Egildo Luján Nava:
En días pasados, acudimos a un Colegio que nos dispensó una invitación para que realizáramos una intervención ante un grupo de adolescentes de educación media, interesados en una conversación sobre el tema: «Definición y consecuencias implícitas en un CRIMEN DE LESA HUMANIDAD o crimen contra la humanidad».
Obviamente, el encuentro inicial, en principio, se planteó con muchachos que no tenían una idea clara acerca de a qué se refería el tema propuesto. Sin embargo, el intercambio de puntos de vista con ellos, no dejó de ser interesante, sobre todo cuando el punto de partida se planteó alrededor de una multiplicidad de comentarios relacionados con diversas y terribles situaciones, principalmente vinculadas con casos sobre diversas situaciones de destrucción, de daños humanos y las inevitables consecuencias relacionadas con las guerras mundiales.
Es decir, con enfrentamientos que, por el alcance de los hechos , habrían de convertirse en motivo para que los países protagonistas de las diferencias, se vieran obligadas a evaluar daños, a cuantificar la desaparición de vidas y de bienes, hasta coincidir con la importancia -por necesidad extrema- de llegar a acuerdos a nivel mundial, además de formalizar entendimientos que luego habrían de convenir, necesaria e inevitablemente, la formalización de maneras y procedimientos dirigidos a evitar excesos.
De lo que se trató, en fin, fue de llegar a acuerdos a nivel mundial, convenir criterios y normas que prohibieran, limitaran y castigaran a los responsables de toda acción intencional o inducida, y que le causara daños al ser humano en forma colectiva o individual. Dicho de otra manera, que se manifestara en todo aquello que luego habría de acordarse y refrendarse en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, en su Artículo 7, el 17 de julio de 1998. Por cierto, el mismo Acuerdo Internacional que fue suscrito en su momento por quien, para esa época era Presidente de Venezuela: Hugo Rafael Chávez Frías.
Era inevitable que sucediera así. Pero los hechos hablaron por sí mismo en su momento, y también en la oportunidad de esta conversación. Es decir, durante la ocasión en la que el encuentro con los muchachos se tradujo en los alcances de un tema triste, escabroso y lamentable, que actualmente ocurre en diferentes partes del mundo. Y se dio cuando todo lo expuesto impuso una inevitable reflexión sobre la situación critica y perversa que se registra en nuestra casa, es decir, en suelo venezolano, y que se traduce en la destrucción del país, como en la lamentable situación humana en la que vive el 90% de la población criolla.
Y esa no es otra que, inevitablemente, aun cuando existan expresiones humanas que se empeñan en minimizar lo que traduce el hecho, es difícil no relacionar todos los aspectos hoy vigentes en Venezuela con lo que define el Estatuto de Roma, específicamente como Crímenes de Lesa Humanidad.
Hoy el país, la Venezuela de los dolores y tristrezas, está inmerso en protestas de calle; de reclamos más que justificados por parte de los trabajadores profesionales, técnicos, obreros y jubilados de todo tipo de oficio, de todos los que laboran en el sector privado o en el de los empleados públicos. Y el motivo no es otro que el reclamo ante el hecho de estar recibiendo salarios paupérrimos y pensiones de retiro totalmente insuficientes. Desde luego, tales míseros salarios tendrían que ser hoy calificados como CRIMEN DE LESA HUMANIDAD, al ser empleados para someter a los asalariados a pasar hambre, por tratarse de ingresos que no alcanzan ni para satisfacer las necesidades alimenticias mínima de cualquier modesta familia venezolana.
Y no puede ser de otra manera, cuando se trata de grupos familiares que, como salario, tan sólo reciben la mísera cifra de $ 7 mensuales, equivalente a $ 0,23 centavos americanos diarios. Si el promedio familiar venezolano es de 4 personas, con tan sólo ese salario invertido en comida, esa misma familia está obligada a olvidarse de medicinas, ropa, transporte, colegio y pago de alquiler. Desde luego, no puede ser de otra manera, porque el modesto ingreso únicamente alcanza para gastar un poco más de 5 centavos ($ 0,05) al día para que pueda comer cada miembro familiar.¿Es esto posible?. ¿ Acaso los responsables del hecho no están incurriendo en un «Crimen de Lesa Humanidad»?.
Ahora bien, ¿Y quién le pone el cascabel al GATO? La población venezolana no sólo sufre de hambruna. También los hospitales públicos son cascarones sin recursos, los colegios o escuelas públicas están en ruinas, el personal docente y los jubilados no pueden evitar expresar que están arruinados, a la vez que están obligados a reclamar que no hay combustible y que son víctimas de
frecuentes fallas eléctricas, como de escasez de agua, además de mucha desesperación.
Y mientras la ciudadanía naufraga entre escasez de bienes e indisponibilidad de recursos para tratar de adquirir ciertos productos esenciales, la diáspora continúa creciendo. Por su parte, mientras tanto: ¿qué hace la Corte Penal Internacional?. Por lo pronto, ya lleva 20 años recibiendo testimonios y pruebas de esta barbarie, y aún no se ha ocupado de iniciar algún juicio relacionado con tales hechos. ¿Llegarán los venezolanos a ver algún resultado?.
Hasta que eso suceda, desde luego, y por ser un hecho pertinente, «Formato del Futuro» se convierte en tribuna colectiva para enviarle un mensaje y alerta al Fiscal Jefe Karim Khan y al Presidente, ambos de la Corte Penal Internacional. No para imponer normas o determinar decisiones. Sí, en cambio, para que, ante lo que está planteado con el caso de Ucrania, el de la diáspora criolla no sea puesto EN ESPERA o en situación de STAND BY, como lo califican los norteamericanos. Aquí también hay dolor, pobreza, miseria y una incomprensible indiferencia de quienes, entre tantos puestos de conducción y autoridad, sencillamente, optan por ver hacia la distancia y desentenderse de sus obligaciones de mando.-