Un testimonio elocuente
Hay una fuerza, extremadamente poderosa, para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Esta fuerza universal es el AMOR

Rafael María de Balbín:
El Catecismo de la Iglesia Católica resume el plan de Dios para el hombre en su n. 1:
Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los tiempos. En él y por él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.
Hay un primacía del amor: de algún modo el amor lo resume todo: <<Dios es Amor, y nos crea por Amor, y nos crea para Amar>>.
El amor es la fuerza que penetra e impulsa el Universo: <<El amor, que mueve las estrellas>> (DANTE ALIGHIERI).
En esta línea de pensamiento, he aquí un testimonio que procede de un eminente investigador de la ciencia experimental, con el lenguaje que le es propio:l
Lieserl, hija del Físico Albert Einstein, donó 140 cartas de su padre a la Universidad Hebrea de Jerusalén. Ésta es una de ellas:
<<Cuando propuse la teoría de la relatividad muy pocos me entendieron, y lo que revelaré ahora, para que lo transmitas a la humanidad, también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo.
Te pido, aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la humanidad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.
Hay una fuerza, extremadamente poderosa, para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno. Que opera en el universo y aún no ha sido identificada por nosotros.
Esta fuerza universal es el AMOR. Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo, olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. El Amor es Luz, dado que ilumina al que lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas persona se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en un ciego egoísmo. El Amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor. Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida.
Esta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. Para dar visibilidad al amor he hecho una simple sustitución en mi ecuación más celebre.
Si en lugar de E=mc2 aceptamos que la energía para salvar al mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegamos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites. Tras el fracaso de la humanidad el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía.
Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar al mundo y todo ser sentiente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta. Quizás no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan al planeta.
Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada. Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprenderemos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quintaesencia de la vida.
Lamento profundamente no haber sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta>>.
Tu padre,
Albert Einstein
(rbalbin19@gmail.com)