. Esto le dio una perspectiva muy amplia. Apreciaba y valoraba la diversidad cultural, entendida como riqueza que supo integrar. Además, fue un gobierno de trabajo en equipo como es nuestro estilo. Escuchaba, pero sabía tomar decisiones, buscando el bien de la Orden. Y quiero destacar otros rasgos: el fuerte contenido espiritual, la atención a los signos de los tiempos, el particular cuidado a la dimensión social, la importancia de la tarea formativa. También dio un gran impulso evangelizador: no quería una Orden en repliegue. Valoraba la riqueza de nuestra historia, pero como impulso para seguir adelante, para testimoniar, para evangelizar.

—¿Va a haber continuidad con Francisco?

—Podemos decir que habrá continuidad en discontinuidad. Seguirá, sin duda, la línea de Francisco, pero no como «clon». Tiene otro estilo. Cada Papa tiene su personalidad, su modo de ver la vida, su formación, sus criterios, su modo de expresarse. Prevost fue un hombre de Francisco, que le tenía una gran confianza y a quien recibía en audiencia todos los sábados por la mañana. Ambos son hijos del Vaticano II y de su eclesiología. Las grandes opciones, las líneas trazadas, serán las mismas, pero cambiarán los modos, los acentos, el estilo.

—¿Pero es conservador o reformista?

—No se le puede encasillar fácilmente. Tiene una buena formación y unos fundamentos muy sólidos. Vive y sigue el Evangelio. Pero sabe que la Buena Noticia se encarna en un tiempo, en una época concreta y debe vivirse y anunciarse en ella. Por eso es capaz de comprender el presente y mirar al futuro. La imprescindible reforma de la Iglesia no se entiende como un intento de cambiar el depósito de la fe, que es inmutable, sino como profundización en él para vivirlo en nuestro tiempo de forma coherente. Prevost no es, en absoluto, un nostálgico del pasado, pero tampoco un aventurero. Distingue muy bien lo que es esencial, el depósito de la fe, de lo que son aspectos, maneras, manifestaciones que deben cambiar. Tiene una visión amplia del mundo y de la historia. Es tan progresista o conservador como lo es el Evangelio.

Su último saludo

«Antes del cónclave, le dije: ‘Roberto, no sabemos lo que va a pasar. Nunca estarás solo’»

—¿En qué sentido irán los cambios?

—Sabe que los tiempos evolucionan rápidamente y, por eso, no podemos estancarnos en un mundo que ya no existe. El Evangelio debe llevarse al mundo de hoy y responder a sus retos, no a los de épocas pasadas, ni siquiera a los de hace diez años. Necesitamos abrirnos al Espíritu para emprender con fruto un continuo proceso de lectura de la realidad. Los cambios llegarán, pero no serán improvisados.

—¿De dónde son los antepasados españoles del Papa?

—Se ha especulado mucho sobre esto. Efectivamente, sus bisabuelos por parte de madre eran españoles, pero se perdió la memoria de su zona de procedencia. Al menos yo no la sé. Supongo que, después de dos o tres generaciones integradas en la sociedad americana, se olvidó el origen concreto de estos emigrantes, quedando solo el recuerdo de que eran españoles. El abuelo nació en el barco y fue inscrito en el registro de Santo Domingo, el primer puerto en el que atracó la nave antes de continuar viaje.

—Su madre, Mildred Martínez, fue muy importante en la vida del Papa

—En efecto. La madre, Mildred (alias ‘Millie’), creo que falleció en el año 1990. De carácter dulce y amable, muy religiosa y bien formada, podemos decir que fue una mujer adelantada a su época: se graduó en biblioteconomía y luego, hizo una maestría en educación. Ella y su marido, Louis Marius, estaban totalmente integrados en la parroquia de Santa María de la Asunción, en Dolton, cerca de Chicago y eran un referente para la comunidad cristiana. Ambos se esforzaron por inculcar en sus hijos Louis Martin, John Joseph y Robert Francis su profundo sentido religioso y de servicio a la Iglesia. No una religiosidad teórica o falsamente espiritualista, sino encarnada: participación en los grupos, ayuda en la parroquia, vivencia de la fe de forma serena, activa y sin estridencias. Esa espiritualidad es la que Robert asumió desde la infancia y que ha cuajado particularmente en su fe sólida, en su espíritu misionero y en su disponibilidad para servir a la Iglesia.

—¿Cómo va a ser este pontificado?

—Creo que va a ser un gran Papa, la persona justa para guiar a la Iglesia en nuestro tiempo. Tiene una gran sensibilidad para la justicia social, pero no teórica, sino «a pie de obra». Y también está muy implicado en la defensa de la paz. Estoy seguro de que será una voz fuerte y respetada en el mundo, un punto de referencia. Buscará reforzar la comunión, procurará responder a los retos planteados hoy. Y lo hará desde el Evangelio. No olvidemos que, sobre todo, es un hombre de fe profunda.-

Javier Martínez-Brocal

Corresponsal en El Vaticano/ABC

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