Testigos de un miedo apropiado
Michael Pakaluk, estudioso de Aristóteles y ordinario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino:
Hay aspectos relevantes en los que cualquier mártir es importante para nuestro tiempo. Pero, ¿hay algunos más relevantes que otros? Si es así, ¿cuáles son los más relevantes —y por qué?
Puede que usted esté familiarizado con los fascinantes pasajes de Veritatis Splendor donde el Papa San Juan Pablo II enseña que los falsos puntos de vista de la ética son refutados por el testimonio de cualquier mártir:
La inaceptabilidad de las teorías éticas “teleológicas”, “consecuencialistas” y “proporcionalistas”, que niegan la existencia de normas morales negativas respecto a comportamientos específicos, normas que son válidas sin excepción, es confirmada de manera particularmente elocuente por el martirio cristiano, que siempre ha acompañado y sigue acompañando la vida de la Iglesia también hoy. (n. 91)
Este gran Papa, que había visto a muchos mártires del comunismo y del nazismo, enseñó la conexión esencial entre la vida en Cristo y el martirio —y advirtió a la Iglesia que se preparara (de la manera correcta) para dar testimonio de fe, en la muerte.
Y, no obstante, parece que algunos mártires son más relevantes que otros. Los mártires norteamericanos son más relevantes para nosotros porque están cerca de nosotros: su Santuario de Nuestra Señora de los Mártires es una “parada” en la Autopista del Estado de Nueva York. Abogados y políticos encuentran a Santo Tomás Moro, con razón, muy relevante. Santa María Goretti y las primeras vírgenes mártires romanas parecerán relevantes cada vez que un cristiano deba aceptar sacrificios en lugar de estar de acuerdo con una cultura erotizada.
Pero estos son ejemplos de mártires para lugares, circunstancias y ocupaciones especiales. ¿Cuál es la situación estándar, común y duradera de un cristiano hoy? Considerado históricamente, sin duda, está siendo integrado dentro de las sociedades seculares modernas, es decir, “regímenes liberales”. Para alguien así situado, posiblemente los mártires más importantes para nosotros, son las dieciséis hermanas carmelitas de Compiègne, ejecutadas en la guillotina en 1794, en la Place de la Nation, en París, durante el Reino del Terror de la Revolución Francesa.
Al menos, así lo han argüido cristianos de la más alta sensibilidad religiosa y artística. Me refiero a Gertrud von Le Fort, en su novella, Song of the Scaffold. Y Georges Bernanos, quien escribió una obra de teatro basada en la novella, intitulada Dialogues des Carmélites, y Francis Poulenc, cuya ópera del mismo título, de 1956, está basada en un libreto de Bernanos. (Tuve el privilegio de ver una excelente producción de la Ópera de Houston el fin de semana pasado. La magnífica y reciente producción de la Ópera Metropolitana se puede ver en HD con una prueba gratuita en su sitio web).
Casi todos los relatos de martirio están adornados con detalles que son profundamente conmovedores si salen a la luz. En el caso de “las mártires de Compiègne”, la priora se encontraba en la base del cadalso, sosteniendo una pequeña estatua de la Virgen y el Niño, que cada hermana besó, antes del intercambio: “¿Permiso para morir, Madre?”. – “¡Ve, hija mía!”
Una monja anciana, la hermana Charlotte, que no podía caminar sin bastón, fue arrojada bruscamente del carro por un guardia: yacía boca abajo, parecía muerta, pero luego se movió y, levantándose, dio gracias de que todavía estaba viva, capaz de morir mártir con sus hermanas.
La monja que fue primero, una de las más jóvenes, la hermana Constanza, mientras se acercaba a la guillotina rompió a cantar con la Salve Regina, de Compline. Las otras hermanas se unieron, como si fueran un coro. Luego el Te Deum y Laudate Dominum, con el sonido, desvaneciéndose, mientras las hermanas caían, una por una. La multitud reunida allí, que generalmente gritaba obscenidades y maldiciones, esta vez estuvo en completo silencio.
Más de un año antes, en septiembre de 1792, las hermanas, por iniciativa de la Priora, habían hecho un acto de consagración de martirio, “para que se restableciera la paz en la Iglesia y en el Estado”. El hecho de que sólo diez días después de su ejecución el Reinado del Terror llegara a un final abrupto e inesperado, se tomó ya entonces como una señal de que su deseo había sido concedido generosamente por Dios.
Pero, como dije, estos detalles, por asombrosos que sean, no hacen que este martirio sea especialmente relevante para nosotros, porque todos los martirios son así. Más bien, uno necesita ver este martirio interior y espiritualmente, sin descuidar su contexto político.
Y este es el gran servicio que nos brindan Von Le Fort, Bernanos y Poulenc, en su exploración de cómo sociedades enteras pueden ser manipuladas por el miedo, y de lo que se requiere para actuar con dignidad en medio del miedo generalizado. ¿Es el miedo algo por lo que debemos mostrar desprecio, o abrazar? ¿Hay diferentes tipos de miedo, de modo que uno, que es bueno, ayuda a expulsar a otros, que son malos?
Von Le Fort escribió en 1931, cuando las nubes del totalitarismo nazi comenzaban a acumularse; Bernanos y Poulenc, en las ruinas de la Segunda Guerra Mundial y sus campos. Estuvieron de acuerdo en encontrar profético el testimonio de las monjas, advirtiendo que los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, si van acompañados de irreverencia y odio a la religión, pueden transformarse fácilmente en sus opuestos.
Para explorar el miedo, Von Le Fort colocó en el centro de su novela a una hermana ficticia dominada por el miedo, la Hermana Blanche, a quien contrasta con una hermana valiente (María de la Encarnación) que actúa con heroísmo, a veces casi con imprudencia, con desprecio del miedo. Le Fort cree claramente que el camino para un cristiano en una “sociedad pos cristiana” es estar unido a Cristo en el miedo preciso que mostró en el huerto.
“Amigo mío, el miedo es una gran emoción”, dice un personaje de su novela, recordando el Terror. Pero luego agrega, sorprendentemente: “¡Ninguno de nosotros estaba lo suficientemente asustado! La sociedad debe tener miedo. Un Estado debe conocer el miedo. Los gobiernos deberían temblar. Temblar es ser fuerte. ¡Estas cosas de las que escribo han sucedido y pueden volver a ocurrir en cualquier momento!”
Lo que Von Le Fort temía —ella, casi la única entre los alemanes, volvió a ocurrir. Se repitió por la falta del miedo necesario. ¿Hemos aprendido su lección? ¿Acaso buscamos, siquiera, en dónde podríamos aprenderlo?.-
Sobre el Autor
Michael Pakaluk, un estudioso de Aristóteles y ordinario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino, es profesor en la Busch School of Business de la Universidad Católica de América. Vive en Hyattsville, MD, con su esposa Catherine, también profesora en la Escuela Busch, y sus ocho hijos. Su aclamado libro sobre el Evangelio de Marcos es The Memoirs of St Peter. Su nuevo libro, Mary’s Voice in the Gospel of John: A New Translation with Commentary, ya está disponible.
MIÉRCOLES, 19 DE ENERO DE 2022