La devoción a la Virgen de Chiquinquirá: relatos que sostienen el arraigo mariano en Zulia
La tradición se sostiene en historias que revelan la manera en que los devotos encuentran en la Chinita una guía emocional y espiritual

En Maracaibo, estado Zulia, la presencia de la Virgen de Chiquinquirá forma parte de la vida cotidiana de muchas familias. Su imagen aparece en altares que acompañan plegarias, agradecimientos y recuerdos que se transmiten entre generaciones.
La tradición se sostiene en historias que revelan la manera en que los devotos encuentran en la Chinita una guía emocional y espiritual. Por eso, tres voces permiten entender cómo la relación con la Virgen se expresa en experiencias distintas, pero unidas por la misma fe.
Chiquinquirá Villanueva: un nombre marcado por la tradición
Para Chiquinquirá Villanueva, de 27 años de edad, la relación con la Virgen comienza desde su nacimiento. Su madre, nacida en Maracaibo, eligió su nombre como un modo de perpetuar una tradición familiar que considera sagrada. En su casa, la figura de la Chinita siempre estuvo presente y formó parte de la educación espiritual que recibió desde niña.
Villanueva describe el mes de noviembre como un periodo distinto dentro de la dinámica marabina. Afirma que no se trata únicamente de esperar la bajada de la Virgen, sino de vivir los días previos, cuando la ciudad adquiere un ambiente que combina fe, música y memoria colectiva. Para ella, ese clima transforma la rutina y reúne a personas de distintos orígenes en torno a la misma devoción.
La joven asegura que esta festividad representa un punto de encuentro emocional que fortalece la identidad zuliana. Además, asegura que incluso quienes residen fuera del estado buscan alguna forma de conectarse con la celebración, aunque sea a través de transmisiones en vivo o encuentros comunitarios.
“Es la mayor fiesta mariana del país. No existe otra que logre detener el ritmo de una ciudad completa para concentrarse en un mismo sentimiento”, expresó Villanueva, convencida de que la tradición seguirá pasando a nuevas generaciones.
Rosa Duarte: la gratitud como forma de devoción
La historia de Rosa Duarte, de 49 años de edad, está marcada por un hecho familiar que redefinió su conexión con la Virgen. Atribuye a la Chinita la recuperación de su nieta, quien padeció neumonía; desde ese momento siente que la devoción adquirió un sentido más profundo. A su juicio, acudir a la celebración de la Virgen es un acto de agradecimiento que se mantiene vigente cada día.
Duarte sostuvo que nunca ha limitado su fe al 18 de noviembre, porque considera que la presencia de la Virgen la acompaña de manera permanente. Recuerda que, tras la recuperación de su nieta, sintió la necesidad de fortalecer su vínculo espiritual y de expresar esa gratitud mediante la constancia en la oración y en las visitas a los altares dedicados a la Chinita.
Su familia también se ha visto influenciada por esa experiencia. Duarte procura que sus nietas crezcan con el conocimiento de la tradición y con el valor del agradecimiento, convencida de que la devoción tiene un lugar importante en la vida cotidiana.
“Es difícil explicar la conexión que siento. El 18 de noviembre es especial, pero yo celebro a la Chinita todos los días”, afirmó, al describir lo que considera una relación que forma parte de su rutina emocional y espiritual.
Maritza López: una devoción que nació en el camino
El acercamiento de Maritza López, de 66 años de edad, ocurrió de manera inesperada. Durante muchos años no mantuvo prácticas religiosas constantes, hasta que una vecina la invitó a viajar desde los Valles del Tuy (Miranda) hacia Maracaibo para conocer la festividad mariana. Aceptó por curiosidad y terminó encontrando un sentimiento que no había experimentado antes.
López recuerda que, al llegar a la Basílica, sintió una conexión difícil de describir. Observó cómo las familias se reunían con devoción y cómo el ambiente de la ciudad giraba en torno a la celebración. Aquella vivencia definió su relación con la Virgen y la llevó a asumir la tradición como parte de su vida.
Desde entonces, la Chinita se convirtió en un punto de apoyo emocional para López. Explica que su oración principal está dedicada a su hijo, quien tiene nueve años fuera de Venezuela. Su pedido más constante es que la Virgen le otorgue estabilidad y que le permita reencontrarse con él.
“No sabía lo que significaba hasta que estuve frente a ella. Ese día comprendí lo que tanta gente siente”, recordó al hablar del inicio de su devoción.La devoción a la Virgen de Chiquinquirá en Venezuela alcanza este año 316 años de celebración. Cada noviembre, los zulianos renuevan su fe y conservan la tradición a través de relatos familiares, actos de gratitud y expresiones de esperanza. La Chinita se mantiene como un símbolo de protección y un punto de encuentro que une a la comunidad y refuerza la identidad regional.
[Artículo publicado originalmente en El Diario por Jackelin Díaz]




