El Papa

El Papa denuncia la «lógica de la exclusión» de la que surgen los «nacionalismos políticos»

"La Iglesia debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas. En ella no puede haber ni olvidados ni despreciados"

«Es triste observar como en un mundo donde se multiplican las ocasiones para  socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo  incapaces de “establecer vínculos”, siempre inmersos en la multitud, pero restando viajeros  desorientados y solitarios»

 

«El Espíritu transforma también aquellos peligros más ocultos que contaminan nuestras relaciones, como  los malentendidos, los prejuicios, las instrumentalizaciones. Pienso también —con mucho dolor— en  los casos en que una relación se intoxica por la voluntad de dominar al otro, una actitud que frecuentemente desemboca en violencia, como desgraciadamente demuestran los numerosos y  recientes casos de feminicidio»

 

«Somos  verdaderamente la Iglesia del Resucitado y los discípulos de Pentecostés sólo si entre nosotros no hay  ni fronteras ni divisiones, si en la Iglesia sabemos dialogar y acogernos mutuamente integrando  nuestras diferencias, si como Iglesia nos convertimos en un espacio acogedor y hospitalario para  todos»

 

«¡Por Pentecostés se renueva la Iglesia y el mundo! Que el viento  vigoroso del Espíritu venga sobre nosotros y dentro de nosotros, abra las fronteras del corazón, nos  dé la gracia del encuentro con Dios, amplíe los horizontes del amor y sostenga nuestros esfuerzos  para la construcción de un mundo donde reine la paz»

 

«Invoquemos el Espíritu de amor y de paz, para que abra las fronteras, abata los muros, disuelva  el odio y nos ayude a vivir como hijos del único Padre que está en el cielo«. Ante casi cien mil personas, representantes de los nuevos movimientos eclesiales, León XIV lanzó una denuncia de «la lógica de la exclusión» de la que surgen «nacionalismos políticos». En la fiesta de Pentecostés, Prevost recordó cómo «el Espíritu Santo vence su miedo, rompe las cadenas interiores, alivia las heridas, los  unge con fortaleza y les da el valor de salir al encuentro de todos para anunciar las obras de Dios».

León XIV, este domingo

León XIV, este domingo

La venida del Espíritu «supera la ruptura iniciada en Babel (…) y abre las fronteras», glosó el Papa. «La Iglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es: debe abrir las  fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas. En ella no puede haber  ni olvidados ni despreciados. En la Iglesia hay sólo hermanos y hermanas de Jesucristo libres», apuntó, en palabras de la homilía de Pentecostés de Benedicto XVI, en 2005.

Y es que «el Espíritu abre las fronteras, ante todo, dentro de nosotros», y que «disuelve nuestras durezas, nuestras cerrazones, los egoísmos, los  miedos que nos paralizan, los narcisismos que nos hacen girar sólo en torno a nosotros mismos».

Una multitud en la plaza de san Pedro

Una multitud en la plaza de san Pedro

«El  Espíritu Santo viene a desafiar, en nuestro interior, el riesgo de una vida que se atrofia, absorbida por  el individualismo», apuntó León XIV, quien denunció cómo «es triste observar como en un mundo donde se multiplican las ocasiones para  socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo  incapaces de “establecer vínculos”, siempre inmersos en la multitud, pero restando viajeros  desorientados y solitarios».

«El Espíritu de Dios, en cambio, nos hace descubrir un nuevo modo de ver y de vivir la vida», insistió, señalando cómo Pentecostés «abre las fronteras en nuestro interior, para que nuestra vida se convierta en un espacio hospitalario«.

León XIV, durante la misa de Pentecostés

León XIV, durante la misa de Pentecostés

«Cuando el amor de Dios mora  en nosotros, somos capaces de abrirnos a los hermanos, de vencer nuestras rigideces, de superar el  miedo hacia el que es distinto, de educar las pasiones que se sublevan dentro de nosotros», explicó el Papa, quien insistió en que «el Espíritu transforma también aquellos peligros más ocultos que contaminan nuestras relaciones, como  los malentendidos, los prejuicios, las instrumentalizaciones. Pienso también —con mucho dolor— en  los casos en que una relación se intoxica por la voluntad de dominar al otro, una actitud que frecuentemente desemboca en violencia, como desgraciadamente demuestran los numerosos y  recientes casos de feminicidio».  

«Somos  verdaderamente la Iglesia del Resucitado y los discípulos de Pentecostés sólo si entre nosotros no hay  ni fronteras ni divisiones, si en la Iglesia sabemos dialogar y acogernos mutuamente integrando  nuestras diferencias, si como Iglesia nos convertimos en un espacio acogedor y hospitalario para  todos» añadió, invocando la necesidad de que «el Espíritu abra las fronteras también entre los pueblos» para trabajar por la fraternidad.

Misa de Pentecostés en San Pedro

Misa de Pentecostés en San Pedro

«El Espíritu rompe las fronteras y abate los muros de la indiferencia y del odio«, porque «donde hay amor no hay espacio para los prejuicios, para las distancias  de seguridad que nos alejan del prójimo, para la lógica de la exclusión que vemos surgir  desgraciadamente también en los nacionalismos políticos». Algo de lo que ya advertía, hacer dos años, el Papa Francisco: «Estamos todos conectados y, sin embargo, nos encontramos  desconectados entre nosotros, anestesiados por la indiferencia y oprimidos por la soledad» (…). Y de todo esto son una trágica señal las guerras que agitan nuestro planeta».

«¡Por Pentecostés se renueva la Iglesia y el mundo! Que el viento  vigoroso del Espíritu venga sobre nosotros y dentro de nosotros, abra las fronteras del corazón, nos  dé la gracia del encuentro con Dios, amplíe los horizontes del amor y sostenga nuestros esfuerzos  para la construcción de un mundo donde reine la paz», finalizó Prevost.

Decenas de miles de fieles en San Pedro

Decenas de miles de fieles en San Pedro

 Jesús Bastante/RD

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