El Santo Padre solicita el amparo de la Virgen de Guadalupe «para tantos países americanos, cuya situación es muy triste»
"Que las tensiones en Ucrania se resuelvan a través de un serio diálogo internacional y no con las armas"
Proclama en dos ocasiones: ¡Viva la Virgen de Guadalupe!
Pide a Cáritas Internacional, «la mano amorosa de la Iglesia para los pobres y los vulnerables», que «adelgace bien la organización», para que «le dinero vaya a los pobres»
«¡Descubre quién eres, y trabaja para realizar el sueño que es tu vida!»
Domingo especial en la Plaza de San Pedro, con tres acontecimientos sucesivos. Primero, el rosario guadalupano, que tiño de fervor mariano el frio recinto vaticano. Después, la disposición para la bendición del Niño Dios (bambinelli) y, por último, la catequesis del Papa desde la cátedra de la ventana. En ella, Francisco intentó responder a la pregunta que los bautizados hacen a Juan: “¿Qué debemos hacer?”.
Para responder de la pregunta, el Papa invitó a reflexionar sobre ello, porque “estamos ocupados con tantos preparativos, para regalos y cosas que pasan, pero preguntémonos qué debemos hacer por Jesús y por los demás”. Es decir, se trata de lo siguiente: “¡descubre quién eres, y trabaja para realizar el sueño que es tu vida!”. Un sueño aterrizado en lo concreto de la vida diaria. Y el Papa pone algunos ejemplos: “puedo llamar por teléfono a esa persona que está sola, visitar a aquel anciano o aquel enfermo, hacer algo para servir a los pobres, a los necesitados”.
Bambinelli
En los saludos tras el ángelus, el Papa recuerda las «tensiones» que se viven en Ucrania y pide la paz para ella, a través del diálogo internacional serio. Porque «Las armas no son el camino. Que esta Navidad traiga a Ucrania la paz». Además, recuerda la fiesta de la Guadalupana, proclama en dos ocasiones: ¡Viva la Virgen de Guadalupe! y solicita su amparo para todo el mundo, especialmente «para tantos países americanos, cuya situación es muy triste». Por último, felicita a Caritas Internationalis por su 70 aniversario y le pide que siga siendo la «mano amorosa de la Iglesia para los pobre sy vulnerabless» y, para conseguirlo, urge a la organización a que adelgaze y que «todo el dinero vaya a los pobres».
Las palabras del Papa en la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la Liturgia de hoy, tercer domingo de Adviento, nos presenta varios grupos de personas -la multitud, los publicanos y los soldados- que se conmueven con la predicación de Juan Bautista y le preguntan: «¿Qué debemos hacer? (Lc 3,10). ¿Qué debemos hacer? Detengámonos en esta pregunta.
No parte de un sentido del deber. Más bien, es el corazón tocado por el Señor, es el entusiasmo por su venida lo que lleva a decir: ¿qué debemos hacer? Pongamos un ejemplo: pensemos que un ser querido viene a visitarnos. La esperamos con alegría e impaciencia. Para recibirlo como es debido, limpiaremos la casa, prepararemos la mejor comida posible, quizás un regalo… En definitiva, nos pondremos manos a la obra. Así es con el Señor, la alegría de su venida nos hace decir: ¿qué debemos hacer? Pero Dios eleva esta pregunta a un nivel superior: ¿qué hacer con mi vida? ¿A qué estoy llamado? ¿Qué es lo que me llena?
Al plantearnos esta pregunta, el Evangelio nos recuerda algo importante: la vida tiene una tarea para nosotros. No es algo sin sentido, no se deja al azar. ¡No! Es un regalo que el Señor nos da, diciéndonos: ¡descubre quién eres, y trabaja para realizar el sueño que es tu vida! Cada uno de nosotros – no lo olvidemos- es una misión a cumplir. Así que no tengamos miedo de preguntar al Señor: ¿qué debo hacer? Repitamos con frecuencia esta pregunta a Él. También aparece en la Biblia: en los Hechos de los Apóstoles, algunas personas, al escuchar a Pedro anunciar la resurrección de Jesús, «sintieron que se les atravesaba el corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: “¿Qué debemos hacer, hermanos?” (2,37).
Preguntémonos también: ¿Qué es bueno hacer para mí y para los hermanos? ¿Cómo puedo contribuir al bien de la Iglesia, de la sociedad?
Para eso sirve el tiempo de Adviento: para detenernos y preguntarnos cómo podemos preparar la Navidad. Estamos ocupados con tantos preparativos, para regalos y cosas que pasan, pero preguntémonos qué debemos hacer por Jesús y por los demás.
A la pregunta «¿qué debemos hacer?», en el Evangelio le siguen las respuestas de Juan Bautista, que son diferentes para cada grupo. En efecto, Juan recomienda a los que tienen dos túnicas que las compartan con los que no tienen ninguna; a los publicanos, que cobran impuestos, les dice: “No exijan más de lo estipulado” (Lc 3,13); y a los soldados: «No maltraten ni extorsionen a nadie» (v. 14). A cada uno dirige una palabra específica, relativa a la situación real de su vida. Esto nos ofrece una valiosa enseñanza: la fe se encarna en la vida concreta. No es una teoría abstracta y generalizada, toca la carne y transforma la vida de cada uno. La concretez de la fe.
Y entonces, en conclusión, preguntémonos: ¿Qué puedo hacer concretamente? ¿Cómo puedo hacer mi parte? Hagamos un compromiso concreto, aunque sea pequeño, que se ajuste a nuestra situación de vida, y llevémoslo adelante para prepararnos en esta Navidad. Por ejemplo: puedo llamar por teléfono a esa persona que está sola, visitar a aquel anciano o aquel enfermo, hacer algo para servir a los pobres, a los necesitados. Más aún: quizás tenga un perdón que pedir, una situación que aclarar, una deuda que saldar. Quizás he descuidado la oración y después de mucho tiempo es hora de acercarse al perdón del Señor. ¡Busquemos una cosa concreta y hagámosla! Que la Virgen, en cuyo seno Dios se hizo carne, nos ayude.
Saludos tras el ángelus
Deseo asegurar mi oración por la querida Ucrania, por todas sus iglesias y comunidades religiosas y por todo su pueblo, para que las tensiones se resuelvan a través de un serio diálogo internacional y no con las armas.
Me causa tanto dolor las útlimas estadística que he leído: Este año se han fabricado más armas que el año pasado. Las armas no son el camino. Que esta Navidad traiga a Ucrania la paz.
Rezo también por las víctimas del tornado que ha golpeado Kentucky y amplias zonas de los Estados Unidos.
Saludo con afecto a las comunidades de América y de Filipinas, que se han reunido para rezar el rosario, honrar a la Virgen de Guadalupe y para consagrarse a ella.
Les felicito, porque con este gesto se han unido a quienes, desde Alaska hasta la Patagonia, festejan a Santa María de Guadalupe, madre del verdadero Dios. La Virgen de Guadalupe y San Juan Diego nos enseñan siempre a caminar juntos desde las periferias hasta el centro, en comunión con los sucesores de los apóstoles, que son los obispos, para así ser buena noticia para todos.-