Cultura Católica

La fuerza de Sansón tenía poco que ver con su cabello

Sansón es un personaje bastante complejo. En la cultura popular, se asocia generalmente con fuerza bruta, traición romántica, heroísmo e incluso con nacionalismo.

Sin embargo, algunos rasgos centrales de esta tristemente célebre figura bíblica —es decir, otros rasgos además de su fuerza legendaria y su largo pelo— son relativamente desconocidos para la mayoría.

La historia de Sansón se encuentra en el libro de Jueces, capítulos 13 a 16. Por lo general, se cree que es un típico cuento folclórico que apunta a la edificación moral y espiritual de sus oyentes, muy al estilo de Esopo.

Algunos eruditos aseguran que Sansón es la adaptación israelita de héroes típicos mediterráneos como el griego Hércules o el sumerio Enkidu, y algunos otros consideran que la historia tiene también algunos elementos de verdad histórica.

Ya sea legendaria o histórica, la mayoría de especialistas coincide en que las fuentes de la composición del libro de Jueces eran historias relacionadas con la pericia militar de líderes tribales que fueron capaces de librar a su pueblo de diferentes amenazas. Esos líderes tribales recibirían el título de jueces, de ahí el nombre del libro.

Sansón, el juez

El mismo Sansón era uno de estos jueces. De hecho, fue el último y gobernó a su pueblo justo antes del establecimiento de la monarquía.

El hebreo original para ‘juez’ es shophet, que evoca, literalmente, a una persona capaz de pronunciar un juicio, normalmente un líder prominente de la comunidad que desempeñara el papel de magistrado jefe, líder militar y gobernante. En pocas palabras, una especie de líder tribal o cacique.

Todos estamos más o menos familiarizados con su historia: Sansón era un hombre de notable fuerza y la perdió toda después de que su amante Dalila le cortara el pelo.

Pero seguro que hay más detrás de esta historia. ¿Puede realmente la fuerza de alguien residir en su pelo? ¿Qué significa todo esto?

El relato bíblico es más bien corto. El libro solamente dedica tres capítulos a esta historia y presenta muy pocos episodios sobre su vida, principalmente relacionados con el principio y el final de sus 20 años como juez.

Sin embargo, esos tres capítulos son más que suficiente. Para empezar, da claros indicios sobre las tensiones entre Filistea e Israel durante su periodo tribal temprano en Canaán.

También explican que Sansón recibió esta formidable fuerza para que le ayudara contra sus enemigos: lo encontramos sometiendo a un león con sus propias manos y decimando todo un ejército filisteo empleando solamente la mandíbula de un burro.

Parecidos entre Sansón y Jesús

Las lecturas cristianas de esta historia reproducen a Sansón como una especie de Jesús, es decir, una figura veterotestamentaria que presagia la de Cristo.

Sus historias pueden ser similares en cierto modo. Ambos nacimientos fueron profetizados por ángeles. Sansón nació de una mujer estéril y Jesús de una virgen. Sansón derrotó a un león, Jesús derrotó a Satán (descrito, como bien es sabido, en la primera Epístola de Pedro como “un león rugiente, buscando a quién devorar”). La traición de Dalila se ha comparado típicamente con la de Judas Iscariote (de hecho, ambas se pagaron en monedas de plata). Es más, algunos de los primeros críticos medievales vieron en los brazos de Sansón estirados entre las dos columnas del templo de Dagón una especie de prefiguración de la crucifixión.

Sin embargo, y quizás lo más importante, estos capítulos breves incluyen un detalle que la mayoría de las representaciones populares de la historia dejan al margen: Sansón era un nazireo. Pero ¿qué significa eso?

El voto nazireo

Tendremos que mirar más de cerca el nacimiento de Sansón. Antes de ser siquiera concebido, según cuenta la historia, su madre recibió la visita de un ángel.

No sabemos mucho de ella, el libro ni siquiera menciona su nombre. Solamente sabemos que era una campesina, que pertenecía a la tribu de Dan, que vivió en la aldea de Sorá (no lejos de Jerusalén) y lo que el ángel le dijo: que “el niño va a ser nazireo, consagrado a Dios desde antes de nacer” (cf. Jueces 13,1-7).

La palabra nazireo o nazareo deriva del hebreo nazir. Tiene, y quizás no es de extrañar, los mismos matices de la palabra latina sacer: ambas palabras implican que algo o alguien ha sido “consagrado” y, por consiguiente, “separado” del resto.

Los investigadores explican que la noción de lo sagrado (que es lo que tanto nazir como sacer significan literalmente) aspira a explicar el notable carácter de lo que se ha considerado como tal al destacar su singularidad.

Consagrado

Aquello que es considerado sagrado ya es de algún modo, por su propia naturaleza, “apartado” del resto.

Debido a este carácter excepcional, la persona u objeto considerado sagrado es, entonces, consagrado, ya que el acto de consagración es un reconocimiento de su excepcionalidad.

Sin embargo, la noción de lo sagrado también funciona en la dirección contraria: algo o alguien se vuelve excepcional como consecuencia de dicha consagración.

Después de todo, es lo que significa literalmente consagración, es decir, hacer algo sagrado, separándolo de lo profano.

Un nazireo es, entonces, alguien sagrado. Que Sansón fuera “nazireo, consagrado a Dios” implicaba que fuera “apartado”.

El capítulo sexto del libro de Números describe al detalle el voto de los nazireos.

El pelo

El texto no escatima en información sobre las circunstancias bajo las que un nazireo puede (o debe) cortar su pelo. Según se lee:

El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a los israelitas: Si alguien, sea hombre o mujer, hace un voto especial –el voto de nazireo– con el fin de consagrarse al Señor, deberá abstenerse del vino y de cualquier otra bebida embriagante. Tampoco beberá vinagre de vino o de bebida embriagante, ni beberá jugo de uvas, ni comerá uvas maduras o secas. (…)

Mientras esté consagrado por el voto, ninguna navaja tocará su cabeza. Hasta que se cumpla el plazo de su voto al Señor, estará consagrado y se dejará crecer el cabello. Durante todo el tiempo de su consagración al Señor, no se acercará a ningún muerto. Aunque mueran su padre, su madre, su hermano o su hermana, no incurrirá en impureza a causa de ellos, porque él lleva sobre su cabeza la consagración de su Dios. Durante todo el tiempo de su nazireato, es un consagrado al Señor. Si una persona muere repentinamente cerca de él, haciendo impuro su cabello consagrado, se cortará el cabello el día de su purificación, es decir, el séptimo día. (…)

Ese mismo día volverá a consagrar su cabeza. (…) Entonces el nazireo se cortará el cabello consagrado, a la entregada de la Carpa del Encuentro, y lo echará en el fuego que arde debajo del sacrificio de comunión. El sacerdote tomará la espalda ya cocida del carnero, una torta sin levadura de la cesta y una galleta sin levadura, y las pondrá en las manos del nazireo (…).

Después, el nazireo podrá beber vino. Esta es la ley concerniente al nazireo. Si además de su nazireato, promete con voto al Señor una ofrenda personal –según se lo permitan sus medios– cumplirá el voto que hizo, además de lo que establece la ley sobre nazireato.

La fuerza está en el voto, no en el pelo

Si podemos sacar algo en claro de estas prescripciones es que el pelo desempeña un papel importante en el voto del nazireato.

Por tanto, no es que la fuerza de Sansón residiera en su pelo (como cuentan las representaciones populares del relato bíblico), sino en su voto, ya que su largo pelo era consecuencia de toda una vida de consagración a Dios.

De hecho, la moraleja de la saga de Sansón hace referencia a las consecuencias desastrosas de sus repetidas violaciones del voto nazireo, entre las cuales el corte de pelo de Dalila era solo una de tantas.

Sansón falló voluntariamente a la hora de permanecer “aparte”, consagrado. Todo esto es más grave, si cabe, si tenemos en cuenta que él mismo era un juez.

Sansón rompió por primera vez su obligación religiosa al darse un banquete con una mujer de la localidad vecina de Timná.

Ella era filistea, como Dalila. Él quería casarse con ella, ignorando por completo las reservas de sus padres por que su hijo se casara con alguien de una tribu hostil.

De hecho, incluso celebró una gran fiesta nupcial que terminó en una violenta pelea… y con la susodicha mujer casándose con otra persona (cf. Jueces 14,1-20).

Debilitado

Por supuesto, la debilidad de Sansón por las mujeres filisteas terminó por conducirlo a los brazos de Dalila, pero sus previas y repetidas violaciones del voto nazireo (es inevitable asumir que había vino en la malograda fiesta nupcial y que sin duda tocó los cadáveres de los 30 hombres que mató allí) ya lo habían “debilitado” hasta el punto de volverlo en cierto modo negligente y, por consiguiente, vulnerable.

Una de las moralejas evidentes de la historia es, por tanto, que la repetición de faltas aparentemente “menores” pueden conducir definitivamente a otras más graves, y no necesariamente que cortarse el pelo sea un asunto peligroso.

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