El orden de los factores…
Marcos Villasmil:
La política no es como las matemáticas.
En matemáticas, la propiedad conmutativa es fundamental en algunas operaciones según la cual el resultado de operar elementos no depende del orden en el que se toman. Esto se cumple en la suma: 2 + 3 es igual que 3 + 2. El orden de los sumandos no altera la suma, o el orden de los factores no altera el producto.
En política, en cambio, ponerse a cambiar el orden natural de los actos (el orden de los factores) puede ser catastrófico. Y eso es lo que está pasando con nuestra muchas veces lejana y ausente dirigencia opositora.
Diversidad no puede ser sinónimo de fragmentación, que en vez de cooperación puede generar caos. Con estos asuntos de la participación en las próximas elecciones de la tiranía, o de negociar de nuevo con ella, algunos opositores -en la cúspide de sus desencuentros- se empeñan en ver el vaso medio lleno, otros medio vacío, sin darse cuenta de que a la ciudadanía, en su sufrimiento extremo, hace tiempo que le importa un bledo si hay vaso o no. Vayamos al asunto.
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Que al chavismo le encanta hacer elecciones chimbas, controladas, irregulares, ilegales, tramposas (podrían añadirse “n” adjetivos negativos), es un hecho más que obvio. Que a sus mentores en La Habana les importa sobremanera “normalizar” a sus representantes en Caracas -mejor aún si se logran realizar elecciones (que no sean presidenciales) con real presencia opositora- es otro hecho. Y que el castrochavismo ha tenido un gran éxito en dividir el cotarro opositor nadie lo discute.
Un posible escenario en el cual se discutiera si la oposición venezolana pudiese negociar con la tiranía (incluyendo lo electoral) debía seguir este orden lógico:
-Unidad opositora (por muy extraño que suene);
-Diálogo de los factores políticos con los actores diversos de la sociedad (economía, academia, cultura, iglesias, etc.).
-Conversación e intercambio de pareceres con los estados y organizaciones internacionales democráticos.
-Generación de una definición estratégica conjunta.
-Informe a la sociedad venezolana y al mundo de lo decidido, de cómo sería el obrar; si se negociaba, qué se negociaba, etc.
-Entonces, ahora sí, sentarse a negociar.
Ese, y no otro, es el camino correcto. ¿Qué ha sucedido mientras tanto?
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El lector se habrá dado cuenta que ha ocurrido todo al revés. Que los factores están completamente desordenados.
La unidad cada día es más difícil de lograr; los egos dirigenciales están cada vez más alebestrados. Quieren comenzar por el final: negociar sin unidad política, ni acuerdo estratégico, o táctico.
¿Alguien sabe cuántos grupos opositores -o que se consideran así, aunque no lo sean en realidad- existen? Además de los miembros de la “mesita” (dialogueros vocacionales, veteranos en eso de participar en todas las convocatorias electorales del régimen, y en dejarse caer por Miraflores, con sonrisitas de todo tipo, para tomarse fotos a granel), tenemos de un tiempo para acá a los llamados “alacranes”. Existe asimismo una camada reciente, una peculiar fauna de aspirantes a cargos locales que hoy existen solo en el papel. Algunos los han llamado “oposición colaboracionista”, lo cual es un oxímoron; si son colaboracionistas no son opositores, punto.
Hay que mencionar también a los miembros del G4, que realmente debería llamarse (sigamos con las nociones matemáticas) G1+3, porque a Juan Guaidó cada día le hacen menos caso y van por la libre sus colegas de la ADO (Alta Dirigencia Opositora).
Al día de hoy, en materia de postura opositora, tenemos a) dirigentes que están dispuestos a ir a una elección, no importa lo que se elija; b) los que participarían, pero si se incluyen presidenciales y parlamentarias; c) los que desean diálogo, así se realice en Libia; d) aquellos que siguen a la espera de la llegada de los marines; e) los que están exultantemente felices, porque tenemos dos rectores en el CNE, y ¡recobramos la tarjeta de la MUD! (sin importar que los partidos sigan secuestrados por el régimen); f) los coros de tragedia griega que repiten robóticamente el mensaje de la tiranía de que “hay que levantar las sanciones”; g) y aquellos que se sienten “la alegría de la huerta”, porque Maduro está dando concesiones extraordinarias, como la eliminación de los protectorados (¡aleluya!). Qué importa que el chavismo -como el castrismo, o el orteguismo- JAMÁS haya cumplido nada prometido.
Sobre lo electoral: ¿no se dan cuenta acaso de que mientras sigan divididos la gente -como ha ocurrido antes- no va a atender llamados para salir a votar?
En suma: lucen más extraviados que fantasmas en un laberinto.
Pero lo realmente espinoso es que si no se hacen caso ni se oyen entre sí, olvidemos lo de dialogar en serio con la sociedad civil, o con los aliados en el exterior. Estos últimos han mostrado una seriedad que ya quisiéramos para nuestros opositores. Extraigamos algunos de los señalamientos de los EEUU, Canadá y Unión Europea en su más reciente Declaración Conjunta sobre Venezuela:
“La solución pacífica a esta profunda crisis política, social y económica debe provenir del mismo pueblo venezolano, a través de negociaciones de amplio alcance impulsadas por los venezolanos en las cuales participen todos los actores interesados. Un proceso de negociación integral, con plazos concretos, debería posibilitar el restablecimiento de las instituciones del país y permitir que todos los venezolanos puedan expresarse políticamente por medio de elecciones locales, parlamentarias y presidenciales creíbles, inclusivas y transparentes.
Pedimos por la liberación incondicional de todas las personas que están detenidas injustamente por motivos políticos, la independencia de los partidos políticos, la libertad de expresión (…), y el fin de las violaciones de derechos humanos”.
Todo ello en el entendido de que no cesarán las sanciones de forma unilateral, como desea ardientemente el régimen. Porque está claro que cualquier negociación debería trascender, en gran y buena medida, a simplemente las condiciones electorales, afectando claramente los derechos humanos, las libertades, empezando por la de los presos políticos, así como una justicia y un CNE realmente independientes.
Otro hecho grave a destacar es que ambos sectores han generado una sociedad de descreídos; no hay confianza ni en el régimen ni en sus opositores. Los venezolanos, entre tanta catástrofe, vivimos inmersos en territorios de demagogia, mentira y cinismo.
Y los opositores, perdidos y extraviados en la periferia de la nada. Solo preocupados por sus ambiciones.
¿No sería en verdad significativo verlos unirse para, por ejemplo, decirle a la tiranía que o definen de una buena vez un plan de vacunación integral y humano, con vacunas reconocidas, o no participarán en las elecciones del régimen?
América 2.1