Opinión

Guerra avisada

Guerra avisada no mata soldado. Mata a civiles y a todos en su devenir. Mata a quienes avisan que no quieren guerra

Elías Farache:

Desde hace décadas el ahora longevo primer ministro de Israel, cuando era un diplomático en acenso con pretensiones políticas, denunciaba a Irán como el país que sería una amenaza letal para Israel. Y por su parte, Irán daba bases ciertas a tales denuncias gracias a declaraciones inequívocas sobre sus intenciones, además de posturas firmes contra Israel en todos los foros a los cuales pudiera acceder. Hizbola en el Líbano, los temibles huties del Yemen, Hamas en Gaza, también la Siria de Assad, eran instrumentos de presión sobre Israel.

 

Irán nunca escondió sus intenciones para con Israel. Y muchos de sus simpatizantes quizás son solidarios en la posición que atribuye a la creación de un estado judío la causa de los problemas del Medio Oriente. La combinación de intenciones y acciones, además de la determinación de desarrollar un programa de energía nuclear acompañado de la fabricación de un arsenal de potentes misiles, constituyó para Israel una amenaza cierta y con capacidades letales para un plazo ya inmediato.

 

Ambos países y ambos gobiernos, en el caso de Israel sin diferencia entre de derechas e izquierdas, tienen años de escarceos verbales en foros internacionales, en la prensa de los cinco continentes. Como de costumbre siempre, es el ciudadano de a pie, el más inocente de todos, quien sufre la tensión ante la inminencia de un conflicto, cuanto y más cuando el mismo tiene lugar.

 

Israel tiene meses en el enfrentamiento con los llamados proxies de Irán, además de la lucha mediática que pierde antes que siquiera estalle la crisis de turno. Las grandes potencias, al igual que los organismos multinacionales cuya misión es preservar la paz mundial, no han logrado contener la evolución de un conflicto que, visto hoy, es la crónica de una guerra anunciada. La triste verdad es que ya no sirve explicar posiciones ni dar la razón, buscarla o negarla. El Medio Oriente arde en llamas y el mundo observa con un deje de asombro y una indiferencia que es casi absoluta. La sinrazón de la violencia ha estallado, y poco importan hoy las causas cuando lo que resulta indispensable es sobrevivir.

 

Al escribir esta nota, Irán e Israel intercambian explosivos. Unos de escasa puntería, los últimos de mayor precisión. Quienes tenemos seres queridos en la zona, no dormimos ni tenemos consuelo, nos invade la preocupación y la sensación de una impotencia que aturde. La confianza en el liderazgo mundial, la otrora convicción que el mundo habrá avanzado luego de la Segunda Guerra Mundial, han dejado paso al desasosiego y la depresión. Las tristes declaraciones de los gobernantes de las naciones que parecieran tener algo que decir y más que hacer, sumen a todos en una crisis de dimensiones colosales.

 

Tenían razón aquellos pájaros de mal agüero que presagiaban intercambios mortales de explosivos. Las teorías de apaciguamiento, de hacerse la vista gorda, de complacer lo que parecían caprichos, no han sido efectivas. Todo lo contrario. Las resoluciones, condenas y llamados de atención, no han servido sino como leña para un fuego que encendido resulta difícil de extinguir. El Medio Oriente está en guerra, una guerra donde los frentes de batalla no tienen fronteras comunes, donde las víctimas son quienes pretenden cobijarse en sus hogares y estos resultan el blanco más vulnerable. ¿Es esta la humanidad del siglo XXI? Parece más bien el retroceso a la Edad de Piedra con la tecnología de avanzada diseñada para destruir antes que otra cosa.

 

Desde la creación del mundo, ha existido el bien y el mal. La verdad y la mentira. El bien se apoya en la verdad, el mal se apoya en la mentira. En estos momentos de tristeza y preocupación, de mortandad extendida, de acciones crueles y guerras que empiezan, continúan y no terminan, que cada uno realice su juicio racional. Pareciera que solo queda encomendarse al Creador, orar porque prive el más escaso de los sentidos, el sentido común.

 

El decir popular tiene razón al expresar que “guerra avisada no mata soldado”. En estos días, la guerra avisada con tanto tiempo de antelación, no está matando soldados. Está matando a los civiles que no alcanzan un refugio.

 

Guerra avisada no mata soldado. Mata a civiles y a todos en su devenir. Mata a quienes avisan que no quieren guerra.-

 

Elías Farache S.

15 de junio de 2025

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