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Diálogo interreligioso

La afirmación de que el cristianismo, religión revelada por Dios, es el único camino de salvación, no excluye la salvación de aquellos no cristianos que...

Rafael María de Balbín:

 

Al menos de un modo confuso y general el conocimiento de Dios se halla presente en todos los hombres. La búsqueda de Dios es connatural al hombre: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 27).

Hemos sido creados por Dios; con nuestra inteligencia podemos conocerle, y con nuestra libre voluntad amarle: estamos religados a Él desde lo más profundo de nuestro ser. De ahí viene la religión. A partir de la vida humana y de las perfecciones del mundo material podemos tener de Él un conocimiento imperfecto y analógico, pero verdadero. La inquietud de nuestro corazón nos habla de Dios, para quien estamos hechos. Si bien es verdad que la humanidad ha tenido siempre la tentación de la idolatría, de adorar las obras de sus manos.

Pero podemos preguntarnos: ¿por qué tantas religiones? Además de la religiosidad natural han influido a lo largo de la historia lo condicionamientos socio-culturales. Así como la personalidad de los fundadores de religiones: Buda, Confucio, Lao-Tsé, Zaratustra, Manes, Mahoma. No debemos olvidar tampoco el influjo del pecado original y de los pecados personales en las desviaciones humanas del verdadero culto a Dios.

Ciertamente en todas las religiones hay una búsqueda de Dios y por tanto una parte de verdad. Ello ocurre en las antiguas religiones, o astrales o telúricas, y en las más modernas monoteístas, politeístas, dualistas o panteístas.

Sin embargo hay una diferencia fundamental con respecto al monoteísmo trinitario del cristianismo. Tal como afirma S. Juan Pablo II: “Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hombre. El cristianismo comienza con la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo. Es lo que proclama el Prólogo del Evangelio de Juan: <a Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que estaba en el seno del Padre, Él lo ha contado> (1, 18). El Verbo Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad: este cumplimiento es obra de Dios y va más allá de toda expectativa humana. Es misterio de gracia” (Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, n.6).

En efecto, Jesucristo, Dios verdadero y hombre perfecto, nos manifiesta cómo es Dios, a la par que se nos muestra Él mismo como Camino, Verdad y Vida. Ninguno de los otros fundadores de religiones ha osado proclamar su propia divinidad. Y sólo Jesús, anunciado por los profetas y esperado como Mesías, asume todo lo que hay de noble en lo humano.

Frente a las religiones no cristianas podrían adoptarse tres posturas: la relativista (todas las religiones son iguales), la exclusivista (el cristianismo es la única religión y las demás son completamente falsas), y la conforme con la Tradición cristiana (el cristianismo es la religión verdadera, y las demás sólo contienen elementos de verdad).

La afirmación de que el cristianismo, religión revelada por Dios, es el único camino de salvación, no excluye la salvación de aquellos no cristianos que, llenos de buena fe practiquen la ley natural y obtengan con ello un auténtico bautismo de deseo. Dios quiere que todos los hombres se salven, y ha dispuesto hacerlo a través de la Iglesia, sacramento universal de salvación incluso para los que no la conocen.

Todo esto no excluye, sino que implica la necesidad de la evangelización, para hacer llegar a todos los hombres, según el mandato de Cristo, la plenitud de los medios de salvación. Esta evangelización ha de hacerse como una invitación a la libertad de cada persona,  con el anuncio de la verdad que libera más plenamente (cfr. Juan 8,32), permitiéndonos vivir como hijos de Dios.-

(rbalbin19@gmail.com)

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