El Papa: «La solidaridad de todos pueda aliviar las consecuencias de la tragedia. Recemos a la Virgen por Haití»
Francisco insta a que «que cese el fragor de las armas» en Afganistán
«El Magnificat, este canto de alabanza es como una ‘fotografía’ de la Madre de Dios»
«El ojo humano busca la grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso. Dios, en cambio, no mira las apariencias, sino el corazón»
«Mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al Cielo»
«¿Sé escuchar, como María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre estoy parloteando?»
«El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios…La pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta»
Ángelus del Papa Francisco en pleno ferragosto romano. Con la nueva catástrofe de Haití en la retina, azotado de nuevo por otro terremoto que ocasionó más de 300 muertos, el Papa centró su atención en las dos heridas más recientes del mundo: la guerra de Afganistán y el terremoto de Haití. Respecto al país asiático, el Papa pidió «que cese el fragor de las armas» y, en Haití ha pedido «la solidaridad de todos pueda aliviar las consecuencias de la tragedia. Recemos a la Virgen por Haití»
En la catequesis, Francisco explica el misterio de la Asunción de María, a través del Magníficat, “que es como una ‘fotografía’ de la madre de Dios”. Y su secreto es, según el Papa, la humildad. Porque “el ojo humano busca la grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso. Dios, en cambio, no mira las apariencias, sino el corazón”. Por eso, “mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al Cielo”.
Y el Papa invita a los fieles a preguntarse: “¿Sé escuchar, como María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre estoy parloteando?”. Porque “el que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios”, dado que “la pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta”.
Texto íntegro de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy, Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María al Cielo, destaca el Magnificat. Este canto de alabanza es como una «fotografía» de la Madre de Dios. María «se alegra en Dios, porque ha mirado la humildad de su sierva» (cf. Lc1,47-48).
La humildad es el secreto de María. Es la humildad la que atrajo la mirada de Dios hacia ella. El ojo humano busca la grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso. Dios, en cambio, no mira las apariencias, sino el corazón (cf. 1 Sam16,7) y le encanta la humildad.
Hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al Cielo. La palabra «humildad» viene del latín humus, que significa «tierra». Es paradójico: para llegar a lo alto, al Cielo, es necesario permanecer bajos, como la tierra. Jesús enseña: «El que se humilla será exaltado» (Lc14,11). Dios no nos exalta por nuestros dones, riquezas o habilidades, sino por la humildad. Dios levanta a quien se abaja, a quien sirve. En efecto, María no se atribuye más que el «título» de sierva: es «la esclava del Señor» (Lc1,38). No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí misma.Virgen del Magníficat
Entonces, hoy podemos preguntarnos: ¿cómo está mi humildad? ¿Busco ser reconocido por los demás, reafirmarme y ser alabado, o pienso en servir? ¿Sé escuchar, como María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguarlas peleas y las discusiones, o solo trato de sobresalir?
María, en su pequeñez, conquista primero los cielos. El secreto de su éxito reside precisamente en reconocerse pequeña, necesitada. Con Dios, solo quien se reconoce como nada es capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía es llenado por Él. Y María es la «llena de gracia» (v. 28) precisamente por su humildad. También para nosotros, la humildad es el punto de partida, el comienzo de nuestra fe. Es esencial ser pobre de espíritu, es decir, necesitado de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios, pero el que permanece humilde permite al Señor realizar grandes cosas (cf. v. 49).
El poeta Dante se refiere a la Virgen María como «humilde y más elevada que una criatura» (ParaísoXXXIII, 2). Es hermoso pensar que la criatura más humilde y elevada de la historia, la primera en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar, en lo ordinario. Los días de la Llena de gracia no tuvieron mucho de impresionantes. A menudo se sucedieron iguales, en silencio: por fuera, nada extraordinario. Pero la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella, admirando su humildad, su disponibilidad,la belleza de su corazón, nunca tocado por el pecado.Asunción de María
Este es un gran mensaje de esperanza para nosotros; para ti, que vives las mismas jornadas, agotadoras y a menudo difíciles. María te recuerda hoy que Dios también te llama a este destino de gloria. No son palabras bonitas. No es un final feliz artificioso, una ilusión piadosa o un falso consuelo. No, es la pura realidad, viva y verdadera como la Virgen Asunta al Cielo. Celebrémosla hoy con amor de hijos, animados por la esperanza de estar un día con ella en el Cielo.
Y recemos a ella ahora, para que nos acompañe en el camino que conduce de la Tierra al Cielo. Que ella nos recuerde que el secreto del recorrido está contenido en la palabra humildad. Y que la pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta.
Saludos después del ángelus
Me uno a la unánime preocupación por la situación en Afganistán. Les pido rezar conmigo al Dios de la paz, para que cese el fragor de las armas y la solución pueda encontrarse en la mesa de la negociación y del diálogo. Sólo así la martirizada población de aquel país (hombres, mujeres, ancianos y niños) podrá retornar a su propia casa, vivir en paz y en seguridad en pleno respeto recíproco.
En las últimas horas, un fuerte terremoto se verificó en Haití, provocando numerosos muertos, heridos e ingentes daños materiales. Deseo expresar mi cercanía a esa querida población golpeada duramente por el seísmo. Mientras elevo al Señor mi oración por las víctimas, dirijo mi palabra de ánimo a los supervivientes, deseando que para ellos se dirija el interés de la comunidad internacional. La solidaridad de todos pueda aliviar las consecuencias de la tragedia. Recemos a la Virgen por Haití.
Por último, el Papa invitó a “ir a un santuario mariano para rezar a la Virgen. ¡Buena festa de la Asunción!”
15.08.2021 José Manuel Vidal /RD