Trabajos especiales

El hombre que más veces fue presidente de Venezuela: La insólita historia de ‘Pepi’ Montes de Oca

El historiador y escritor Jorge Ramos Guerra no duda en calificar a ‘Pepi’ como “el político más carismático del siglo XX larense”

Barquisimeto, 1930

En la vieja casona frente a la Plaza Lara, donde los balcones daban al murmullo de los rezos y las campanas de la iglesia de San Francisco marcaban el paso del día, nació Rafael Andrés Montes de Oca Escalona, quien más tarde sería conocido, con afecto y respeto, como ‘Pepi’. Nadie imaginó entonces que ese niño barquisimetano llegaría a sentarse, una y otra vez, en la silla más alta de la República, convirtiéndose en el venezolano que más veces ocupó la Presidencia de la nación, aunque fuese de forma interina.

Creció entre rezos y política

Creció entre las calles empedradas del casco central de Barquisimeto, donde la Divina Pastora marcaba el ritmo de la fe popular. Cursó sus primeros años escolares en el Instituto La Salle, hasta que el Liceo Lisandro Alvarado le dio la formación final como bachiller, forjando en sus aulas los primeros debates y sueños de juventud.

Allí compartió pasillos con quienes serían nombres clave de la política nacional: Luis Herrera Campins, Ramón Escovar Salom, José Vicente Rangel y Gonzalo Barrios. Caracas fue el siguiente destino, movido por el anhelo de estudiar Derecho. Pero la Venezuela de los años 50, convulsa y violenta, truncó sus planes académicos.

No obstante, el aula siguió siendo su trinchera. Durante once años, fue docente en el Colegio Inmaculada Concepción de su natal Barquisimeto, sembrando vocación y conocimiento. En ese tiempo también formó familia con Graciela Gil, madre de sus tres hijos, compañera de vida y testigo de su ascenso político.

El más carismático del siglo XX larense

El historiador y escritor Jorge Ramos Guerra no duda en calificar a ‘Pepi’ como “el político más carismático del siglo XX larense”. Su don de gentes, su verbo afable, su cercanía con el pueblo y su visión de estadista lo convirtieron en líder natural del movimiento socialcristiano en el estado Lara.

Su carrera pública comenzó con la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, cuando asumió la presidencia del Concejo Municipal de Iribarren. Desde allí comenzó una escalada que no se detendría por décadas.

Arte de ser «encargado»

A pesar del dominio adeco en el panorama político de 1961, el copeyano Montes de Oca logró escalar gracias al pragmatismo del gobernador del estado Lara, Eligio Anzola Anzola, designado por Rómulo Betancourt, quien lo nombró secretario general de su gobierno.

Fue en esa época que ‘Pepi’ descubrió una de sus más peculiares virtudes: la de asumir responsabilidades interinas con temple de titular. Se convirtió en el suplente de confianza para gobernaciones, consejos de ministros e incluso la Presidencia de la República. “Estoy acostumbrado a ser encargado”, solía decir con una sonrisa socarrona.

También ejerció como diputado al Congreso Nacional en dos oportunidades, integrando la influyente Comisión de Finanzas, rol que asumió después de haber sido secretario de gobierno del estado Lara. En las elecciones de 1969, tras el triunfo de Rafael Caldera, fue nuevamente electo parlamentario; sin embargo, durante ese mismo período, el propio Caldera —su amigo y tocayo— lo designó como gobernador del estado Lara.

Gobernador con visión de futuro

Nombrado gobernador del estado Lara para el periodo 1969-1974, impulsó obras que marcaron un antes y un después para la región: el acueducto de Barquisimeto —aún en funcionamiento— fue su legado hidráulico más trascendente.

Pero no se quedó en la capital: impulsó la creación de liceos en poblaciones olvidadas, como el primer bachillerato en Guarico, bautizado como Liceo Simón Castejón. Modernizó barrios, pavimentó calles y rediseñó urbanismos para formar la zona metropolitana de Barquisimeto. Su gestión fue, más que administrativa, profundamente territorial.

Un larense en el corazón del poder

Cuando Luis Herrera Campins ganó la Presidencia de la República en 1979, fue Montes de Oca quien dirigió la maquinaria electoral en su nombre. Tras la victoria, fue recompensado con la cartera del Ministerio de Relaciones Interiores, uno de los cargos de mayor confianza y prestancia.

Desde ese puesto, ejerció en 26 ocasiones como Presidente Encargado de la República, sumando más de 100 días en la más alta magistratura nacional. Presidió consejos de ministros, firmó decretos, manejó crisis. Fue presidente sin haber sido electo, pero con la autoridad que la Constitución y el respeto de sus colegas le conferían.

Pugna con Caldera

En marzo de 1982, Rafael Montes de Oca dejó su cargo como Ministro del Interior con una intención clara: abrirse paso hacia la candidatura presidencial dentro de COPEI. Respaldado por el presidente en ejercicio, Luis Herrera Campins, y por el grueso de su corriente interna, parecía que su momento había llegado. Su carisma y su arraigo en las bases del partido lo posicionan como un contendiente fuerte en una elección interna que prometía ser histórica.

Pero la política, como la vida, rara vez sigue un solo guión. Rafael Caldera, fundador del partido y expresidente de la República, reapareció en la escena con la mirada puesta nuevamente en Miraflores. Habían pasado ya los diez años que la Constitución exigía para que un exmandatario pudiera postularse otra vez, y Caldera no estaba dispuesto a ceder el terreno.

La contienda interna se convirtió en un duelo sutil pero intenso, seguido con avidez por los medios. Mientras Montes de Oca construía su campaña con el respaldo de las bases, Caldera movía sus fichas entre los altos mandos del partido. Finalmente, la tan esperada elección interna fue disuelta antes de realizarse. La cúpula copeyana se inclinó por el regreso del fundador, y Montes de Oca, disciplinado y leal a su organización, se hizo a un lado en agosto de 1982.

COPEI perdería las elecciones presidenciales de 1983 frente a Jaime Lusinchi, candidato del partido Acción Democrática (AD), y Montes de Oca regresaría al ruedo político como senador en 1984, ya desde la oposición. En esa nueva etapa, no dudó en levantar la voz, oponiéndose firmemente a que el partido apoyara la candidatura de Orlando Fernández Medina a la gobernación de Lara. Su convicción seguía intacta: la política debía responder a principios, no a conveniencias.

Legado vigente

Pepi Montes de Oca, tras sufrir un accidente cerebrovascular, se marchó a otras instancias el 20 de abril de 2012, con la tranquilidad de quien sabe que deja huellas profundas. No fue un político de escándalos, pese a que gustaba de un buen whisky, tampoco fue un tipo mezquino. Fue, en cambio, un hombre de consensos, de servicio público, de cercanía con el ciudadano.

Hoy su récord como presidente interino sigue sin superarse, pero más allá de las cifras, lo que perdura es el recuerdo del maestro, del gobernador, del ministro, del “encargado de todo” que, desde una esquina barquisimetana, llegó a lo más alto del poder.

Epílogo de un país posible

‘Pepi’ Montes de Oca encarnó una Venezuela en donde la política no era sinónimo de vanidad, sino de servicio. En un país que necesita reencontrarse con sus mejores ejemplos, su historia no es solo memoria: es también faro.

Y su legado, aunque silencioso, se multiplica en cada calle pavimentada, en cada liceo levantado, en cada rincón donde la política tocó la vida de los más humildes con dignidad.-

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
luisalbertoperozopadua@gmail.com
En las redes sociales: @LuisPerozoPadua

El Impulso

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