Lecturas recomendadas

La Coraza de Justicia

Rosalía Moros de Borregales:

 

En el estudio que estamos llevando a cabo acerca de las siete piezas de la llamada Armadura de Dios, descrita por el apóstol Pablo en su carta a los Efesios (6) con la finalidad de resistir en el día malo y estar firmes contra las asechanzas del enemigo; luego de la primera pieza, el cinturón de la verdad,  Pablo nos invita a vestirnos con la coraza de la justicia: “Vestíos con la coraza de justicia” (Efesios 6:14). Con esta imagen de la coraza (thōrax, en griego), la cual era una pieza esencial de la armadura romana, el apóstol continúa describiendo la armadura espiritual que debería llevar todo creyente. La coraza, elaborada en metal o en cuero endurecido, era una pieza lo suficientemente grande como para abarcar el pecho y abdomen del soldado, protegiendo de esta manera sus órganos vitales.

Al hablarnos de la justicia cubriendo el corazón, Pablo nos conduce a comprender que es en el corazón del creyente donde nace la vida; es decir, Cristo. En el libro de Proverbios (4:23) encontramos esta preciosa revelación: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Es en el corazón del ser humano donde la vida, Cristo mismo, viene a morar. El evangelista Juan describe esta verdad así: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” Juan 1:1-4.

Nacemos bajo una religión o sistema de creencias de nuestros padres y antepasados; pasamos gran parte de nuestra existencia cumpliendo los ritos y practicando esas enseñanzas; sin embargo, hay un día en el que individualmente decidimos seguir a Cristo y es allí, en medio de ese encuentro, en el que involucramos nuestro corazón, como también el apóstol Pablo lo explicó en su epístola a los Romanos (10:8-10): “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” Así, cuando abrimos nuestro corazón a Dios, creyendo no solo el sacrificio de Jesús  en la cruz, sino que además, creemos y confesamos con nuestra boca que Dios lo levantó de la muerte, entonces recibimos salvación. Porque con el corazón creemos para justicia; por lo tanto, el corazón debe estar protegido por Cristo. Por nuestros propios medios no podemos hacer nada para ser justificados: “La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.” Rom. 3:22-24.

De tal manera que, esa imagen de la coraza nos ilustra la importancia de resguardar nuestro órgano vital, donde se libran las batallas más profundas del alma: las de la identidad, la fe y la verdad. La coraza de la justicia es lo que resguarda la vida interior del creyente. En las Sagradas escrituras, la justicia se presenta bajo dos dimensiones inseparables: Primero, la justicia perfecta de Cristo que se nos concede por la fe. Como declara Pablo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” (II Corintios 5:21). Esta es la base de nuestra salvación: no tenemos justicia propia, sino que nos es dada por gracia. Segundo, la justicia practicada; en otras palabras, llevar una vida recta, de integridad y de obediencia a Dios, lo cual debería manifestarse como una consecuencia de ese encuentro con Cristo. Pablo lo enseña en Efesios 4:24 cuando exhorta a “vestirse del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

Por consiguiente, la coraza de justicia es tanto un don recibido como una vida ejercida: Cristo nos cubre y, a la vez, nos capacita para vivir en justicia. Al usar la coraza de la justicia de Cristo, como parte de nuestra armadura, la justicia se manifiesta no solo como una virtud, sino como una defensa contra las acusaciones del enemigo que ataca con la culpa, acusándonos de nuestros errores y pecados. Luego, con la tentación, engañándonos a través de sus artimañas y argumentos de que nos merecemos esto y aquello, mientras nos pone un cuchillo en la garganta, sin que nos demos cuenta. Además, con la injusticia; es decir, corrompiéndonos moralmente, mientras nos hace actuar pensando que tenemos todo bajo nuestro control.

El corazón humano es frágil y expuesto; allí se incuban pensamientos, deseos y motivaciones. El creyente puede caer en dos extremos: Por una parte, la Autojustificación, confiar en méritos propios. Por otra parte, la Desesperanza, creer que no somos dignos, como realmente no lo somos; pero, hemos sido aceptos en el Amado por medio de Cristo y su cruz. Por lo tanto, la coraza de justicia nos recuerda dos grandes verdades del evangelio: Primero, no estamos protegidos por nuestra propia “bondad”, sino por medio de la obra de Cristo. Segundo, Al caminar según las enseñanzas de Cristo, la justicia de Dios se hace vida en nosotros.

Ahora bien, cómo nos ponemos esa coraza de justicia de manera práctica. Al comenzar cada día en oración, recordemos que nuestra posición delante de Dios es a través de Cristo. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.Heb. 4:15-16. Rechazar las acusaciones del diablo; cuando el enemigo susurre mentiras, responder con la Palabra de Dios: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” Rom. 8:1. Practicar la justicia en lo cotidiano; practicando la regla de oro: Trantando a los demás como quisiéramos ser tratados. Guardar el corazón de la soberbia y altivez de espíritu, de la codicia y de la amargura, tal como enseña Proverbios 4:23: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. La coraza de justicia no se quita al final del día; es un vestido permanente.

Cubiertos con la coraza de la justicia, ya no vivimos temiendo las flechas del acusador ni las heridas de nuestro pasado, sino confiando en la gracia de Cristo que nos sostiene. La coraza de justicia no solo protege el presente, sino que anticipa el futuro; pues, un día seremos semejantes a Cristo, plenamente revestidos de Su gloria: “ Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” I Juan 3:2-3.

Por esa razón, cada mañana, la invitación es clara: vestirnos de Cristo mismo, cubrirnos con su justicia y caminar seguros bajo su gracia. Así podremos mantener firme nuestro corazón, latiendo al compás del amor de Dios, aun en medio de la batalla.

“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia. Ef. 6:13-14.-

Rosalía Moros de Borregales

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