Un Comienzo de los Obispos; No el Final
Stephen P. White, director ejecutivo de The Catholic Project en The Catholic University of America:
BALTIMORE — Los obispos estadounidenses se han reunido en Baltimore esta semana para la asamblea general anual de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB). Esta es la primera vez que se reúnen como entidad, en persona, desde antes de la pandemia. La mayoría de ellos parecían felices de estar juntos de nuevo. Pocos de ellos parecían disfrutar de la perspectiva de una pelea sobre si a los políticos pro-aborto se les debería negar la Comunión. Y muchos de ellos se sintieron visiblemente aliviados cuando esa pelea, largamente esperada en la prensa, nunca se materializó realmente.
A diferencia de las horas de polémico debate que precedieron a la decisión de redactar el documento sobre la Eucaristía en la vida de la Iglesia, la votación para aprobarla fue pan comido. Los obispos votaron con casi unanimidad, aprobando el documento docente por 222 a 8 (con 3 abstenciones).
Una de las razones por las que la votación fue más ruido que nueces: las reuniones de esta semana se abrieron en una sesión ejecutiva cerrada sin la presencia de los medios de comunicación y sin transmisión en vivo. Es de suponer que en ese momento se resolvieron los puntos graves de controversia.
Pero la razón principal por la que el documento salió prácticamente sin controversia es que el documento evitó en gran medida las preguntas neurálgicas en torno a la Comunión para los políticos partidarios del aborto. Mucha gente se sentirá decepcionada por esto. Otros se sienten aliviados. Nadie debería haberse sorprendido.
Cuando los obispos votaron el verano pasado para aprobar un borrador de este documento, la Conferencia insistió: «La cuestión de si negar o no la Sagrada Comunión a cualquier individuo o grupo no era objeto de votación». Ese fue el caso entonces; sigue siendo el caso ahora. Según el derecho canónico, la responsabilidad de la disciplina sacramental en una diócesis determinada recae en el Ordinario local (es decir, el obispo). Nada de lo que la USCCB fuere a hacer iba a cambiar eso. No había nada que pudiera hacer para cambiar eso.
Pero, si es así, ¿cuál fue el objetivo del ejercicio? ¿Por qué tanto alboroto – y la polémica cobertura de la prensa – para aprobar un documento que simplemente reafirma las enseñanzas de la Iglesia sobre la Eucaristía?
Hay varias razones. La primera es que la teología eucarística importa, y una de las razones por las que el debate sobre la negación de la comunión a los políticos pro-elección ha sido tan polémico durante décadas es que los católicos están divididos sobre qué es la Eucaristía y qué significa. Al Papa Francisco le gusta decir que la Eucaristía no es un premio para los perfectos, sino una medicina para los pecadores. No conozco a nadie que esté en desacuerdo.
Hay desacuerdo, al menos aquí en los Estados Unidos, sobre si una injusticia grave como la promoción del aborto daña la comunión eclesial y pone en peligro las almas o no. Existe un desacuerdo sobre si la Eucaristía influye en la forma en que vivimos. Existe un desacuerdo sobre si la forma en que vivimos influye en nuestra aptitud para recibir la Eucaristía. Existe un desacuerdo sobre si la pertenencia al Cuerpo de Cristo es una cuestión de sentimientos subjetivos de culpa o inocencia (paradójicamente, una mentalidad bastante legalista) o si hay en juego una realidad comunitaria y eclesial más profunda. Y, por supuesto, existe un profundo desacuerdo dentro de la Iglesia sobre si son los políticos partidistas, en lugar de los obispos católicos, quienes deberían continuar definiendo públicamente lo que significa ser católico.
Y, en caso de que no lo hayan notado, existe un profundo desacuerdo entre los obispos sobre la mejor manera de abordar la realidad de que los católicos estamos tan divididos sobre lo que debería unirnos.
Y esto nos lleva a la segunda razón por la que la decisión de los obispos de publicar este documento puede resultar importante. Si bien la Conferencia en su conjunto nunca iba a imponer una prohibición general de que los políticos pro-aborto recibieran la Comunión (nuevamente, porque no podía), una clara reafirmación de la teología eucarística fundamental proporciona un punto de partida claro para los obispos que buscan salir del desastroso status quo.
Cuando hay tanta confusión y división, tiene sentido volver a lo básico.
Y esto, creo, podría explicar por qué algunas de las personas que se preocuparon por lo que el documento pudiera decir contra los políticos pro-aborto todavía están tan descontentas con el documento, a pesar de que dice relativamente poco sobre ese tema. Da la casualidad, de que una declaración clara de la enseñanza de la Iglesia sobre la Eucaristía les hace las cosas muy incómodas.
El ex cardenal de Los Ángeles Roger Mahony, por ejemplo, concedió una loca entrevista, a Vatican News, a principios de esta semana, en la que lamentó que el que los obispos se ocuparan del tema de la Eucaristía fuera innecesariamente divisivo. ¿Qué propuso él como mejor camino a seguir? La espeluznante carta escrita por sesenta legisladores a favor del aborto el verano pasado en la que proclamaban que el apoyo público al aborto a pedido era su forma de defender el valor de la vida humana. De verdad.
“Y estaba encantado”, dijo Mahony, “el 18 de junio, 60 miembros católicos del Congreso emitieron una declaración de principios. Lo leí dos o tres veces y dije: ‘¡Esto somos nosotros! ¡Esto es la Iglesia!»
Si bien un poco desabrido, el documento que acaban de aprobar los obispos ofrece un contraste sorprendente con el relato selectivo y trillado de la teología de la Eucaristía que intentaron esos sesenta políticos en esa carta. Para cualquiera que quiera esconderse detrás del razonamiento confuso presentado por esos políticos, la enseñanza clara de los conceptos básicos representa una amenaza.
Y ese es el punto final de este documento. Representa una admisión tácita de los obispos de que las profundas divisiones en la Iglesia, incluido lo relativo a la Eucaristía, no se resolverán negando la Comunión a tal o cual político. Después de décadas de fracasar en tomar una acción pastoral decisiva, los obispos ahora enfrentan una tarea pastoral mucho más grande que antes.
Las profundas divisiones en la Iglesia dejan en claro que la Iglesia necesita un gran cambio. Este documento no lo es. Pero podría resultar un paso importante para comenzar una renovación duradera. Este documento es la piedra angular del avivamiento eucarístico que los obispos están planeando para los Estados Unidos. Usted puede esperar que ese resurgimiento continúe encontrando la resistencia de los sospechosos habituales en el camino.
Tomado/traducido por Jorge Pardo Febres-Cordero, de: https://www.thecatholicthing.
Sobre el Autor
Stephen P. White es director ejecutivo de The Catholic Project en The Catholic University of America y miembro de Estudios Católicos en el Ethics and Public Policy Center.