Gobernabilidad: conceptos y aproximaciones
Se debe buscar a los problemas de gobernabilidad, fórmulas que les permitan llegar a acuerdos, pactos que abarcan a los diferentes actores políticos, económicos y sociales.-
Jesus Mazzei:
En Venezuela, gracias al nivel de desarrollo del arte alcanzado en materia intelectual en nuestro medio docente y de investigación, en la ciencia política venezolana, tenemos destacados académicos en esta área de estudio entre otros a: Juan Carlos Rey, Aníbal Romero, Carlos Romero, Ángel Álvarez, Eladio Hernández y John Magdaleno.
Pues bien, este concepto surgido a mediados de los setenta, trata a la estructura política hoy en transición por la incertidumbre e imprevisibilidad, en búsqueda de un punto de equilibrio para regular, conducir a los distintos actores gubernamentales y/o a los valores en un sistema político que está en una compleja situación de reacomodo ó cambio.
En efecto, la gobernabilidad la debemos entender no solo en términos eficacia, sino de legitimidad y estabilidad, interacción estratégica entre actores; que dé un rol capaz de procesar decisiones e implementarlas, que garantice una equidad y además, eficiente papel de los estados buscando la justicia social y una mayor solidaridad internacional.
Efectivamente, este concepto traído a la discusión intelectual y política, por la Comisión Trilateral en 1973, presenta hoy, cuatro corrientes intelectuales o categorizaciones si se quiere complementarias entre sí; la primera La primera corriente referida a la gobernabilidad, derivada de tendencia neoconservadora concuerdan también casi plenamente al dibujar cuatro concepciones tradicionales de gobernabilidad: la de los conservadores, la de los neoconservadores, la de los liberales y la de los marxistas. El planteamiento neoconservador liderado, entre otros, por Daniel Bell y Samuel Huntington, explica su posición negativa (la ingobernabilidad) como el producto de una sobrecarga de demandas a las que el Estado responde con la expansión de sus servicios y de su intervención provocando inevitablemente una crisis fiscal. De manera más concreta, el diagnóstico de la situación lleva a plantear la existencia de cuatro tendencias que generan disfunciones en el sistema democrático (Crozier, Huntington y Watanuki) y que se refieren: a la deslegitimación de la autoridad y a la pérdida de confianza en el liderazgo como consecuencia de la persecución de las virtudes democráticas de la igualdad y del individualismo; a la «sobrecarga» del gobierno debido a la expansión de la participación política y del desarrollo de las actividades gubernamentales; a la desagregación de intereses como consecuencia de la intensificación de la competencia política y que ha conducido a la fragmentación de los partidos políticos; y al incremento del parroquialismo nacionalista en la política exterior dadas las presiones ejercidas por la sociedad.
La segunda, es la formulada por economistas neoliberales, políticamente neoconservadores, cuyo principal punto de partida se basa en el presupuesto de la mala relación existente entre el keynesianismo y la democracia, de suerte que «la yuxtaposición de las prescripciones de la política keynesiana y la democracia política crea una mezcla inestable».
La tercera, la corriente neomarxista queda de manifiesto en el trabajo de O’Connor, por un lado, y de Habermas y O’Connor (1973) se refiere a la «crisis fiscal del Estado» resultante de las contradicciones del Estado del «capitalismo avanzado» agravadas por el sistema democrático. Por su parte, Habermas (1978: 70,71) mantiene la existencia de una doble crisis: «de entrada», en su acepción de crisis de legitimidad clásica, y «de salida» como crisis de racionalidad, en el momento en el que la burocracia no hace compatibles, o es incapaz de manejar correctamente, los mecanismos de control que le exige el sistema democrático. Y por último, Bourricaud (1992) señala que si se parte de la definición del concepto de gobernabilidad como un con[1]junto de condiciones que aseguren el ejercicio del poder en una sociedad sin excesivo riesgo de que ésta llegue a desarticularse violentamente, debe aceptarse la existencia de ciertas condiciones que preserven un mínimo de coherencia y de unidad en las sociedades.
De esta manera, puede entenderse por gobernabilidad siguiendo a Manuel Alcántara, como la situación en que concurren un conjunto de condiciones favorables para la acción de gobierno que se sitúan en su entorno (de carácter medioambiental) o que son intrínsecas a éste. Por el contrario, ingobernabilidad se refiere a una situación disfuncional que dificulta la actividad y la capacidad gubernamental. Esta definición coincide con la de Leca (1985: 18) al equiparar el concepto de gobernabilidad con la acción de gobierno a la que se le da un carácter positivo, cuando no moralmente satisfactorio, al tratarse de un comportamiento conforme a las reglas «del buen gobierno». Asimismo, la referida conceptualización comparte la visión de Nohlen (1992:4) cuando indica que «el concepto de gobernabilidad se refiere a la interacción entre gobernantes y gobernados, entre capacidades de gobierno y demandas políticas de gobierno.
Hoy con la autocratización de los sistemas democráticos, devenidos en regímenes hegemónicos, la gobernabilidad es dada por un gran control social de canalización de las demandas y casi nula participación de la sociedad política y civil en la formulación de las políticas, la legitimada de desempeño se resiente en baja y mediocre calidad de las políticas, hay una sobrecarga en el sistema de toma de decisiones, que produciría en la estructura por presiones en términos de legitimidad, eficacia y eficiencia, para la solución de los diferentes problemas que se van presentando. No hay gobernanza sistémica. ( caso venezolano).
Por tal razón, finalmente, se debe buscar a los problemas de gobernabilidad, fórmulas que les permitan llegar a acuerdos, pactos que abarcan a los diferentes actores políticos, económicos y sociales que actúan hoy en la esfera internacional. Buscando orquestar mejor por una parte, la representación de esos actores y por la otra, articular esos diferentes intereses con mayor legitimidad, pero también con mayor eficiencia para así lograr fórmulas más estables para la paz, el desarme, el desarrollo de la humanidad con criterios de bien común y solidaridad internacional, proveyendo la mayor cantidad de bienes públicos. Es el momento para la innovación para una mejor gestión de la gobernabilidad, es decir, la mejor canalización del repertorio de demandas al sistema político por parte de los actores y grupos estratégicos intervinientes en ella.-
14/10/2021
jesusmazzei@gmail.com