La visita del secretario de estado norteamericano al Papa reanuda la cooperación ante los problemas globales
Antony Blinken abordó el cambio climático, deuda internacional, vacunación mundial, China y Oriente Medio
Al cambo de cuatro años de desplantes mutuos, a veces poco disimulados, el «cordial encuentro de unos 40 minutos» del nuevo secretario de estado norteamericano Antony Blinken con el Papa Francisco ha restablecido este lunes la plena normalidad de las relaciones de Estados Unidos con el Vaticano. El presidente Joe Biden visitará a su vez al Santo Padre el próximo mes de octubre.
Según el comunicado del Vaticano, que siempre es muy genérico, «la audiencia se ha desarrollado en un clima cordial. Ha durado unos 40 minutos, y ha permitido al Papa recordar su viaje de 2015 y manifestar su afecto y su atención al pueblo de los Estados Unidos».
No podía ser más llamativo el contraste con el secretario de estado anterior, Mike Pompeo, quien había terminado de «romper la baraja» diplomática el pasado mes de septiembre cuando intentó forzar una audiencia con el Papa -por intereses electorales del presidente Trump- a base de criticar en público al Vaticano que, naturalmente, no le abrió sus puertas.
El camino hacia la normalidad lo abrió el mes pasado mes de mayo el representante especial de Biden para el problema del cambio climático, John Kerry -que también es católico-, en un cordial encuentro con el Santo Padre para preparar la cumbre del clima de Glasgow en un clima de gran sintonía de objetivos.
Tanto el presidente norteamericano como el Papa desean intervenir personalmente el próximo mes de noviembre en la Conferencia de las Partes (COP26) en Glasgow a menos que la marcha de la pandemia lo impida.
Tras una visita privada a la Capilla Sixtina, Antony Blinken ha iniciado los encuentros sucesivos con el Papa y con el titular de Exteriores del Vaticano, arzobispo Paul Gallagher. En su agenda figuraban, según medios vaticanos, temas en los que hay sintonía como el esfuerzo para frenar el recalentamiento global, la internacionalización de las vacunas del Covid a favor de los países pobres o la lucha al tráfico de personas.
En otros temas hay diferencias. La administración Biden desea que el Vaticano sume su voz a las críticas a China por violaciones de los derechos humanos de las minorías uigur y tibetana, así como de las libertades civiles en la ciudad de Hong Kong, pero el jefe de la diplomacia vaticana, señaló de antemano que las críticas de los Papas no solo no logran resultados positivos sino que suelen empeorar el tratamiento de los cristianos como represalia.
Por eso tampoco las hacían los pontífices anteriores que, en cambio, negociaron durante décadas el acuerdo provisional para el nombramiento de obispos alcanzado en 2018 y renovado por otro bienio en octubre de 2020.
Tampoco pueden hacer mucho ni Blinken ni el Vaticano respecto a la campaña iniciada por un núcleo duro de obispos conservadores norteamericanos para debatir en público el dar o no la comunión al presidente Biden y a otros políticos. El Papa se opone vigorosamente a la politización de la Eucaristía, pero la carta del prefecto de la Doctrina de la Fe a la conferencia episcopal norteamericana ha sido desoída.
El Vaticano aborda siempre con los mandatarios de Estados Unidos -lo mismo que los de Rusia y Francia- la situación de Tierra Santa y de Oriente Medio en general, en el intento de favorecer la solución «dos Estados» para Israel y Palestina, superar el atasco político en el Líbano, devolver la paz a Siria y rebajar las tensiones con Irán, agravadas durante la presidencia norteamericana anterior.
El Papa Francisco aprovecha cada encuentro para pedir a Estados Unidos un trato más receptivo a los inmigrantes y refugiados, así como el apoyo de Washington a las iniciativas de condono de la deuda exterior de todos los países pobres para ayudarles a superar el desastre económico de la pandemia.-
Juan Vicente Boo/ABC de España