Entrevistas

Felipe González: el país que queremos

"Nos hemos ido 'acatetando' y nos miramos demasiado el ombligo"

A casi 40 años de su llegada a la Moncloa, el expresidente Felipe González goza de una sorprendente aceptación por parte de la mayoría de los españoles. Lo visitamos en su casa de Madrid, donde nos recibe rodeado de dibujos a tinta de su hijo David.

El día en que tiene lugar la entrevista se cumplen 39 años de la victoria  de Felipe González (Sevilla, 1942) en las elecciones del 28 de octubre de 1982. Es lo primero que comenta al sentarse para ser entrevistado. Su figura, cuatro décadas más tarde, no ha perdido el ‘visionario liderazgo’ que lo llevó a la Moncloa y su voz despierta un impensable consenso de una amplia mayoría de la ciudadanía. A punto de cumplir 80 años, nos recibe en su casa, un piso elegante en el barrio de Salamanca. Su mujer, Mar García Vaquero, está siempre cerca. Felipe González responde a las preguntas serio, en un sofá del zaguán.

XLSemanal. ¿Cómo ve España? ¿Está el vaso medio lleno o medio vacío?

Felipe González. Estoy preocupado. Pero veo España, con una perspectiva histórica, como un país muy resiliente. Ahora, evitemos llegar a límites de ruptura del pacto constitucional. Si quieren reformarlo, que lo hagan, pero que lo rompan unilateralmente no puede ser.

  1. ¿Cuál cree que es el estado de ánimo del país? 

F.G. Hay mucha gente desconcertada. Mucha crispación política. Y mucha política que niega incluso teóricamente lo que hicimos, que, por supuesto, no fue perfecta la obra, pero creamos los cimientos de un edificio: los acuerdos de la Moncloa o el pacto constitucional, un pacto de convivencia. Queríamos que no se repitiera nuestra historia y eso se hizo con acuerdos en los que cupiera la mayoría. Ese pacto de convivencia está hoy alterado por una crispación política. Y eso tensa a la sociedad, aunque no se vive igual en todas partes.

«Echo de menos la política de pactos. De pactos transversales, no de pactos intrabloques, que es lo que estamos viviendo»

  1. Vivir en Cataluña no es lo mismo que hacerlo en otras comunidades.

F.G. Vivir en una realidad como la de Barcelona es más difícil que la de Cáceres, por ejemplo. Ha habido un incremento de los discursos populistas: los que dan una respuesta simple a un problema complejo y buscan un culpable a quien achacarle que su respuesta no funciona.

  1. ¿Habría entonces que recuperar el centro para huir de los populismos de los extremos?

F.G. Habría que recuperar la centralidad, no el centro. La centralidad es el juego de ideas políticas diversas que respetan que hay elementos comunes que se deben preservar por encima de las diferencias. La centralidad es un espacio de centro-derecha y centro-izquierda que practican muy bien los alemanes. Ahí deberíamos mirarnos.

  1. ¿Echa de menos grandes pactos entre el PSOE y el PP? 

F.G. Echo de menos la política de pactos. Y de pactos transversales, no intrabloques, que es lo que estamos viviendo. Comprendo que hay gobiernos que tienen que ser de coalición, pero en esos gobiernos hay una Constitución que respetar y defender.

  1. ¿Gobernar ahora es más difícil que en la Transición?

F.G. Gobernar la inmensa incertidumbre que produce el virus es una de las situaciones más complejas que he vivido. No querría estar en la situación de gobernar en este momento. Los gobernantes somos proveedores de certidumbre para los ciudadanos; incluso cuando dudamos, lo hacemos con la almohada, pero cuando te levantas no puedes trasladar esa duda a los ciudadanos. Gobernar la COVID es gobernar la incertidumbre.

El ‘Quijote’ vence al ‘software’.El expresidente sevillano en su casa, en Madrid, rodeado de dibujos a tinta de su hijo David González, que es artista. El histórico líder socialista atesora también otras piezas, entre las que destaca una pequeña maqueta inspirada en el Quijote, su libro de cabecera. «Es imprescindible conocer la condición humana y esta no es un software —dice—. Para conocerla, nada como leer el Quijote».

  1. En épocas de incertidumbre es imprescindible tener políticos capaces. ¿Tenemos a los mejores?

F.G. [Silencio]. Sin duda, necesitamos líderes a la altura. Cada generación dice que los anteriores líderes eran mejores. Cuando yo estaba en el Gobierno hablaban de Schuman, Adenauer… y ahora de Kohl, Mitterrand, Felipe González, Thatcher. Es una constante histórica. Además de eso, ha habido un proceso muy delicado de selección negativa del servicio público de la política.

  1. La política está cada vez más desprestigiada. 

F.G. Sí, y se retroalimenta porque alguien que tiene talento y capacidad, si entra en política, y lo digo de manera muy dura, es presuntamente culpable. ¿Se querrá enriquecer? Esta presunción de culpabilidad hace que los mejores tengan cierta resistencia a dar el paso. Tenemos que superar esa selección negativa. Debemos premiar el servicio público y, si alguien falla, lo tiene que pagar. Y, por supuesto, deben estar mejor pagados, aunque nunca será lo mismo que lo que le paguen por su talento en el sector privado. Esa comparación no existe.

  1. ¿Sabremos utilizar bien los fondos europeos de recuperación? 

F.G. Nos pueden llegar fondos europeos, incluso podemos intentar utilizarlos bien, pero el esfuerzo es un esfuerzo de cada ciudadano. No es un maná que llueve del cielo, entre otras razones, porque lo tenemos que pagar; y segundo porque lo que creemos que no debemos pagar lo tiene que pagar Europa, y eso lo acabamos pagando nosotros también. Recibimos más dinero porque hemos sido más afectados por la pandemia, pero ningún país sale adelante si no es por el impulso de sus ciudadanos. Hay que estimular el trabajo bien hecho y el compromiso con el trabajo de todos; de lo contrario, no aprovecharemos los fondos y no saldremos adelante.

«Europa es una sociedad temerosa. En política exterior, seguridad… debe declararse mayor de edad. No puede depender de los intereses de Washington o de las Alianzas Noratlánticas»

  1. Habla de la necesidad de combinar lo público y lo privado. 

F.G. Sí, pero aguas abajo, y no solo en las cúpulas. Hay que ir a las necesidades no únicamente de una gran corporación, sino de las de las pequeñas y medianas empresas, que tienen que estar dentro de ese plan de reconstrucción.

  1. ¿Cuáles cree que deberían ser las prioridades para el futuro?

F.G. Están muy condicionadas por la revolución tecnológica y por una evidencia que ya nadie niega –bueno, algunos aún– de un cambio climático que está alterando la vida de todos. Esta revolución tecnológica condiciona todas las políticas. No solamente se trata de hacer carreteras o mejorar los trenes, que también es necesario; se trata de adaptar el funcionamiento general de la sociedad a una nueva circunstancia.

  1. El cambio es vertiginoso.

F.G. Para que el mundo se cubriera de energía eléctrica, hemos necesitado un siglo y medio. En una generación, el mundo se ha cubierto por la red que supone Internet.

  1. El coronavirus también se ha propagado a toda velocidad. 

F.G. Sí. Y está para quedarse.

  1. ¿Tenemos que aprender a vivir con el virus?

F.G. Las variantes de este bichito van a llegar de África o América Latina o de lugares de Asia menos desarrollados. Por tanto, si no somos solidarios, seamos al menos egoístas inteligentes. Intentemos que se frene esta pandemia. Todas las invitaciones que recibo actualmente tienen títulos confusos. Muchos aluden a una sociedad pos-COVID. ¡Pero si han cerrado Santiago de Chile! ¡Y no tenemos datos de lo que pasa en el África subsahariana, por ejemplo!

«Necesitamos líderes a la altura. Quien entra en política, y lo digo de manera muy dura, es un presunto culpable y eso hace que los mejores tengan resistencia a dar el paso»

  1. En su libro En busca de respuestas analizaba la situación poscrisis de 2008, una crisis que según usted no se quiso ver venir. ¿Qué hemos aprendido?

F.G. Es en Europa donde no se quiso ver. Pensaron que la crisis duraría dos años; y yo sabía que iba a hacer un gran destrozo y que había que hacer políticas anticíclicas y no de austeridad. Hemos pasado por una crisis brutal con políticas contrarias a las que había que hacer. Y eso es lo que se ha corregido con la crisis de la COVID. La reacción europea ahora ha sido inversa; se ha hecho un endeudamiento público europeo extraordinario, políticas anticíclicas muy importantes…

  1. A nuestra crisis se suma ahora el alza de los precios de la energía y las materias primas.  

F.G. Necesitamos una redefinición de la globalización para evitar una dependencia exagerada de lo que se produce en China. Se va a parar Renault dentro de unos días; como consecuencia del brexit, hay falta de existencias en supermercados británicos. Estamos viviendo momentos bien peculiares.

  1. Otro de nuestros retos es la España vaciada, la España rural.

F.G. Nuestra agricultura no pesa menos –sino probablemente más– que la francesa en el producto bruto francés. Pero nuestra gente ha huido a la ciudad en lugar de quedarse en las zonas rurales como los franceses y alemanes. Es una de las grandes tragedias. También la forma de comunicarse. Cuando se cita por SMS a los mayores de 80 años para vacunarse, algunos no saben lo que es el SMS. Tenemos que cuidarlos y respetar algunos modos de vida que nos parecen anticuados. Es la primera vez en la historia de la humanidad que los jóvenes enseñan a los mayores.

  1. El escritor Manuel Vilas decía hace poco que los europeos nos parecemos a un fin de raza. 

F.G. Los europeos vamos a ser el 6 por ciento de la población mundial, en el rinconcito sur occidental de Eurasia. Frente a eso, tendremos más de un 40 por ciento de la población mundial solo de China y la India. La vieja gloria europea ha sido la gran productora de innovación y de civilización, pero también produjo dos guerras mundiales. Yo soy tan europeísta porque la construcción europea es la respuesta a las patologías de la guerra con una ética de la paz para que no se volviera a repetir ese espectáculo.

«Tenemos que cuidar a los mayores y respetar modos de vida que nos parecen anticuados. Es la primera vez en la historia de la humanidad que los jóvenes enseñan a los mayores»

  1. ¿Cuál debería ser entonces el papel de Europa? 

F.G. Actualmente somos una sociedad temerosa. Lo que le pido a Europa en política exterior, seguridad… es que se haga cargo de sí misma, que se declare mayor de edad. No puede depender de los intereses de Washington o de las Alianzas Noratlánticas. Tiene que ser más autónoma dentro de la globalización y con un peso que compense la nueva polarización China-Estados Unidos. Ese debería ser el papel de Europa. Es muy capaz normativamente…

  1. Explique lo de «normativamente». 

F.G. Hoy, las grandes potencias son potencias tecnológicas y están ligadas a grandes plataformas. La materia prima de estas plataformas son los datos –como hace un siglo lo era el petróleo– y los datos somos nosotros. Por esos datos, sin embargo, Facebook y Google no pagan. Estados Unidos ha colocado grandes tecnológicas en circulación, y de lo único que ha sido capaz Europa es de regular los límites para el derecho a la intimidad… Europa es más una potencia reguladora que creadora de grandes plataformas.

  1. ¿Cree que la educación es uno de los grandes lastres de nuestro país? ¿Qué se está haciendo mal?

F.G. El problema fundamental es la inadaptación de nuestro sistema educativo a las exigencias de nuestro cambio tecnológico. Le damos la mayor importancia a la educación universitaria y no suficiente a la formación profesional. Recuerdo a Helmut Kohl yendo a la entrega de diplomas de formación profesional y no a la de universitarios. Precisamente, me regalaron la huelga más exitosa que ha existido en la historia de España cuando en 1988 quise introducir la formación profesional.

  1. La adaptación a nuevos puestos de trabajo es otra dimensión del problema. 

F.G. Un joven puede estar muy bien formado para ser un productor de software, pero tiene que saber que, por muy preparado que esté, su conocimiento puede quedar obsoleto en tres años. Es una dimensión seria, exige una continua adaptación y un esfuerzo titánico.

«Si quieren reformar el pacto constitucional, que lo hagan, pero que lo rompan unilateralmente no puede ser»

  1. Usted también aludía al abandono de la formación humanística. 

F.G. Sí, empeñados en mejorar la cualificación técnica con una visión estrecha de lo que demanda el mercado, la olvidamos. No la apreciamos. Me encontré con un profesor de Literatura, especialista en Shakespeare en Silicon Valley, y era la persona más apreciada por los ingenieros. Ese profesor era especialista en la condición humana y no en softwares. Tenemos que recuperar un conocimiento más profundo de la condición humana, de la Historia, la filosofía, la literatura, el arte…

  1. ¿Lee a los clásicos?

F.G. Ahora leo menos porque tengo un poco damnificada la vista. El Quijote es un libro de cabecera. Conocer a Cervantes y el Quijote es conocer la condición humana.

  1. Y ¿literatura contemporánea? ¿Alguna recomendación que nos sirva para entender mejor el momento que vivimos?

F.G. Un filósofo coreano-alemán, Byung-Chul Han, que es un personaje extraordinario que ha estudiado muy bien cómo esta sociedad nos ha dislocado, desde el punto de vista de la búsqueda de la verdad, la sobreexcitación y sobreactuación de las redes sociales. Habla de esta sociedad que desarticula al ser humano.

  1. ¿España sigue siendo el mejor país para vivir?

F.G. Si se puede vivir, sí. Lo repito. El mejor país para vivir si se puede vivir. La gente que no llega a fin de mes no puede considerar que sea el mejor país.

«Yo quiero una España que funcione. Lo mismo que dije cuando gané las elecciones en 1982. Eso significa gobernar mirando a la gente, no mirándose a sí mismos»

  1. Usted decía que había algo muy difícil de conseguir que era que estuviésemos orgullosos de nuestro pasaporte. ¿Nos hacemos respetar fuera? 

F.G. Claramente hemos perdido presencia internacional. Hace 39 años estaban aquí Bush y Gorbachov con árabes e israelíes y con 7500 periodistas en el palacio de Cristal, donde se celebró la primera conferencia árabe-israelí en busca de un proceso de paz. Eso tuvo lugar en Madrid. ¿Por qué? Porque generábamos confianza. Lo que pasa ahora, y lo diré para que se entienda, es que nos hemos ido ‘acatetando’ y nos miramos demasiado el ombligo.

  1. ¿Qué cree que ha hecho bien en su trayectoria política para que hoy su figura genere consenso?  

F.G. Voy a cumplir 80 años. Cuando uno gobierna casi 14 años, se pregunta si ha contribuido a mejorar las condiciones de vida, nuestra posición en el mundo como país. ¿He contribuido a eso? Creo que sí, incluyendo en el paquete errores y aciertos. Si el que me sustituya acaba su mandato y dice lo mismo, y el que sustituya al que me sustituya puede decir lo mismo, este país avanzará. Nunca es una línea recta, pero en los elementos esenciales sí. La gente es muy generosa porque los errores que cometí están más olvidados que los aciertos que nos hicieron vivir mejor.

  1. ¿Cuál es el país que usted querría en estos momentos?

F.G. Yo quiero una España que funcione. Lo mismo que dije cuando gané las elecciones en 1982. Eso significa gobernar mirando a la gente, no mirándose a sí mismos.-

MARÍA DE LA PEÑA FERNÁNDEZ-NESPRAL 

Domingo, 12 de Diciembre de 2021, 1:03 (ABC, Madrid)

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