Lecturas recomendadas

De cal y arena

Gloria Cuenca:

Pasan los días, disfruto de mis hijos y de la buena vida que ellos me dan, también observo. Rezo, medito, converso, comparto. Sin embargo, no puedo apartar mi mente del desastre que se vive en Venezuela. ¡AH! Contradictorios lectores, si no creyera y confiara en Dios estaría en la desesperanza y en la desesperación. En efecto, la vida en nuestro país es un desastre; tan terrible, como fue maravillosa por un montón de años. Nosotros: ignorantes, ingenuos, mal acostumbrados y deslenguados no éramos conscientes, ni nos dimos cuenta de lo bien que vivíamos y de lo magnífica que era nuestra vida. Revisar la historia – imprescindible hacerlo- reconocerla, Maestra de la Vida (“Ciceron”) y saber lo ocurrido. Las comparaciones no son buenas, resultan inevitables: nos damos cuenta de cómo hubo un período, – el resto del mundo sufría- nosotros disfrutábamos paz y prosperidad como ningún otro país. Recuérdese ese lustro de 1940 a 1945, el mundo se retorcía entre la Segunda Guerra, el nacional socialismo, el hambre y la miseria, producto de la conflagración mundial, nosotros teníamos una vida cómoda y llena de cosas buenas; el petróleo, combustible imprescindible para la victoria aliada; había suficiente para surtir a países del eje democrático. Recibíamos todas las ventajas de esa situación. Nunca hubo escases, menos dificultades para la vida.

Nuestra prensa se engrandeció con la aparición de “El Nacional” y de “Ultimas Noticias”; nos abrimos al mundo. La radio se expandió y el cine fue permanente con películas que los domingos empezaban a las 9 de la mañana, con la función llamada matinal, seguía a las 11, con el vermut, a las 3 de la tarde era matiné, para seguir a las 5 con la vespertina y terminar a las 7 y las 9 con la función que se denominaba noche. Empezaba el cine en color, la propuesta era más atractiva. Teníamos de todo, y nos quejábamos. Vino así el golpe militar del 18 de octubre. A pesar de algunos desajustes, en medio de la obsesión de poder de algunos, fue un proceso democratizador que abarcó a una inmensa población, que ya sentía había alcanzado la mayoría de edad. (¿¡) Los adecos se volvieron sectarios y arbitrarios dicen los periódicos e historiadores; vino el golpe del 24 de noviembre de 1948.

Comenzó la nefasta dictadura de Pérez Jiménez. Sin embargo, siendo yo una anti Pérezjimenista convicta y desde siempre, nada es comparable al entreguismo, la falta de auto respeto, la corrupción, la destrucción, el despilfarro, la ignorancia y la maldad del régimen actual. Pérez Jiménez quería a Venezuela de verdad y eso lo demostró con sus acciones. Hay que decirlo, era un militar atrasado: odiaba la libertad de expresión y de opinión, despreciaba la autonomía universitaria, le molestaba el debate de las ideas. Quien no se metía en política para objetarlo o adversarlo podía vivir muy bien.  Sin embargo, a pesar de su posición en contra de la autonomía universitaria mandó a terminar -los planos eran de Carlos Raúl Villanueva- esa maravilla que es la Universidad Central, sin escatimar en gastos; de allí las obras de arte que hay al interior de nuestra Alma Mater. (Nubes de Cálder, entre otras) además de continuar los planes modernizadores y civilizatorios que había dejado el presidente Medina. Continuó y terminó la autopista Caracas -La Guaira obra pionera en aquellos años, para citar algunas de las más importantes.  

En mis años juveniles, trastornada por la ideología de izquierda no era capaz de ver las cosas. Los muchos años permiten en la distancia,  concientizar, de cómo fueron y son las cosas. En efecto, estoy de vuelta de todo. No hay remedio, debo decirlo fui muy afortunada por pertenecer a los “baby boomers” (así llaman a los nacidos entre el 40 y los 60 del Siglo XX) el hecho es que tuvimos una vida extraordinaria y que ahora contemplamos muchas dificultades en el planeta:  especialmente en Venezuela. Así como decía del éxito al fracaso, así ocurre con la humanidad: tal como les decía mis hijos chiquitos, “unas son de cal, otras de arena” Llegaron las de cal y hay que sentarse a analizar ¿qué nos pasó?

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