Mérida: la Tertulia de los Martes ante las elecciones regionales y locales
Después de ponderar las lecturas de documentos y de evaluar el contenido de exposiciones y proposiciones hechas en el seno de “La Tertulia de los Martes” así como en otros importantes escenarios de la vida política del país, hemos estimado oportuno exponer públicamente, en los términos que siguen, la opinión formada en torno a las elecciones regionales y locales convocadas para noviembre de 2021 y sobre lo que debería ser la conducta ciudadana ante esa decisión del Poder Público Electoral.
1.- La convocatoria a elecciones regionales y locales es un hecho político por los fines a los que está dirigida: la renovación, en toda la República, del Poder Público Estadal y del Poder Público Municipal. A la ciudadanía corresponderá el ejercicio del derecho de elegir a los titulares de los poderes que serán renovados y a las instituciones de la sociedad civil, principalmente a los partidos políticos, la organización de la participación ciudadana. Nuestra apreciación es que el acto de votación, fijado para el 21/11/21, también será un acto político, vale decir que va a tener lugar independientemente del porcentaje de participación de la ciudadanía y al margen de la determinación de los partidos políticos de oposición de concurrir o no al evento electoral.
2.- Va a acontecer otro hecho político de cuyo reconocimiento puede depender la posibilidad de desarrollar una estrategia de poder que no se agote en el acto electoral. Este hecho está referido a los partidos políticos, organizaciones que, en el caso al que nos estamos refiriendo, cumplen y seguirán cumpliendo un papel de innegable importancia en las distintas fases en que se descomponen los procesos electorales, hasta que la ciudadanía logre interiorizar y ejercer conscientemente, sin necesidad de tutela, los derechos políticos que ha conquistado y le han sido reconocidos constitucionalmente. Se trata, en verdad, del reconocimiento de la pérdida de la capacidad de los partidos políticos para ser intermediarios de la sociedad civil ante los poderes públicos y, por vía de consecuencia, para el ejercicio consentido de la representatividad y movilización electoral de la colectividad.
La falta de unidad de una oposición fragmentada y la participación electoral de esa fragmentación de fuerzas, con aspiraciones de triunfo, no será posible mientras no se asuma con responsabilidad y sentido patriótico la realidad partidista de hoy y se proponga con audacia el cambio de la relación sociedad-partidos. Los dos partidos más grandes de nuestra pasada geografía electoral se han reducido a pequeños segmentos de un honorable recuerdo. Y los nuevos partidos que emergieron de la crisis política con auspiciosas posibilidades no han podido evitar la reducción prematura de esas auspiciosas posibilidades. Todos han pasado a engrosar el conglomerado de micropartidos nacionales y regionales que hoy pujan por no desaparecer. Para tener alguna oportunidad de figurar en el marcador electoral y optar a cargos de elección ya no pueden hacerlo solos, como antes. Nadie ha querido entender que la descentralización de la política es una necesidad. Caracas ya no es el centro dispensador de bendiciones electorales para todo el país. En cada capital de Estado hay que sentarse a discutir acuerdos que se dificultan pues las señales de Caracas se pierden en “la nube” y hoy nadie acepta ser pequeño o más pequeño. Todos los partidos son ahora pequeños. Las únicas estructuras partidistas de tamaño mayor que quedan son las fuerzas armadas, controladas, por ahora, con la disciplina militar, y la gigantesca burocracia del Estado con disciplina más laxa, unida por los débiles lazos de la dependencia salarial, el miedo, la tácita complicidad, la vagancia tolerada y el silencio.
3.- Lo que se recoge en las líneas que anteceden no puede conducirnos a perder el sentido de las proporciones y a colocar en trastienda, sin mayor significación, lo que las elecciones de noviembre no pueden ocultar. Venezuela está dejando de ser una República independiente si se mantiene en su rumbo actual. Ese amenazante destino no se va a evitar con el solo hecho de recordar que hace doscientos años se libró la batalla central del nacimiento soberano del país. La locura, el fanatismo y la ineptitud de los dirigentes de los asuntos públicos del país durante los últimos veintidós años ha conducido hasta los cuidados intensivos a la sociedad venezolana. La diáspora, la más grande ruina humana que se ha propiciado en Venezuela, ha significado el derroche de una parte importante del capital humano que tanto ha costado levantar. La pandemia del coronavirus viene a ser el responso de un prolongado padecimiento. Hay que pensar de nuevo en Carabobo y empezar, tan pronto como se pueda, el esfuerzo de rehacer Venezuela, de refundar la nación, preparando otra vez a la ciudadanía, tan pronto estén dadas las precondiciones, para que constituya el poder originario de nuestra sociedad.
4.- Frente a los cálculos electorales de naturaleza menos trascendente convenidos entre los sectores políticos y que por lo general se disimulan bajo otras apariencias, nos parece útil advertir que, en las elecciones del venidero 21 de noviembre, es de esperar una baja tasa de participación del electorado. Desde esta perspectiva, no tendrá pegada política plantear la abstención como acción de protesta frente al Poder Electoral y al Gobierno por no haber atendido las exigencias de garantizar unos comicios bajo condiciones de competitividad propias de elecciones realmente democráticas. No habrá forma de distinguir entre la abstención impulsada por decisión política y la abstención tendencial propia de este tipo de elección. En el país hay un ambiente de desconfianza frente a la trascendencia y significación de las venideras elecciones, frente a la clase política nacional y frente a los partidos. Las investigaciones de la opinión pública llevadas a cabo por las empresas encuestadoras permiten pronosticar una alta abstención. Pero, además, el ambiente electoral en la región sudamericana ofrece un inequívoco cuadro de desinterés por parte de los ciudadanos frente a este tipo de elecciones.
5.- No obstante, se puede explorar, sin ocultar el rostro, el efecto de la participación de las fuerzas democráticas en un evento electoral como el convocado para noviembre de 2021, tal y como está planteado, si se tiene la voluntad y el coraje de acordarse y actuar, entre otras, bajo las siguientes condiciones que solo dependerían de determinaciones de los partidos democráticos:
a) Acordar la descentralización de la política para las fuerzas democráticas, lo cual consistiría en convertir a cada entidad federal y a los municipios que las integran, en un centro autónomo de decisiones políticas, en función de los problemas y expectativas de sus habitantes.
b) Encargar a cada comunidad municipal de electores la selección de los candidatos a concejales de los Consejos Municipales como una manera concreta de empezar a practicar una nueva relación entre lo social y lo político de cada colectividad.
c) Sobre estas bases, propiciar el reencuentro unitario de los sectores democráticos, inscribiéndolo dentro de la perspectiva de los eventos políticos que encaminan al país hacia la recuperación de la democracia, la paz, el progreso y su reinstitunalización.
José Mendoza Angulo Néstor López Rodríguez Genry Vargas Contreras
Mérida, junio de 2021.