Testimonios

In memoriam: Padre «Francisquito» López Sánchez

Cardenal Baltazar Porras Cardozo:

El mismo 10 de enero, fecha de la creación de la diócesis de Petare, se durmió en el Señor, el Padre Francisco López Sánchez, sacerdote carmelita de la comunidad Nuestra Señora del Carmen de Petare. En la tarde de ese mismo día, me acerqué al hermoso templo para presidir misa exequial por el descanso eterno de tan benemérito fraile, cargado de años y de méritos.

El Padre Francisco era natural del Viso de los Pedroches, Córdoba, donde nació en 1933. Hijo de Eusebio López y de Camila Sánchez y hermano de Mercedes, Indalecia, Vicenta, Eulalia, Eulalio y Eusebio. Ingresó en el Seminario Menor Carmelita de Hinojosa del Duque el 7 de enero de 1949; inició su Noviciado el 7 de julio de 1952, en Jerez de la Frontera, donde celebró su Profesión Simple el 17 de julio de 1953. Su Profesión Solemne la realizó en Hinojosa del Duque, el 20 de julio de 1956 y fue ordenado Sacerdote en Jaén, el 29 de junio de 1959.

A los pocos meses de su ordenación fue destinado a Venezuela donde pasó sus últimos 62 años de vida, haciéndose uno más de esta tierra a la que amó y sirvió con pasión misionera carmelitana. Pasó por casi todas las casas de su orden en Venezuela: De 1960 a 1960 miembro de la comunidad de Petare, en Caracas. La Victoria, Edo. Aragua (1961-1962); Turén, Edo. Portuguesa y Villa Bruzual y Píritu (1962-1968). Barquisimeto (1968-1970). La Concepción, Edo. Zulia (1970-1978). San Carlos del Zulia (1978-1983). Volvió a Petare (1983-1984). De nuevo a La Concepción (1984-1992) y párroco de Santa Cruz del Zulia (1992-1997). Para regresar a su último destino a su querido Petare desde 1997 hasta su muerte.

El Padre López era uno de los sobrevivientes de su orden, llegada a Venezuela en 1954. Dos de cada tres años de su vida los pasó en nuestra tierra y casi un tercio en Petare. Es considerado por sus hermanos como el cronista viviente de su orden en Venezuela pues tenía la agudeza de escribir la vida cotidiana y el quehacer pastoral de su comunidad. A ello se unía, la agudeza de recoger en los muchos papeles manuscritos que deja, testimonios de la cultura criolla y numerosas poesías. Legado que Dios quiera y no se pierda pues es y será testimonio de la Venezuela que le tocó atender en las cuatro últimas décadas del siglo pasado y las dos primeras del presente milenio.

Conocí personalmente al Padre Francisco a mi llegada a Caracas como Administrador Apostólico, las veces que visité la comunidad petareña. A pesar de sus muchos años, siempre presente y sonriente, con anécdotas interesantes dichas casi al oído. Ante sus restos mortales, me emocionó el cariño y gratitud de la gente que llenaba el templo. Era muy querido por su cercanía y bondad para con todos. Las lágrimas de los feligreses no eran fingidas sino unas gotas de rocío para que el buen Jesús y su entrañable devoción a la Virgen del Carmen, lo llevaran presurosos ante el Padre celestial. Los achaques y la merma de sus facultades en los últimos meses fueron el postrer sacrificio para purificar más su alma para el encuentro definitivo con el Señor.

Gracias por su ministerio, gracias por haberse entregado y amado a esta tierra, gracias porque su vida es testimonio y esperanza. A todos los miembros de la Orden Carmelitana y a sus familiares en España, el reconocimiento agradecido de la Iglesia venezolana por habernos regalado a este siervo bueno y fiel. Descanse en paz.

5.- 19-1-22

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