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48 años del primer laico en la Curia Romana: “No viví en un antro de luchas de poder ni de corruptelas”

“No he vivido en un antro de luchas de poder ni de corruptelas. La gran mayoría de las personas que he conocido, desde los cardenales hasta los simples minutanti, trabajan con un profundo sentido eclesial y de servicio al Papa”

El abogado uruguayo Guzmán Carriquiry Lecour llegó con 27 años recién cumplidos a Roma para trabajar de forma temporal en la Curia Romana. Pero nunca regresó a su país. Fue el primer laico en conocer la maquinaria del Vaticano, donde al final acabó prestando 48 años de servicio a cinco pontífices, de Pablo VI a Francisco.

“No he vivido en un antro de luchas de poder ni de corruptelas. La gran mayoría de las personas que he conocido, desde los cardenales hasta los simples minutanti, trabajan con un profundo sentido eclesial y de servicio al Papa”, asegura en una entrevista con ACI Prensa.

Carriquiry ojea un libro en su casa tras la entrevista

Carriquiry no idealiza la Curia, pero la defiende de las caricaturas. “Es inevitable —admite—, que en el Vaticano como en toda burocracia humana haya Gracia y pecado, haya fecundidad e infertilidad y haya santidad y corrupción”.

Su ingreso en el recién creado Consejo de los Laicos (Consilium de Laicis), estuvo precedido por un implacable cuestionario doctrinal y espiritual. Algo que debería extenderse a cualquier persona: “Me preguntaron de todo: qué pensaba del Credo, de la autoridad del Papa, de los obispos, del socialismo, del comunismo, de la Doctrina Social de la Iglesia. Me miraron con lupa”, detalla.

Carriquiry presentó el libro en el Aula Magna de la Universidad Lumsa de Roma. Crédito: Daniel Ibañez/EWTN News
Carriquiry presentó el libro en el Aula Magna de la Universidad Lumsa de Roma. Crédito: Daniel Ibañez/EWTN News

En todo caso, advierte de que esto “no ha sido siempre así en la Curia Romana”. Los candidatos para trabajar en el Vaticano “tienen que ser cristianos que hayan vivido una experiencia muy fuerte de conversión, de crecimiento en la fe”, subraya.

Acaba de publicar en italiano el libro El testigo. Medio siglo de un laico en los pasillos vaticanos, de la mano de la editorial Cantagalli, en el que comparte los recuerdos más íntimos de una vida dedicada a la Iglesia Católica.

El volumen, que también también está disponible en español en plataformas de venta on line, está repleto de anécdotas, recuerdos íntimos y algunas confidencias. Como el día que San Juan Pablo II, un gran amante de la buena cocina,reprendió cariñosamente a la Madre Teresa, que casi no probaba bocado; o cuando el entonces sustituto de la Secretaría de Estado, el Cardenal Giovanni Benelli, le confió que los teléfonos de la Santa Sede estaban controlados por siete potencias extranjeras.

Imagen del libro en italiano. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
Imagen del libro en italiano. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

Sin embargo, reconoce que no todo lo vivido podía ser contado: “Me he hecho una autocensura”. Tampoco quería caer en la autocomplacencia y la vanagloria por lo que escribió estas memorias “como un forma de dar gracias y alabanzas a Dios por el don inaudito que me ha hecho de poder servir a los últimos cinco grandes pontificados y de tener incluso una relación muy personal con los tres últimos pontífices”.

“Quiero que quien lo lea aprenda y que, de alguna manera, le ayude a amar más a la Iglesia del Señor”, indica.

El nacimiento de las Jornadas Mundiales de la Juventud

Uno de los momentos más vibrantes que vivió fue el inicio de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Era el año 1984. Carriquiry trabajaba en el recién creado Pontificio Consejo para los Laicos, junto al obispo alemán Mons. Paul Josef Cordes. El Papa les dijo que quería organizar un encuentro mundial de jóvenes. Faltaban pocos meses y se quedaron atónitos. “Un dicasterio nunca había hecho algo así y yo era un poco escéptico”, explica.

Carriquiry y su mujer con san Juan Pablo II. Crédito: Cortesía Carriquiry album familiar
Carriquiry y su mujer con san Juan Pablo II. Crédito: Cortesía Carriquiry album familiar

Sin embargo, el resultado superó todas las expectativas. “Tuvimos la sorpresa —pero fue una sorpresa para toda la Iglesia Católica— de ver llegar 450.000 muchachos”, recuerda con entusiasmo. “Fue una fiesta inolvidable que convenció al Papa para, al año siguiente, instituir la Jornada Mundial de la Juventud cada dos años”, asevera.

La organización de las JMJ era una tarea titánica, pero le permitió conocer de cerca a muchos de los grandes protagonistas del catolicismo contemporáneo. “Fue una experiencia familiar fabulosa. Pudimos conocer a don Giussani, a Chiara Lubich, a don Bensì, a Mons. Javier Echevarría Rodríguez…”.

Con los tres últimos pontífices tuvo una relación especial. Por ejemplo, recuerda la sopa con remolacha que le preparaban en su casa al entonces Cardenal Joseph Ratzinger. De él conserva una impresión contraria a los estereotipos mediáticos: “Lo llamaban ‘panzer’ o ‘el inquisidor’. ¡Cuántas tonterías! Ratzinger era un hombre abierto a todo diálogo, manso, humilde, incluso tímido en las relaciones personales. Pero escucharlo era un deleite: el más grande teólogo vivo elegido Papa”, describe en el libro.

Carriquiry y su mujer con Benedicto XVI. Crédito: Cortesía Carriquiry album familiar
Carriquiry y su mujer con Benedicto XVI. Crédito: Cortesía Carriquiry album familiar

Francisco, el Papa más atacado de la Historia 

Con el Papa Francisco le unía una amistad fraguada a lo largo de los años cuando era arzobispo de Buenos Aires. Cuando lo invitaban a cenar, el entonces Cardenal Bergoglio les decía: “No se preocupen por la comida, como lo que sobre”, detalla.

Durante la entrevista Carriquiry denuncia la campaña denigratoria que sufrió el Papa Francisco con ataques sistemáticos y agresivos. “Nunca, como en el pontificado del Papa Francisco, ha habido una campaña tal”, dice Carriquiry. “Fue horrible ver a supuestos  nostálgicos de Juan Pablo II y de Ratzinger, que buscaban por todos los medios desvirtuar al Papa Francisco”, agrega.

Crédito: Cortesía Carriquiry album familiar
Crédito: Cortesía Carriquiry album familiar

Crisis profunda en los centros de educación católica

Carriquiry dedica en el libro un capítulo a reflexionar sobre el estado de la educación católica en los últimos cincuenta años. El veterano advierte de que hay una crisis profunda en universidades, institutos y escuelas católicas que, a su juicio, exige una estrategia profunda más que documentos.

“Hay muchas universidades católicas, que hoy de católicas tienen poco o nada; hay también muchas crisis a nivel de los institutos, de las escuelas católicas. La educación es un patrimonio fundamental de la Iglesia que habría que considerar más a fondo”, señala durante la entrevista.

El autor señala la ausencia de una planificación real y sostenida por parte de los entes de la Curia Romana que se ocupan de este ámbito. “En las últimas décadas se han publicado algunos documentos, pero no se gobierna sólo con documentos”, recalca tras incidir en que hace falta un proyecto riguroso que preserve la identidad católica de las instituciones educativas.

Renovación postconciliar y crisis de identidad

Carriquiry también recuerda que la renovación exigida por el Concilio Vaticano II era necesaria, pero advierte que su desarrollo quedó marcado por un “tumulto de crisis de identidad”. En concreto, es crítico con ciertos procesos internos que, según él, desarmaron las estructuras espirituales de algunas órdenes religiosas: “¿Cuántos religiosos y religiosas se secularizaron?”, se pregunta.

“A algunas comunidades religiosas femeninas les llenaron la cabeza de pajaritos y no tenían la capacidad de resistencia, de juicio crítico”, insiste.

Movimientos eclesiales: respuesta providencial… y nuevos desafíos

Asimismo, Carriquiry reconoce el papel de los movimientos eclesiales como “respuesta providencial” a la crisis, una visión que esgrimió con fuerza Juan Pablo II. Sin embargo, advierte que muchas de esas realidades atraviesan ahora “un periodo más difícil, más opaco”. “Yo doy en el libro muchos elementos, hay muchas cosas para examinar a fondo, no para criticar, no para pelear, pero hay que hacer una revisión a fondo de tantas cosas”, concluye.-

Victoria Cardiel

Victoria Cardiel/Aciprensa

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