Cultura Católica

Relaciones entre países ¿cómo deberían ser según la Doctrina Social?

El tema de las relaciones entre países es tan importante en la Doctrina Social de la Iglesia, que su Compendio ofrece todo un capítulo al respecto –el noveno–, además de muchas otras menciones, en temas transversales

Asistimos a un momento histórico sumamente complejo en cuanto a las relaciones entre países. En lo que a conflictos armados se refiere, los más memorables –pero no los únicos– son el de la invasión Rusa a Ucrania; el de Israel contra Hamás, así como los de India-Pakistán; China-Taiwán; el Congo-Ruanda; el de las dos Coreas, y, recientemente, el de Israel-Irán. A esta colosal crisis se han agregado otros conflictos muy graves como la reciente guerra comercial arancelaria impuesta por los Estados Unidos y el mega conflicto migratorio, también en los Estados Unidos, detonado por las redadas masivas del ICE (Immigration and Customs Enforcement).

Tanta sangre, odio, injustica, destrucción, abusos, dolor y despilfarro de recursos es un llamado a la conciencia que no debería pasar inadvertido. La Iglesia tiene una palabra sumamente valiosa que aportar, la cual es fundamental para renovar la comunidad internacional en la justicia, la paz y la libertad de los hijos de Dios, según el plan del Creador.

El capítulo 9 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) ofrece su luz e instrucción en los siguientes puntos, empezando por los fundamentos bíblicos sociales:

1Aspectos bíblicos

“Las narraciones bíblicas sobre los orígenes muestran la unidad del género humano (que) no ha sido creado aislado, sino dentro de un contexto del cual son parte integrante el espacio vital, que le asegura la libertad (el jardín), la disponibilidad de alimentos (los árboles del jardín), el trabajo (el mandato de cultivar) y sobre todo la comunidad (el don de la ayuda de alguien semejante a él) (cf. Gn 2,8-24)”.

«En el testimonio definitivo de amor que Dios ha manifestado en la Cruz de Cristo, todas las barreras de enemistad han sido derribadas (cf. Ef 2,12-18) y para cuantos viven la vida nueva en Cristo, las diferencias raciales y culturales no son ya motivo de división (cf. Rm 10,12; Ga 3,26-28; Col 3,11)».

La unidad de la familia humana «no se construye con la fuerza de las armas, del terror o de la prepotencia; es más bien el resultado de aquel supremo modelo de unidad, reflejo de la vida íntima de Dios, Uno en tres personas… que los cristianos expresamos con la palabra comunión, y una conquista de la fuerza moral y cultural de la libertad».

2Las reglas fundamentales de la comunidad internacional

A fin de mantener un orden justo en las relaciones internacionales, la Iglesia instruye las reglas fundamentales. Estas reglas están fundadas en los valores humanos y la primacía del orden moral que orienta y sustenta el jurídico.

“La convivencia entre las Naciones se funda en los mismos valores que deben orientar la de los seres humanos entre sí: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad. La enseñanza de la Iglesia en el ámbito de los principios constitutivos de la Comunidad Internacional, exhorta a las relaciones entre los pueblos y las comunidades políticas encuentren su justa regulación en la razón, la equidad, el derecho, la negociación, al tiempo que excluye el recurso a la violencia y a la guerra, a formas de discriminación, de intimidación y de engaño.”

«Para realizar y consolidar un orden internacional que garantice eficazmente la pacífica convivencia entre los pueblos, la misma ley moral que rige la vida de los hombres debe regular también las relaciones entre los Estados. (…) Es necesario que la ley moral universal, escrita en el corazón del hombre, sea considerada efectiva e inderogable cual viva expresión de la conciencia que la humanidad tiene en común, una ‘gramática’ capaz de orientar el diálogo sobre el futuro del mundo. (…) Para resolver los conflictos que surgen entre las diversas comunidades políticas y que comprometen la estabilidad de las Naciones y la seguridad internacional, es indispensable pactar reglas comunes derivadas del diálogo, renunciando definitivamente a la idea de buscar la justicia mediante el recurso a la guerra. (…) En definitiva, el derecho internacional debe evitar que prevalezca la ley del más fuerte».

3La cooperación internacional para el desarrollo

En este punto, la Iglesia anima a toda la comunidad internacional a colaborar en un desarrollo tal que permita la vida digna de todos sus hijos; promueve la lucha contra la pobreza; y mantiene su palabra profética de condonar la deuda externa a fin de favorecer el desarrollo integral de toda la comunidad internacional.

“La solución al problema del desarrollo requiere la cooperación entre las comunidades políticas particulares: Las Naciones, al hallarse necesitadas las unas de ayudas complementarias y las otras de ulteriores perfeccionamientos, sólo podrán atender a su propia utilidad mirando simultáneamente al provecho de los demás. (…) el desarrollo no es sólo una aspiración, sino un derecho que, como todo derecho, implica una obligación: La cooperación al desarrollo de todo el hombre y de cada hombre es un deber de todos para con todos (…) En la visión del Magisterio, el derecho al desarrollo se funda en los siguientes principios: unidad de origen y destino común de la familia humana; igualdad entre todas las personas y entre todas las comunidades, basada en la dignidad humana; destino universal de los bienes de la tierra; integridad de la noción de desarrollo; centralidad de la persona humana; solidaridad. (…) El espíritu de cooperación internacional requiere que, por encima de la estrecha lógica del mercado, se desarrolle la conciencia del deber de solidaridad, de justicia social y de caridad universal, porque existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad».

b) Lucha contra la pobreza (n. 449)

“La lucha contra la pobreza encuentra una fuerte motivación en la opción o amor preferencial de la Iglesia por los pobres. En toda su enseñanza social, la Iglesia no se cansa de confirmar también otros principios fundamentales: primero entre todos, el destino universal de los bienes. Con la constante reafirmación del principio de la solidaridad, la doctrina social insta a pasar a la acción para promover el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. El principio de solidaridad, también en la lucha contra la pobreza, debe ir siempre acompañado oportunamente por el de subsidiaridad, gracias al cual es posible estimular el espíritu de iniciativa, base fundamental de todo desarrollo socioeconómico, en los mismos países pobres”.

c) La deuda externa (n. 450)

“Los mayores sufrimientos, atribuibles a cuestiones estructurales pero también a comportamientos personales, recaen sobre la población de los países endeudados y pobres, que no tiene culpa alguna. La comunidad internacional no puede desentenderse de semejante situación: incluso reafirmando el principio de que la deuda adquirida debe ser saldada, es necesario encontrar los caminos para no comprometer el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso”.-

Luis Carlos Frías – publicado el 18/06/25-Aleteia.org

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