La soledad del poder
La jornada de ayer evidencia que el poder no consiste solo en imponer autoridad mediante el uso abusivo de las armas de la República. El poder, en las sociedades posmodernas, requiere dos elementos fundamentales: legitimidad y legalidad

César Pérez Vivas:
Ayer domingo, la nación venezolana volvió a expresar, de forma absolutamente pacífica, su repudio al socialismo del siglo XXI, devenido en una cruel dictadura. Nicolás Maduro y su camarilla recibieron una nueva lección de un pueblo que, con inteligencia, les hace saber su absoluto rechazo a la usurpación de los poderes del Estado.
Este 25 de mayo de 2024, la cúpula roja pudo sentir en toda su dimensión la soledad del poder: un poder usurpado, fruto del fraude y la violencia de un Estado que se ha desviado hacia la barbarie y la corrupción. La soledad fue de tal magnitud que no hay narrativa, campaña ni historieta que borre lo que cada ciudadano vivió en su propia comunidad, en las vecinas, y por ende, en todo el territorio nacional. A diferencia del evento electoral del 28 de julio de 2024, cuando la ciudadanía, convocada por sus auténticos representantes, acudió masivamente a las urnas para elegir a Edmundo González Urrutia, ayer domingo los centros de votación estuvieron tan vacíos que, en muchos casos, fue cerca del mediodía cuando se lograron instalar las mesas y permitir que algunas personas votaran.
La jornada de ayer evidencia que el poder no consiste solo en imponer autoridad mediante el uso abusivo de las armas de la República. El poder, en las sociedades posmodernas, requiere dos elementos fundamentales: legitimidad y legalidad. La primera proviene del respaldo y la participación ciudadana; la segunda, del ejercicio de la autoridad conforme a principios y normas universalmente aceptadas.
Como he señalado en entregas anteriores, el sistema político venezolano —y especialmente el sistema electoral— ha dejado de lado todo principio de legalidad, dando paso a una arbitrariedad burda y estableciendo un régimen corrupto y criminal. Esto ha traído como resultado el colosal repudio ciudadano que presenciamos.
Enfrentar a una camarilla criminal como la que usurpa los poderes del Estado en nuestro país no es una tarea sencilla. Para quienes hemos sido formados en la escuela democrática, apegados a principios trascendentes, resulta extremadamente complejo utilizar las mismas armas contra quienes evidencian, sin pudor, su capacidad para matar, robar, calumniar y mentir.
Todos los ciudadanos han sido testigos de cómo nos tocó enfrentar el proceso presidencial de 2024: una campaña llena de obstáculos, marcada por la violencia, la arbitrariedad, el bloqueo de liderazgos y organizaciones, el hostigamiento policial y parapolicial contra la ciudadanía y contra los líderes de la campaña opositora, el sabotaje de eventos y el bloqueo de acceso a recursos y servicios. Aun así, movilizamos al país, ganamos y lo demostramos.
No hemos podido cobrar esa victoria porque el perdedor, utilizando el control político de los demás poderes del Estado, ejecutó el fraude. Luego, con grupos armados al margen de la ley y con las armas de la República, desató una ola represiva que dejó muertes inocentes, más de 2.000 presos y más de 5.000 refugiados.
No ha faltado quienes han reclamado un “plan B” distinto al que diseñamos y ejecutamos para garantizar la integridad de cada mesa. Ese plan funcionó como nunca antes en este siglo. Parece que algunos esperaban, además de la preparación técnica y logística de ese inmenso esfuerzo, que hubiésemos organizado una estructura armada para hacer valer el resultado. Eso no es viable desde ningún punto de vista: ni ético, ni logístico, ni político. El deber del comando “Con Venezuela”, bajo el liderazgo de María Corina Machado, era movilizar, animar y convocar a la sociedad para derrotar a Maduro en las urnas. Y ese cometido se cumplió.
El robo descarado y la brutal represión, así como la conducta cómplice de la cúpula militar, son los factores que hoy nos tienen en lucha para hacer respetar ña soberanía popular. Con ocasión del fallido evento de ayer, nuestra táctica cambió. Ya conocida la conducta fraudulenta y violenta de Maduro, consideramos pertinente no ofrecerle una nueva oportunidad para otra razia de muertos y presos. La nación comprendió claramente el mensaje y le hizo el vacío al dictador. Todos los falsos positivos creados para justificar la represión y tratar de impedir, de forma desesperada, que nuestro mensaje llegara a la ciudadanía, solo contribuyeron a que su soledad fuera aún mayor.
Maduro se sostiene exclusivamente por la violencia ejercida mediante el uso ilegítimo de las armas. Su gobernabilidad está completamente comprometida. No tiene forma de atender el drama que vive el país. Esa ingobernabilidad, que se expresa en múltiples formas —política, económica, militar y humanitaria— terminará, más temprano que tarde, por expulsarlo del poder.
La lucha de Venezuela se centra precisamente en lograr esa expulsión de la camarilla roja de los espacios ilegítimamente ocupados, para proceder a la reinstitucionalización del Estado y a la reconstrucción espiritual, cultural y material de nuestra amada Venezuela. Hacia allá nos dirigimos los demócratas de Venezuela.-
Caracas, lunes 26 de mayo de 2025