La vida en un sistema post-totalitario
Randall B. Smith es profesor titular de teología:
Las señales de la cultura «woke» [Nota del traductor: Como término político de origen afroamericano, woke se refiere a una percepción de los problemas relacionados con la justicia social y la justicia racial. Se deriva de la expresión del inglés vernáculo afroamericano «stay woke» (permanece despierto), cuyo aspecto gramatical se refiere a una conciencia continua respecto de estos temas. A fines de la década de 2010, «woke» había sido adoptado como un término de jerga más genérico, asociado con la política de izquierda, causas socialmente liberales, el feminismo, el activismo LGBT y los problemas culturales. Su uso generalizado desde 2014 es el resultado del movimiento Black Lives Matter (Favor ver aquí).] están apareciendo en todas partes, en una sociedad cada vez más dominada por personas blancas que se despepitan por demostrar cuánto más «woke» están, que todos los demás, y cuánto menos tolerantes de todo lo que consideran «no-woke» y «no-limpio». Es el equivalente contemporáneo del intento victoriano de mostrar cuánto más «cultivados» eran que otros, con sus grandiosas demostraciones de justa indignación ante cualquier ejemplo de comportamiento que les pareciera insuficientemente «cultivado».
En tales circunstancias, el Rules for Radicals [Reglas para Radicales] de Saúl Alinsky se han convertido en el libro de texto para la participación política, en lugar de la Constitución, o sus Diseñadores. Pero The Power of the Powerless [El Poder de los Sin-poder] de Vaclav Havel debería convertirse en una lectura obligatoria para todos aquellos que deseen defender, contra fuerzas aparentemente insuperables, aquello que, de forma creciente, es el más amenazador movimiento contra-cultural de Estados Unidos: el Cristianismo del Credo.
Havel describió la vida en la Europa oriental comunista, de los años setenta, como «post-totalitaria»; no, porque el sistema no fuera totalitario, sino porque la forma en que se ejercía el totalitarismo en la sociedad era radicalmente diferente de la forma del totalitarismo de dictadores como Hitler o Mao. El biógrafo de Havel, John Keane, describió la definición de Havel, de un mundo post-totalitario, de la siguiente manera:
En el sistema, cada individuo está atrapado dentro de una densa red de instrumentos de gobierno del estado…legitimados, ellos mismos, por una ideología flexible pero integral, una «religión secularizada»… por consiguiente, argüía Havel, es necesario ver que las relaciones de poder … son mejor descritas como un laberinto de influencia, represión, miedo y autocensura que se traga a todos los que están dentro de él, al, por lo menos, silenciarlos, aturdirlos y marcarlos con algunos prejuicios indeseables de los poderosos.
El ejemplo más famoso de Havel era el del verdulero que muestra, en su vitrina, el letrero «¡Trabajadores del mundo, uníos!» – No, porque está especialmente interesado en los trabajadores del mundo, sino porque no mostrar el letrero indicaría una desobediencia inadmisible respecto de la ideología dominante de la sociedad.
Aquellos que tendrían que imponerle a él la obediencia, rehusando tolerar cualquier falta en lo referente a mostrar el letrero de sumisión requerido, no están más preocupados de lo que está el verdulero por los «trabajadores del mundo». Pero lo denunciarían y se asegurarían de que fuere castigado para demostrar que siguen siendo fieles adherentes a la ideología dominante, a pesar de que el verdulero es uno de esos trabajadores por los que ellos dicen interesarse.
El verdulero se avergonzaría de mostrar un letrero que dijera: “Yo, el verdulero XY, vivo aquí y sé lo que debo hacer. Me comporto de la manera que se espera de mí. Soy confiable y estoy más allá de cualquier reproche. Soy obediente y, por lo tanto, tengo derecho a que me dejen en paz». Mostrar el letrero de «Trabajadores del mundo, ¡uníos!» le permite al verdulero ocultar su cobardía detrás de una fachada de desinteresada atención. «Pero los trabajadores del mundo están siendo oprimidos», puede decir él. Y eso es indudablemente cierto. Pero esa no es la razón por la que él desplegó el letrero. El letrero es un signo de su sumisión; no, de su personal convicción.
«La ideología es una forma falaz de relacionarse con el mundo», escribe Havel. “Ofrece a los seres humanos la ilusión de una identidad, de dignidad y de moralidad; al tiempo que les facilita separarse de ellas. Como almacén de algo supra-personal y objetivo, permite a las personas engañar a su conciencia y disimular su verdadera posición y su modus vivendi carente de gloria, tanto respecto del mundo como respecto de ellos mismos… Es un velo detrás del cual los seres humanos pueden ocultar su propia existencia fracasada, su trivialización y su adaptación al status quo. Es una excusa que todos pueden usar, desde el verdulero, que oculta su miedo a perder su trabajo detrás de un supuesto interés en la unificación de los trabajadores del mundo, hasta el funcionario más alto, cuyo interés en permanecer en el poder puede disfrazarse con frases sobre el servicio a la clase trabajadora”. Es un «mundo de apariencias», dice Havel, «tratando de pasar por realidad».
“El sistema post-totalitario toca a las personas a cada paso, pero lo hace con sus guantes ideológicos puestos. Es por eso que la vida en el sistema está tan impregnada de hipocresía y mentiras: el gobierno, manejado por la burocracia, es llamado gobierno popular… la degradación completa del individuo se presenta como su última liberación; privar a la gente de información es llamado “hacerla disponible”; el uso del poder para manipular, es llamado “control público del poder”, y el abuso arbitrario del poder, es llamado “observar el código legal”; la represión de la cultura, es llamada “su desarrollo”; la expansión de la influencia imperial se presenta como “apoyo a los oprimidos”; la falta de libertad de expresión se convierte en “la forma más alta de libertad”; las elecciones ficticias se convierten en “la forma más alta de democracia”; prohibir el pensamiento independiente se convierte en la “visión más científica del mundo”».
Havel argüía que la restauración de una sociedad libre solo podría lograrse rehusándose a dar poder a consignas vacías y rituales sin sentido, negándose a formar parte de la mentira que oprime a otros sin liberar a nadie. Havel describió esto como «vivir en la verdad». Y esto, arguyó, era el poder más importante que quedaba para los sin-poder.
Y sin embargo, la «verdad» por sí sola rara vez es suficiente. La «verdad» debe ser defendida por el coraje y la voluntad de servir a los demás y de sacrificarse. El verdulero muy seguramente perderá su tienda si se niega a mostrar el letrero. ¿Y…,entonces qué? ¿Se levantarán otros en su defensa? ¿Ayudarán a mantenerlo; lo contratarán, quizás? ¿O se mantendrán en silencio para que la dura mirada de la sospecha no les sea dirigida?
Aquellos que le dicen al poder la «verdad» deben tener la credibilidad que proviene de, en verdad, servir a otros. Cuando la gente no puede negar que usted cuida a los trabajadores, les resulta más difícil saquear su tienda. Lo harán, no obstante. Pero cuando lo hacen, ello revela lo que es el sistema: un delgado tejido de mentiras. La elección es nuestra: cuidar a los demás, en verdad, o mostrar letreros de nuestra sumisión a las narrativas que oprimen y no liberan.
Tomado/traducido por Jorge Pardo Febres-Cordero
Acerca del autor
Randall B. Smith es profesor titular de teología. Su libro Reading the Sermons of Thomas Aquinas: A Guidebook for Beginners está disponible en Emmaus Press. Y su libro Bonaventure, and the Scholastic Culture at Paris: Preaching, Prologues, and Biblical Commentary saldrá de la Cambridge University Press, en el otoño.