Trabajos especiales

El principito cumple sus primeros ochenta años de vida

La novela, de 27 capítulos con ilustraciones del propio Saint-Exupéry, ha vendido cerca de 200 millones de ejemplares y ha sido traducida a unos 340 idiomas y dialectos. No es un cuento para niños. O sí lo es, pues como dice la dedicatoria a León Werth, los adultos olvidamos que fuimos niños

Para Mayte, quien una vez que ha hecho una pregunta…

Estamos a mitad del desierto. Cualquier desierto del mundo, aunque a juzgar por las indicaciones del autor de la historia, Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), puede ser el Sahara. Como aviador, en los años veinte del siglo pasado, hizo en varias ocasiones la ruta Toulouse-Casablanca–Dakar.

El avión en el que viajaba se ha averiado. Aterrizaje forzoso. Muy poca agua y una descompostura que presagia largo tiempo para ser solucionada. A mil millas alrededor no hay presencia humana. Imposible buscar un mecánico que ayude. Duerme sobre la arena. Es la primera noche. Este hombre está más solo que un náufrago en medio del mar.

Su sueño es profundo. Al amanecer, una vocecita lo despierta. Es un pequeño de pelo dorado, con una larga bufanda amarilla, según lo recordará seis años más tarde, cuando escriba la historia. No le pide agua, no le pide compañía, no le pide nada (tampoco le da explicación alguna sobre qué hace ahí). Solamente pide que, por favor, le dibuje un cordero.

Contemplar sin ambición

La historia de El Principito es conocida en todo el mundo. La novela, de 27 capítulos con ilustraciones del propio Saint-Exupéry, ha vendido cerca de 200 millones de ejemplares y ha sido traducida a unos 340 idiomas y dialectos. No es un cuento para niños. O sí lo es, pues como dice la dedicatoria a León Werth, los adultos olvidamos que fuimos niños.

LE PETIT PRINCE

El pequeño –único habitante del asteroide B 612—se va introduciendo, poco a poco, con la medida de la inocencia, en el corazón olvidado de la infancia del piloto. Como los niños de todo el universo, jamás deja que una pregunta quede sin contestar. Como los niños de todas las edades, sabe entender lo que contempla, porque no lo contempla con ambición, sino con lujo.

LE PETIT PRINCE

Hay miles de opiniones sobre el fondo de esta historia. He aquí una, la de don Alfonso López-Quintás: «El principito es una alegoría o trama orgánica de símbolos que se propone descubrir el lado oculto y más valioso de la vida humana mediante un lenguaje accesible al hombre sencillo que conserva su capacidad infantil de abrirse espontáneamente a l noble y elevado”.

Y agrega López-Quintás aquello que quizá sea la intuición de fondo de lo que quiso plasmar Saint-Exupéry en esta historia agridulce –el pequeño termina siendo mordido por la serpiente para regresar a B 612, con su rosa, sus dos volcanes y sus baobabs–: «No es una vuelta a la niñez biológica, es una renovación del espíritu de la infancia espiritual».

El cordero y la estrella

La «alegoría o trama orgánica de símbolos» se va desplegando morosamente a lo largo de la conversación y de los días que pasan juntos. Son días de enorme aprendizaje para el piloto. Los adultos solo aprendemos viendo para atrás, aunque nos engañe la sociedad-red con su machacona insistencia en que debemos ver «para adelante».

El dibujo de una boa con un elefante dentro, el único dibujo que el piloto pudo hacer antes de abandonar la carrera por despecho y porque los adultos nunca supieron ver que no se trataba de un sombrero mal hecho, le sirve de coartada para iniciar la relación con el pequeño príncipe. Tres corderos salen feos. Al cuarto lo mete dentro de una caja.

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Es el que escoge el principito. Por una razón: si lo lleva consigo a su asteroide, el cordero no se comerá su rosa. Que sea gruñona y vanidosa no es obstáculo para que tenga con ella una estrecha relación. Y un amoroso cuidado. Lo frágil es lo que da vida a la comunicación. Es en lo mínimo, donde la belleza salta, nos atrapa, nos sumerge en su «inutilidad».

Esta noche, al mirar las estrellas, escojamos una. La más pequeña. Seguramente no es el asteroide B 612. No importa. Lo esencial es lo invisible a los ojos. Comprenderás que es un regalo de tu infancia: una llama iluminará tu oscuridad. Y en tu interior brotará la risa. Esa risa por la que damos gracias a Dios por el olvidado asombro de la vida.-

………….

NOTA. La primera edición de El principito vio la luz en Nueva York, en el año de 1943. Saint-Exupéry no la llegó a conocer pues murió en el Mediterráneo, en una misión de reconocimiento en 1944. La novela fue traducida al francés en 1946. Desde entonces es el libro más vendido en la historia de Francia después de la Biblia.

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